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Cultura

«La chica del escote» se venga desnuda del Museo d’Orsay

Jeanne, la estudiante de Literatura a quien le prohibieron la entrada, posa en instagram sin ropa y con las obras famosas del espacio parisino ardiendo

«La chica del escote» se venga desnuda del Museo d’Orsay
«La chica del escote» se venga desnuda del Museo d’OrsayCoste & BillyInstagram

A la salida del Museo d’Orsay, una elevación junto al Sena que da cuenta de su inequívoco origen como estación ferroviaria, durante la antigua normalidad, podía uno cruzarse con pequeñas tiendas que ofrecen la más amplia y vulgar oda al souvenir: libretas, cajas de música, estatuillas, cartelas y hasta paraguas. La gran diferencia, y también lo que atrae a millones de visitantes cada año, es que las estampaciones de «La Gioconda» que ebullen en el Louvre y los nenúfares que brotan cerca de la Orangerie, aquí no son otra cosa más universal que la reproducción de «El origen del mundo», de Gustave Courbet. ¿Es necesario forrar bolsos con la celebración genital que encargó un diplomático turco?

Tanto como la libertad artística que cada cual imprima en su expresión. Ahí radica el sentido del cuadro, y de ahí también se entiende que un museo, por definición, debería usar parámetros éticos de hueso ancho. Por ello y por no acatar los preceptos de etiqueta de, digamos, una institución que acoge más desnudos que poses textiles, el mundo del arte se levantó contra la prohibición de entrada al d’Orsay de una joven francesa por llevar un escote «demasiado» pronunciado.

Jeanne, la estudiante de Literatura que vio cómo el propio museo le pedía disculpas de manera oficial, se desmarcó en primer lugar de las acciones que llevó a cabo la organización Femen y que acabaron con varias mujeres expulsadas por desnudar su torso en señal de protesta. Ahora, gracias a su colaboración con el colectivo parisino Coste & Billy, descongela la revancha: renacida de entre las llamas de los desnudos del museo, posa barroca envuelta en seda. El montaje está acompañado por un pequeño manifiesto que, escrito por la afectada y abierto con un meridiano: «Indecencia, nuestra culpa, nuestra gran culpa», se queda a medio camino entre el más viral alegato feminista y un canto ególatra en esa gran feria de las vanidades que es Instagram.