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“El darwinismo social va camino de convertirse en la norma suprema”, asegura la escritora
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Son tiempos duros porque predomina gente muy dura, que tira ásperamente del ronzal. Tiempos feos, antipáticos. De dientes afilados y amarillos. Los poderosos nos señalan con dedo hosco y ojos perturbados. A la enfermedad y la carestía se le suma ese infausto signo de los tiempos. El darwinismo social va camino de convertirse en la norma suprema, dado que la Constitución gusta tan poco. De hecho, ya prima la supervivencia del más apto (para captar subvenciones, activar enchufes y reclamar privilegios). Los peritos en conseguir momios son el culmen de la involución de la especie españolita. A los niños especiales, con discapacidades, la nueva Ley de Educación les ha previsto un futuro en que no serán excepcionales, ni recibirán un trato acorde con sus necesidades, como hasta ahora, sino un porvenir de acoso escolar diario, de bullying físico, psicológico, verbal, social, e incluso sexual.
En vez de proporcionarles igualdad de oportunidades, les van a dar la oportunidad de demostrar que son iguales al resto. Algo tan imposible como cruel. Niños que no pueden controlar su cuerpo o su mente, o ninguno de ambos, se verán inmersos en clases donde sus urgencias y limitaciones se convertirán en blanco de burla, menosprecio o irritación. Sí: tiempos duros estos. Acorde con quienes los dominan. Un tipo siniestro, al que ni sus amigos consiguen blanquear por mucho que se empeñan, nos ha amenazado (la amenaza es el discurso imperante) diciendo que «España solo será democrática cuando esté rota», y que él y los suyos «trabajan» (¡!) para que eso ocurra pronto. Y es que hoy dan clases de democracia quienes solo podrían dar clases de tiro. 277.621 votantes decidiendo el destino de 47 millones. Tiempos duros. Y espantosamente ridículos. (Habrá que leer mucho para mantener la cordura)