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Por qué tienes que ver... “Relatos con-fin-a-dos”: aquellas locas cuarentenas

En la evidente falta de medios radica buena parte de su encanto y nuestro «star system» llena los escenarios que habita

"Relatos con-fin-a-dos"
"Relatos con-fin-a-dos"Amazon Prime VideoMiguel Bardem

La respuesta a lo que pasó en los hogares españoles durante el confinamiento que provocó el coronavirus la encontramos en «Relatos con-fin-a-dos», una colección de historias autoconclusivas, pero relacionadas entre sí por un contexto que a todos nos resultará familiar. Cinco parejas de personajes, cada una con sus propias historias.

Al mal tiempo, buena cara

Como no hay mal que por bien no venga, aquí va otra prueba de que incluso en las peores épocas somos capaces de encontrar nuestra mejor versión. Reconforta saber que en tiempos de coronavirus hay quien logra agudizar su ingenio y, además, lo pone al servicio del entretenimiento de los demás. El sentido de la oportunidad se traduce aquí en una especie de documento histórico, aunque ficcionado y privado de la perspectiva que otorga el tiempo; el objetivo es mirar atrás muy en caliente para reírse de lo que pasó y lo que pudo haber pasado o, eso se quiere, para expulsar a los fantasmas que se hayan podido acumular en nuestro hogar a lo largo de estos últimos y fatídicos meses. Como suele decirse, al mal tiempo buena cara; si el destino nos impide salir a la calle más que para hacer compras básicas o permitir que los animales de compañía hagan sus necesidades, quizá sea la ocasión ideal para probar las dulces mieles del teletrabajo, o tal vez haya llegado el momento de conocer mejor a ese misterioso vecino con el que se ha desarrollado cierto «feeling» a la hora del aplauso.

Actores en primera línea

La evidente falta de medios con la que se ha levantado esta producción –y, que quede claro, precisamente en ella radica buena parte de su encanto– la ha obligado a potenciar valores artísticos que desgraciadamente suelen pasar desapercibidos en un presente cinematográfico marcado por grandes despliegues en efectos visuales digitales. «Relatos con-fin-a-dos» presenta un uso austero –y a mucha honra– del formato digital, y se apoya casi por completo tanto en el guion como sobre todo en las interpretaciones. El brillante reparto incluye nombres destacados de nuestro «star system»: Luis Tosar, Manuela Velasco, Alberto Ammann, Chiqui Fernández y Carlos Bardem –muy divertido en la piel de un calmado y siniestro maestro de asesinos–, entre otros, llenan con su talento los escenarios domésticos que habitan sus respectivos personajes. E igualmente memorable es el debut como actor de Isco Alarcón, el «Golden Boy» del Real Madrid, que se descubre aquí como el robaescenas ideal de la actriz Sara Sálamo, su pareja en la vida real.

Imprevisible como la vida

El terror, el thriller, el drama romántico o la comedia negra dotada de envenenada carga social son sólo algunos de los géneros que tocan estas historias sobre el encierro, y en el proceso evidencian la influencia de «Relatos salvajes», del argentino Damián Szifrón. Como en aquel compendio de historias sobre la miseria humana, aquí se hace gala de un afinado gusto por lo imprevisible que, en cualquier caso, no hace más que reflejar los giros argumentales que últimamente han plagado nuestras propias vidas –la realidad, ya se sabe, es más extraña que la ficción más desmadrada–; nada en estas locas historias de la cuarentena es lo que parece, y todo puede cambiar radicalmente en un abrir y cerrar de ojos. Y la independencia que los episodios mantienen los unos de los otros enfatiza esta sensación de descontrol; en cuanto empezamos a familiarizarnos con unos personajes, se nos aparta de ellos para darnos a conocer a otros nuevos, y nunca sabemos qué nos esperará en la siguiente cita.

Cine casero como solución

En tiempos de depresión generalizada, es bueno saber que nos podemos refugiar en el cine casero; se trata de una solución de emergencia, además de funcionar como elocuente testimonio de las penurias por las que ahora mismo está pasando la industria cinematográfica, sirve también para recordarnos que el ingrediente esencial de este arte es una historia con gancho. A veces no se necesita más que eso; una idea potente; un concepto que capte nuestra atención porque conecta con nuestra vida o por su habilidad a la hora de sacar punta dramática a su premisa. Cuando se dispone de eso, no hay excusas para no lanzarse a rodar.