La picaresca de «El Buscón» de Quevedo salta a América
Juanjo Guarnido y Alain Ayroles retoman el personaje del pícaro don Pablos en un cómic. En estas aventuras pasará a buscar El Dorado en el Nuevo Mundo
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J. Ors- Madrid
Francisco de Quevedo, católico irreverente, españolazo barroco, denunciador de santa teresas y defensores de santiagos matamoros, encontró una espita apropiada para su humor en la picaresca, que era un género que venía de un siglo atrás, cuando «El lazarillo» (1550) y el «Guzmán de Alfarache» (1599 y 1604), que tenían ya mucha retranca y portaban mucha crítica humanística-moral (la novela negra no es la única que ahonda en los males de la sociedad, vaya sorpresa). En nuestro país, donde siempre hemos padecido una educación de raya gruesa, cuando nos aproximamos a estas obras siempre nos quedamos en el chiste tosco y la gracieta ocurrente, como si en las autoridades pedagógicas existiera miedo a contagiar cierta inteligencia literaria, y hemos dejado que en ocasiones se nos escapara el fondo de estas obras monumentales y de prosa aguda y certera. Quevedo, ese torrente de literatura al que le gustaba desbordarse en textos como «Los sueños» (también muy olvidados o arrinconados hoy), nos brindó un personaje, Don Pablos, que es una invención genial de la palabra, aunque algunos especialistas consideren que no es tan fino ni goce de tanto fuelle vital como sus predecesores. El personajón salió de la mano del autor como segoviano de pura cepa, hijo de un barbero y una mujer amiga de brujerías, lo que es un abolengo para encomiar. De semejante ralea nació un pícaro de libro que se estudia en los colegios, pero que después pocos leen en casa.
El cómic viene a deshollinar estos desintereses rescatando su figura y actualizándola para el siglo XXI con nuevas aventuras. Alain Ayroles le ha dado un texto para adaptarlo a hoy y Juanjo Guarnido, el de «Blacksad», uno de nuestros primeros espadas en el dibujo, le ha trazado una imagen libre, pero fiel, que recupera su estampa tan característica. «Nos basamos en Quevedo, intentando captar el espíritu de la literatura picaresca, pero, ¿cómo transmitir la noción de ese humor negro y esperpéntico en un cómic, que es un medio tan diferente?», comentaba Guarnido. Después, afirma: «El aspecto grotesco de la picaresca, que cuenta cosas horribles, que provocan la risa es muy complejo de captar con un arte como el nuestro. Pero teníamos que representar con palabras e imágenes esas situaciones trágicas y sacarles el punto cómico. Tratamos de darle continuidad. Me leí el libro varias veces, me fijé en el rico lenguaje de Quevedo y en su estilo barroco, tanto en el fondo como en la forma, y tuvimos que pensar bastante para traducir esas situaciones espantosas, escatológicas, desagradables, ese desapego sarcástico... y a la vez con todo su potencial humorístico».
España buscaba Las Indias, pero se tropezó, más que con una región, con un continente. Como a caballo regalado no se le mira el diente, los españoles se pusieron a buscar El Dorado como alma que lleva el diablo. Pero más que lingote de oro lo que se trajeron fue una leyenda negra de la que no hay forma humana de deshacerse. Los dibujantes han dejado de lado esta mala fama, pero sí han querido pasar a nuestro pícaro de pícaros a la Nueva España y que prolongue su vida allí con todos los tópicos, galeras, selvas, la maldición del oro, cárceles, engaños, mujeres y malvados.
Con una narrativa más moderna que clásica, hecha de «flash-backs» y muchos recursos cinematográficos han contado las peripecias de Don Pablos en aquellas tierras repletas de ambiciones. Para recrear aquel ambiente acudieron a grabados, dibujos y estudios. Pero lo esencial es un homenaje a la pintura española de aquella época. «Las referencias documentales provienen de Velázquez y Murillo. Suelo trabajar la acuarela. Es la técnica con la que me encuentro más cómodo, pero quería hacer una portada al óleo con este tema: el pícaro vestido de noble. Me parecía genial. Es una imagen muy chocante, porque ves a un gamberro mal afeitado, con pelos desordenados, pero con cuello de encaje. ¿Cómo se come esto? Para desarrollar esta pintura me basé en Velázquez, en sus cuadros, su estilo y su pintura. Quería que la portada del libro evocara esa época, tanto en el ambiente como en la vestimenta», explica el dibujante.