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Réquiem por la libertad de expresión

Después de que tres sentencias del Supremo que ratifican otras tantas condenas vuelvan a provocar el debate. ¿Realmente es un asunto en el que estamos en franco retroceso?
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La Razón

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¿Está en peligro la libertad de expresión y creación en España? Eso parece a la vista de tres sentencias recientes del Supremo que ratifican otras tantas condenas: al columnista Juan Antonio Horrach, a la revista satírica «Mongolia» y al colectivo ultrarracionalista Homo Velamine. El primero de ellos, Juan Antonio Horrach, publicó en 2016 una columna de opinión en «El Mundo» –«El Día de Baleares», crítica con la gestión del Ayuntamiento de Palma. En un párrafo recordaba la infancia compartida con el regidor de movilidad, mencionando que ya entonces «las mujeres no eran su debilidad».
En tono claramente irónico, barajaba la posibilidad de que la deficiente gestión criticada en el artículo se debiese a una venganza por la crueldad infantil de entonces. Ese párrafo le costó al columnista un expediente administrativo –más tarde retirado– por parte del gobierno socialista de Armengol y una denuncia civil del propio regidor por vulnerar su derecho al honor, ahora ratificada por el Supremo. «La sentencia es preocupante para la libertad de expresión», comenta Horrach. «Los límites son cada vez más asfixiantes para los articulistas de opinión. El concepto de honor y los llamados delitos de odio son tan elásticos que pueden acabar afectando a cualquier cosa que se publique». El caso de «Mongolia» no es menos preocupante. Un fotomontaje con la imagen de Ortega Cano utilizado en un cartel promocional de su espectáculo, provocó la denuncia del torero y ahora el Supremo ratifica condena por vulnerar su honor y su derecho a la propia imagen.
Capacidad satírica
El escritor Edu Galán, cocreador de la revista satírica, no sale de su asombro: «La imagen no hacía un uso comercial de la de Ortega Cano. Lo que se promocionaba con ese cartel era la capacidad crítica de una revista satírica sobre personajes de actualidad. Y él era, en ese momento, uno de esos personajes de actualidad. No hay diferencia alguna entre que aparezca en la propia revista o en un cartel». La condena de 40.000 euros impuesta a la revista podría conllevar una autocensura futura de aquellos que la ejercen, siendo uno de los indicativos de la salud democrática de un país. «Nadie se atreverá ante la posibilidad de tener que afrontar semejante multa. Y esto no tiene nada que ver con la ideología: puede ser perseguido cualquiera», apunta Galán. «Llevamos solo ocho años con ’'Mongolia”, pero veo un retroceso en las libertades de expresión y creación, especialmente en diversas corrientes de la izquierda. Todo se convierte en odio, en “-fobo”, con tal de no debatir. Todo son sentimientos y la exigencia de que los poderes públicos callen a los ’'odiosos’'». También Homo Velamine tiene que hacer frente a 15.000 euros de multa y 18 meses de cárcel. Lo insólito de este caso es que los hechos de los que son acusados nunca tuvieron lugar: el Tour de La Manada no existió. Los ultrarracionalistas crearon una web en la que se ofertaba un falso tour por los escenarios de los hechos ocurridos en Pamplona el 7 de julio de 2016. La intención, en la línea de anteriores acciones de Homo Velamine, era la de denunciar mediante la reflexión irónica el tratamiento informativo dado por los medios al caso de La Manada. Tres días después, la oferta del falso tour desaparece y se sustituye por un texto que explica la intención y naturaleza de la web. Cuatro meses más tarde se formaliza la denuncia por parte de la abogada de la víctima, acusando al colectivo de «comercializar con su sufrimiento» y dando por real el tour.
Expectación mediática
Toda la desinformación que rodea a este caso, incluídas las filtraciones a los medios –obviando la intención real de la web pese a conocerla y pese a que una de las líneas de su defensa es que la expectación mediática agrava las consecuencias psicológicas de su representada–, confirman lo oportuno de la crítica del colectivo a los medios y nuestra ausencia de autocrítica. «Esto no es nuevo. Las personas que se dedican a la escritura y a la participación pública han estado siempre amenazadas por los poderes desde que la conversación pública existe como tal: la iglesia, el poder político, económico, etc. Ahora lo que hay es un poder sumado que limita la libertad de expresión de las personas y que es el poder de la jauría». Quien así habla es el periodista Arcadi Espada, con dos causas pendientes de resolución: una interpuesta por la Generalitat y su consejero de Bienestar Social y otra por Abogados Cristianos a cuenta de sendas columnas. «La magnitud y dimensión de esto respecto a la autocensura es más importante de lo que pensamos» añade.
«A excepción del discurso de orden performativo en que alguien pueda decir algo como “maten a este tío”, solo una llamada a la acción tan tajante y directa, no se me ocurre ningún caso en que la libertad de expresión no esté justificada», añade Espada. «La libertad de expresión es conquista del espíritu ilustrado». Considera Espada que la sociedad democrática tiene una deuda pendiente con el castigo de la mentira. «Con la defensa de la verdad, que existe y es una. La verdad es un valor importantísimo y moralmente es nuestra electricidad: no debe quedar impune su vulneración» reflexiona el escritor. «La facilidad con la que se incurre en el pisoteo de la verdad es lo que debería ser castigado».
COMO LOS TEDAX
La libertad de expresión está seriamente amenazada en España. Lo demuestran sentencias como la reciente del Tribunal Supremo en el caso del llamado Tour de la Manada. Una parodia diseñada por el colectivo satírico Homo Velamine para zaherir la repugnante actuación de los mass media españoles. Les ha supuesto 18 meses de cárcel y 15.000 euros de multa. En vez de celebrar la honestidad y valentía de los cómicos van los jueces y recetan garrote. De paso nuestros ropones demuestran que saben nadar y guardar la ropa en las aguas fecales del populismo punitivo. Igual de lamentable y disparatada ha sido la condena a la revista «Mongolia» por su parodia, fotomontaje mediante, del diestro Ortega Cano. Nuestros caricatos, entre ellos, Edu Galán, autor de un libro formidable sobre el auto de fe contra un hombre inocente, Woody Allen, tendrán que pagar 40.000 euros de multa, más intereses y costas judiciales. Qué decir de la condena al columnista de «El Mundo Baleares», Juan Antonio Horrach. Suma y sigue.
Hace dos años redacté junto a mi amigo, el escritor Pepe Albert de Paco, un manifiesto en defensa del también escritor y periodista Arcadi Espada, objeto de una cacería legal tras aparecer en el programa de TV de un publicista con ínfulas. Al escritor se le acumulaban las demandas interpuestas directamente y/o a través de entidades afines a la Generalitat. Nuestro manifiesto, al que entre muchos otros se adhirieron Steven Pinker, Richard Dawkins, Fernando Savater, Joaquín Sabina, Antonio Escohotado, Raúl del Pozo, Luis Herrero, Albert Boadella, Federico Jiménez Losantos, Félix Ovejero y Joaquín Leguina, denunciaba la «ofensiva de quienes, amparándose en la defensa de la moralidad, no aspiran sino a acomodar la discusión pública a sus mezquinos intereses, las más de las veces políticos». Nos aterraba la anomalía de un país donde las polémicas intelectuales embocan con excesiva facilidad los tribunales.
Para terminar toda esta balada a la mordaza añadan el anteledivinuano delito de ofensa contra los sentimientos religiosos, que habría liquidado a Charlie Hebdo, y a los Monty Python de La vida de Brian, y añadan la proposición no de ley «sobre la prevención de la propagación de discursos de odio en el espacio digital». Entre el déficit de comprensión lectora de algunos jueces y el impulso carroñero de la turba, que celebra la persecución de cuantos piensan distinto, habrá que vestirse de TEDAX antes de escribir.
Julio VALDEÓN