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Max Von Sydow, jaque mate

El mítico actor, protagonista de «El séptimo sello» y «El exorcista», muere a los 90 años dejando una gran filmografía
larazon
La Razón

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Hay grandes estrellas de cine que ocultan con su imponente presencia su facilidad para encarnar cualquier personaje sin que parezca que actúan. A Max Von Sydow lo encumbró su inquietante físico desde que apareció encarnando al caballero que se juega su vida con la muerte una partida de ajedrez. El impacto de «El séptimo sello» (1957), una de las obras maestras de Ingmar Bergman, se debió a su sorprendente realismo al reconstruir el medievo azotada por la peste y a ese caballero rubio, desmesuradamente alto y grave que trataba de engañar a la parca, personificados en Bengt Ekerot, con su capucha y capa negras.
Su carrera se mantuvo siempre dentro de la familia de actores de Bergman. La mayoría de ellos, Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Gunnar Björnstrand, Harriet Andersson, Liv Ullmann y Erland Josephson, triunfaron en el cine internacional. A Max von Sydow le tocaron los personajes más enigmáticos: el caballero, el mago de «El rostro» (1958) y el padre vengativo de «El manantial de la doncella» (1960). Su impresionante altura y grave presencia, modelada en la escuela realista de interpretación de Bergman, hizo de Max Von Sydow uno de los actores más representativos de aquella época. Junto a Andersson, Thulin y Ullmann lograron proyección en el cine extranjero, con mayor o menor fortuna. Sin duda, la carrera de Von Sydow fue la más longeva y fructífera de todas. A medida que desaparecía del cine de Bergman, comenzaba a destacar en el Hollywood europeo con grandes papeles, primero como protagonista de un Jesús doliente, moreno y un tanto hierático en «La historia más grande jamás contada» (1965) y luego en superproducciones como «Hawai» (1966).
Pero lo más destacado de estos años fueron las películas que realizó de espías y que fueron muy conocidas: «Conspiración en Berlín» de Michael Anderson (1966), «La carta del Kremlin» (1970), de John Huston, junto a Bibi Andersson, y «Los tres días del Cóndor» de Sydney Pollack (1975), en la que Robert Redford se enfrenta a un frío asesino a sueldo interpretado por Max Von Sydow. Con la llegada del «Nuevo Hollywood», William Friedkin, completamente fascinado por el cine de arte y ensayo europeo, lo contrató para una de sus películas más populares, «El exorcista» (1973), en la que interpreta al mítico padre Merrin, que muere tratando de sacarle el diablo del cuerpo –tarea nada fácil– a Regan (Linda Blair) entre vómitos de puré de guisantes, imprecaciones, temblores salvajes de cama y blasfemias.

Un intérprete polifacético

De hecho, Max Von Sydow pasará a la historia del cine por su imagen del padre Merrin llegando a la casa donde el demonio ha poseído a Regan en un brumoso contraluz que siluetea su figura con el maletín del exorcista mientras suena las inquietantes campanas de «Tubular Bells» de Mike Oldfield. La trayectoria de Max Von Sydow siguió los patrones de los actores internacionales que comenzaron en un cine de minorías y lograron dar el salto a Hollywood con papeles de característico: un malvado de apariencia bondadosa o viceversa, sin cambiar su cara seria y aire grave que junto con su espigada figura (medía 1,93 m), dotaba a sus interpretaciones de un aura fuera de lo corriente. Su escuela interpretativa recogía lo mejor del realismo de Bergman y la naturalidad gestual del Hollywood clásico, opuesto al sistema del Actor´s Studio, pese a su admiración por los siempre sobreactuados Marlon Brando, Al Pacino y Robert de Niro. Al ser tan larga y variada, la carrera de Von Sydow tuvo altibajos y fluctuó entre el cine «arty» y el comercial. Hablaba con fluidez sueco, francés, inglés e italiano, lo que le permitía trabajar con Woody Allen en «Hannah y sus hermanas» (1986), volver a Suecia para protagonizar «Pelle el conquistador» (1987), por la que fue nominado por primera vez al Oscar, y seguir en Hollywood con «Tan fuerte, tan cerca» (2011), por la que, precisamente, volvió a ser nominado.
Además del caballero y el exorcista, a Max von Sydow se le conoce por multitud de personajes de carácter. Igual era Tiberio en «En busca de la tumba de Cristo» (2006) que el rey David en la mini serie de romanos «La Biblia: Salomón» (1997). Asimismo hizo suyo el papel del emperador Ming en «Flash Gordon» (1980) y el del villano Blofeld de James Bond en «Nunca digas nunca jamás» (1983), personificando al comandante supremo de Spectra. Podía ser el director Lamar Burguess en «Minority Report» (2002), de Steven Spielberg, el doctor Sigmund Freud en la ficción «Las aventuras del joven Indiana Jones» (1992-1993) o el malhumorado abuelito de «Heidi» (2005).
Pero para los fans del cine de culto el culmen fue encarnar al mismísimo diablo en «La tienda de Stephen King» (1993), a Liet-Kynes en «Dune» (1984), a Lor San Tekka en «Star Wars: El despertar de la fuerza» (2015) y a Three-Eyed Raven en tres episodios de «Juego de tronos» (2016). Fue uno de los grandes actores que no logró disimular con su presencia, sus enormes dotes interpretativas.

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