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Javier Peña: “La vida era algo más que ir tirando"

El autor de “Infelices” presenta su cántico a la amistad y al amor a través de cuatro personajes que representan distintos pecados capitales que él mismo ha sentido
larazonJavier Peña
La Razón

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De entre todas las cosas y aspectos que llevan a uno a no hacer aquello que desea/quiere/le apetece hay uno que prevalece sobre el resto; el miedo. El miedo se asocia a peligro, y el peligro, al fracaso. A nadie le gusta fracasar. Y Javier Peña, él considera, fracasó mucho. Por eso es de recibo señalar su salto al vacío; el autor de “Infelices” trabajó en la Xunta de Galicia escribiendo discursos para otro cuando un golpe trágico e irreversible, la muerte de su amiga Paula por culpa del cáncer, le empujó a romper con los cánones sociales, a abandonar ese estado de infelicidad permanente en el que se encontraba (más fondo no se podía tocar) y a escribir para él mismo. “Esto es Javier Peña escribiendo a Javier Peña”, dijo. Algo que, todo sea dicho, le hace feliz “ahora mismo”, y eso se antoja muy difícil; él se autoconsidera un infeliz.
Tiene 41 años, “llega tarde” a esto de la escritura para los demás pero lo hace pariendo una opera prima inolvidable. Su infelicidad se ha propagado como la espuma: con una campaña discreta, ha conseguido boca a boca mediante vender hasta consagrarse como una de las novelas y sensaciones del año pasado. Todo por un golpe de atrevimiento: “Antes era muy infeliz, y esa es la génesis de la novela. Consideraba que me estaba empequeñeciendo como persona, este rollo de tener que escribir pensando en otro y encima alguien con quien no congeniaba... Me di cuenta de que, como digo en el propio libro, la vida era algo más que ir tirando”.
El mazazo que la vida le dio fue el fallecimiento de Paula, su amiga. Lo define como el momento más infeliz de su tiempo: “Ella lo llevó con la mayor de las fuerzas; nos animaba a nosotros. Pero ese octubre de 2018, cuando fallece... No he vivido un dolor parecido y espero no vivirlo jamás”. Durante la presentación del libro, confirmó que lo había leído antes de fallecer, pero no llegó a verlo publicado. Le gustó mucho. “Si hubiese sabido lo que le pasaba a Paula, no hubiese escrito el libro”. Los recuerdos son sensibles.
¿Quiénes son estos “Infelices”? Son cuatro personajes con vidas compartidas y utópicas a los 18 años que se bifurcan y se difuminan 20 años después. Después está Marga, un personaje inspirado en Paula. Cada uno de ellos involuciona con el paso de los años y se refleja en el presente cronológico de la obra. Y cada personaje, también, representa uno de los pecados capitales que ilustra esa degradación; uno es la envidia; otro es la codicia; otro es la soberbia. Son escisiones de sí mismo, sentimientos propios vomitados sobre el papel: por eso la novela es tan propia, tan íntima, tan personal: “La envidia me parece el más feo de todos los sentimientos porque hace daño al que lo siente y al que lo padece. Es un sentimiento asqueroso y deplorable”.
Se declara como un “profundo infeliz” (“siempre me preguntan en las entrevistas por la felicidad y no sé muy bien qué decir”, dice entre risas), pero define este sentimiento como necesario. Mejor dicho, intrínseco: “Va a estar ahí. Lo que es necesario es saber afrontarlo y no dejar que te hunda, que quizá es lo que fallé hace tiempo […] Creo que lo peor es que no eres consciente de que eres infeliz, no te das cuenta, y de repente dices: “Pero si llevo dos, tres años que no soy yo”. Aunque no quieras reconocer ese bache, lo pasas”.
¿Y qué es la infelicidad para Javier Peña? “Es que alguien te marque lo que tienes que ser o hacer y, de alguna forma, se te escape de las manos. Puede ser la propia sociedad o las expectativas... Que no vivas conforme a lo que quieres”. Así de tajante se muestra, y si lo hace es porque sabe lo que es no hacer lo que realmente le hacía feliz por el miedo al cambio, ese que actúa más como freno que como acicate a la hora de tomar las riendas de la vida misma: “Muchas veces falta valentía para hacer lo que queremos; tuve que sufrir la pérdida de mi mejor amiga para ver que si no reaccionaba, la vida se me escapaba”. Salió de su cubículo, abrazó el cambio y ahora parece que es otro Javier Peña. Este ha demostrado (que es lo realmente complicado) que sí, que “la vida es algo más que ir tirando”.

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