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Historia

No hay mejor emperador que Trajano

►David Soria Molina firma una biografía enciclopédica por su extensión y detalle sobre esta figura histórica que, pese a su rigurosidad, se lee con facilidad y deleite

Estatua de Trajano
Estatua de TrajanoZeno ColantoniZeno Colantoni

De entre los más de cien emperadores, si es que contamos también a los usurpadores que pretendieron la púrpura, que ocuparon el trono romano desde el fin de la república muchos no dejaron nada para el recuerdo, algunos apenas son reliquias humanas para los aficionados a la historia romana, otros sí han pasado al imaginario colectivo histórico y, finalmente, en un escalón superior, un selecto grupo compone la superélite imperial. Es el caso de nombres como Augusto, su creador, Marco Aurelio, el emperador filósofo, Diocleciano, el revitalizador del imperio en crisis, Constantino, que legalizó el cristianismo o Teodosio, que aboliese los viejos cultos. Sin embargo, de entre todos los grandes emperadores, y dejando de un lado el estatus especial del gran Augusto, no hubo ninguno más estimado en la antigüedad que Trajano. El primer emperador hispano, un origen que compartió con el mentado Teodosio y con su sucesor y pariente Adriano, otro soberano muy peculiar, llevó a Roma a su mayor extensión territorial tras sus conquistas militares en Mesopotamia y Dacia. Sus contemporáneos lo dejaron claro, como ese Marcial que, de forma muy oportunista, quiso disociarse del reinado del odiado Domiciano y congraciarse con el emperador hispano a través de lisonjeros epigramas o Plinio el Joven, el mejor sirviente de Trajano, a través de su magnífico panegírico, aunque no haya testimonio más elocuente que la concesión en vida por el senado del título honorífico de «optimus princeps»: el mejor. Dejando de lado la grandilocuencia, al igual que ocurriera con todos los grandes hombres de Roma, también fue sometido a la burla, al chascarrillo y a la maledicencia puesto que se le adjudicaron hábitos más cuestionables, como su gusto por los jovencitos o una desmesurada afición al alcohol, como, por ejemplo, dejara por escrito siglos después el emperador Juliano en su descacharrante y magistral discurso «El banquete».

Además de satisfactoria para el experto, la obra resulta apasionante para el neófito

Resulta una obviedad señalar que la historiografía le ha prestado una más que merecida atención a Trajano y, aparte de innumerables artículos de investigación, se han sucedido magistrales trabajos biográficos sobre su figura y su tiempo, como los de Eugen Cizek, Karl Strobel, Julian Bennett además de historiadores españoles como José María Blázquez, Alicia Canto y otros muchos, destacando también el volumen colectivo «Marco Ulpio Trajano, emperador de Roma: documentos y fuentes para el estudio de su reinado» (Universidad de Sevilla, 2005), que consiste en una magnífica compilación de fuentes primarias sobre su persona y reinado. A esta historiografía se le une el reciente e interesantísimo «Trajano. El mejor emperador» de David Soria Molina (Desperta Ferro, 2025).

Un retrato al detalle

Es una obra enciclopédica por su extensión y detalle que, pese a su rigurosidad, se lee con facilidad y deleite. Desde luego, entra dentro de la exclusiva categoría de obra de altísima divulgación puesto que este estudio biográfico resulta útil para la investigación, es plenamente satisfactorio para el entendido en la historia de Roma y, asimismo, resulta apasionante para el neófito que se aproxima con hambre de conocimiento a la figura del emperador hispano. No en vano, combina un buen uso de la bibliografía más reciente y las fuentes primarias para elaborar un estudio coherente y en donde se aprecia una cierta narrativa empática hacia Trajano. Es una obra cuidadosamente presentada, donde sobresalen detalles muy agradecidos para la lectura como un cuadro genealógico de la dinastía Ulpio-Aelia, una exhaustiva cronología, un índice analítico que se estila muy poco en la historiografía española y que es de agradecer y, asimismo, un abundante repertorio de imágenes y planos que ayudan a contextualizar con fortaleza el escrito.

El autor dedica un buen número de páginas al análisis del ejército imperial bajo su reinado

Este estudio, que combina un orden cronológico con un análisis temático sobre las actuaciones, contexto personal y político de Trajano, se caracteriza en sus setecientas páginas por su exhaustividad, buen ritmo y agradable lectura sobre una figura que, como indica el autor, “fue mucho más que un emperador destinado a cambiar el curso de la historia» puesto que ha de contemplarse su compleja figura desde una perspectiva poliédrica y no sólo como la del victorioso general que guio a Roma a su cúspide territorial. Sin embargo, todo hay que decirlo, aunque la obra comience por una narrativa de sus orígenes en Itálica (Santiponce del Río, Sevilla), puesto que fue el heredero de linajes aristocráticos turdetanos prontamente romanizados y enriquecidos por la explotación agrícola de la Bética, sobresale con fuerza el análisis de su trayectoria militar puesto que, aunque obviamente también ocupase en su «cursus honorum» particular cargos civiles, fue en el ejército donde hizo la carrera que le llevó al trono y donde empezó a despuntar de forma incuestionable en tiempos de Domiciano, beneficiándose de lo que el autor denomina “círculo de poder hispano» que apoyaba al último soberano flavio. No en vano, hay que recalcarlo, Soria Molina es un historiador experto precisamente en el ámbito militar y, en concreto, como lo acredita su tesis doctoral, en la figura de Trajano y, de hecho, muestra esta maestría en el análisis de la acción militar del emperador después de que fuera adoptado y nombrado César por el anciano Nerva.

Se hace énfasis en las guerras dacias con la narración de muchas de las escenas de la columna de Trajano

Así, tras referir de forma sugerente su ascensión al poder, le dedica un buen número de páginas al análisis del ejército imperial bajo su reinado y, por supuesto, a las campañas militares trajaneas, con un énfasis especial a las guerras dacias a través de una vibrante narración y en donde analiza, de forma sintética pero muy didáctica, muchas de las escenas de la columna de Trajano que aún hoy se levanta en Roma y que son expuestas con buena calidad en el volumen. Asimismo, en capítulos posteriores, se presenta un estupendo relato de la incorporación del reino árabe nabateo y, por supuesto, las campañas contra el áspero enemigo parto que, desde los tiempos de la tardorrepública, cuando humillase a Roma en la batalla de Carrás, se había mostrado como un antagonista de primer orden. Sin embargo, Trajano sometió al enemigo en una campaña memorable y destruyó su capital Ctesifonte, ampliando, de este modo, con el control de Armenia y Mesopotamia las fronteras orientales del imperio.

Si estos capítulos son brillantes, no dejan de ser también atractivas otras secciones de la monografía como el retrato que hace de su familia, del entorno palaciego que le rodeó, de sus relaciones con el senado amén de sus ideas respecto al desempeño del poder y las bases para la creación de la dinastía Ulpio-Elia, que dominaría la púrpura imperial buena parte del siglo II. Asimismo, resulta estimable el extenso capítulo «Gobernar el imperio» donde se trazan las claves organizativas, económicas, fiscales, religiosas e incluso, si es que se puede decir así para la Roma antigua, políticas sociales destinadas a aliviar la situación de los más desfavorecidas, en especial de los huérfanos pobres a través de la interesante institución de los alimenta. Tampoco se obvia el afán constructivo del purpurado, tanto de obras públicas prácticas, como puertos, calzadas o puentes como el magistral de Alcántara, con hitos singularísimos como la mencionada columna destinada a glosar el triunfo en la Dacia y el impresionante Foro que propició en Roma y del que apenas se conservan sus fundamentos de igual modo que sus impresionantes termas, construidas encima de la domus aurea neroniana.

Cierra el libro con unas páginas donde pasa revista a aquellos conflictos que le afectaron en su vejez, se analiza su sucesión y el final de un emperador que, en palabras del autor de este estupendo estudio, «no fue sino un hombre de su tiempo, probablemente uno de los mejores [...] forjado por sus circunstancias, pero esclavo de las mismas, y decidido a poner sus virtudes, cualidades y persona al servicio de Roma y de su grandeza».

Portada del volumen
Portada del volumenDesperta Ferro

Palabra de Soto Chica

►José Soto Chica firma el prólogo de un libro en el que afirma que el lector tiene delante «un estupendo ejemplar» de lo que él llama «gran historia»: «Esa que no se arredra a la hora de ofrecer el amplio panorama de la realidad, por muy lejana que quede en el tiempo y que, a la par, gusta lo suficiente del detalle, de la erudición, como para atreverse con nuevos enfoques, nuevas perspectivas, nuevas hipótesis y, en este caso, a aportar, en no pocas ocasiones, soluciones y revelaciones sobre viejos problemas que seguían sin solución por falta de ambición y dominio de la materia (...) Su capacidad para dominar todos los escenarios, desde la deslumbrante y peligrosa Urbe romana al mundo infinito de las caravanas de la Ruta de la Seda, y desde las dilatadas estepas pónticas a los desiertos de Arabia, pasando por las selvas germanas, la ardiente Mesopotamia o las nevadas cumbres de la agreste Dacia, es apabullante. Nada escapa a su atención y nada queda en la sombra, sino que todo y todos se integran en el devenir biográfico de un Trajano que, si no se hubiera rescatado su mundo y a sus contemporáneos aliados y rivales, hubiese quedado desvaído y desdibujado.», firma el historiador. Luego, ya viene la prosa del autor: «La densa bruma del amanecer presidía la escena, envolviéndola en un aura de majestuosa y contradictoria calma...».