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Esta es la nueva ola que desmonta a Irene Montero

Voces como las de Lidia Falcón, Loola Pérez, Cuca Casado o Miriam Tey se unen con fuerza para criticar las fallas y problemáticas que conlleva la expansión de un feminismo hegemónico
efeLa Razón

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Las voces disidentes, aquellas que no están de acuerdo con una suerte de feminismo hegemónico, han perdido el temor a alzarse y manifestar la discrepancia. Por feminismo hegemónico o dominante nos referimos a la facción más radical de un movimiento que, aupado y espoleado por medios de comunicación y personalidades públicas, se ha instalado en las instituciones, empeñado en imponer su moral. Un feminismo teóricamente heterodoxo y que, sin embargo, controla ya todas las palancas del poder, de los consejos de administración de los gigantes de Silicon Valley a las redacciones de los grandes periódicos estadounidenses y de los lemas publicitarios al BOE español.
Sin embargo, cada vez más mujeres se alejan de un movimiento identitario que se empeña en presentarlas como sujetos frágiles y victimizados, al tiempo que señalan al varón como responsable y culpable único. A despecho de unas redes clientelares diseñadas para premiar a los que siguen el discurso fijado y castigar a los díscolos, se discuten y desmontan algunos de los principales postulados sobre los que se sustenta y empieza a desaparecer el silencio cómplice, el miedo a ser señalados y etiquetados, a ser acusados de alentar todos los males y legitimar toda injusticia. En los últimos días, la organización Confluencia Movimiento Feminista (CMF) pedía al presidente del Gobierno el cese de Irene Montero como titular del Ministerio de Igualdad.
Lidia Falcón, presidenta de la Confederación de Organizaciones Feministas del Estado Español (COFEM) y fundadora del Partido Feminista de España en 1979, cree que no se puede llamar feminismo a lo que este ministerio representa. «Son el caballo de Troya de diversos lobbies, incluido el lobbie de la mafia de la prostitución, y han sido alentados por ese partido, Podemos, que es una mezcla de populismo y de fascismo. Hasta esta etapa, penosa, el movimiento feminista nunca planteó ni defendió muchos de los asuntos que ellos defienden», sostiene. «No tiene nada que ver con el feminismo mejor, es el enemigo del feminismo».
Cuca Casado, coautora del libro «Desmontando el feminismo hegemónico», coordinado por Irune Ariño y editado por Unión Editorial, señala su falta de rigor y de evidencias como principal defecto de un movimiento heredero del feminismo radical de la segunda ola, influido por el marxismo y cuyo objetivo es dictar la moral que ha de imperar a través de la legislación, marcando la agenda política de gobiernos y medios de comunicación. «Esto ha generado una red clientelar de organizaciones subvencionadas y ha abortado la posibilidad de disentir o abordar cualquier cuestión de forma diferente a la impuesta», añade.
Empatía hacia las mujeres
Para Pablo de Lora, profesor de Filosofía del Derecho y autor de «Lo sexual es político (y jurídico)», «desde el punto de vista teórico, es un movimiento “zombi” pues sus deseos originales –los que tienen que ver con la lucha contra la discriminación y la igualdad básica en derechos– han muerto de éxito, pero esa estela de prestigio sirve para encauzar demandas políticas que no tienen que ver necesariamente con el feminismo: la lucha contra el cambio climático, anticapitalismo, derechos de los trans...». Puestos a encontrarle virtudes, explica que éste habría puesto «sobre el tapete de la discusión algunos asuntos que vale la pena debatir, como por ejemplo el valor del consentimiento en las relaciones sexuales, o cómo regular el fabuloso avance de las técnicas de reproducción humana asistida, más específicamente la licitud de la gestación por sustitución».
En este sentido, Sergio Candanedo, también conocido como UTBH y coautor del libro «Prohibir la manzana y encontrar la serpiente», señala su capacidad para aprovechar la empatía hacia las mujeres víctimas y el rechazo social que produce la violencia hacia estas, «hasta el punto de haber convencido a unos cuantos de que hay un nexo en común entre abrir demasiado las piernas en el metro o equivocarse al servir la fanta y la cerveza con el asesinato conyugal». Entiende Candanedo que «de la empatía de la sociedad hacia los problemas de las mujeres se aprovecha una élite que parasita nuestras administraciones públicas y que, con la complicidad de distintos medios de comunicación y personalidades de redes sociales, trabaja de forma diligente en la cuestionable labor de criminalizar a los hombres y aterrorizar a las mujeres».
«Busca victimizar a la mujer como sujeto antropológico y al mismo tiempo criminalizar a aquellas que tienen una vida sexual no convencional», añade Sofía Rincón, artista y coautora del libro «Hombres y Sombras, contra el feminismo hegemónico», editado por Miriam Tey para ED Libros. «Ambas posturas» explica «se sustentan en la extrapolación de las conductas machistas a todo ámbito y fenómeno de la vida, obviando o trivializando factores que puedan alterar las tesis que mantienen». «Promueve la confrontación entre sexos, el tribalismo, el identitarismo, la intolerancia, el prejuicio, la discriminación y la desigualdad ante la ley», zanja Sergio.
«Lo que importa» dice Falcón «es la lucha identitaria, la identidad. Ya no luchamos por la liberación contra el capital, por ejemplo, sino por defender nuestra identidad. Se trata de un discurso perverso, que manipula los sentimientos. Al final sólo importa cómo te sientes». Precisamente Miriam Tey, editora, escritora, y directora del Instituto de la Mujer entre los años 2003 y 2004, reflexiona: «Aunque los derechos se han ido alcanzando en Occidente y las cuotas de poder a las que ha accedido la mujer han crecido, seguimos entretenidas con simbologías vacías, enredándonos en gramáticas erráticas, y sin cuestionarnos de forma descarnada dónde queremos llegar realmente, si estamos dispuestas al pago y las renuncias que implica el trayecto y cuál es de verdad el lugar al que queremos dirigirnos. Si es aquel ya ocupado por otros o todavía debemos inventarnos una Ítaca propia».
«Para mí el feminismo constituye una reivindicación de la autonomía y responsabilidad individual, el respeto a la diversidad o la defensa de que el sexo/género no es una categoría puramente social», explica Loola Pérez, sexóloga y autora de «Maldita Feminista», editado por Seix Barral. «Esto hace que tome distancia con el feminismo hegemónico. Se presenta a caballo entre una ideología culpable y una ideología culpabilizadora. Recurre a la simplificación, la infantilización, el dogmatismo y la polarización. No hay espacio para la crítica razonada y el argumento razonable. Ante ello, la desacreditación, el insulto y la presunción de “machista” constituyen las estrategias más populares para evitar el debate o desestimar la disidencia dentro del propio movimiento feminista».
«En términos generales», cuenta Candanedo, «el machismo explícito y directo produce un profundo e inmediato rechazo en una gran mayoría social, sin embargo hay otro machismo indirecto, paternalista y condescendiente, disfrazado de falso feminismo, que defiende que la autonomía y la posibilidad de desarrollo de las mujeres dependa de la intervención y limosna estatal». Así las cosas, el objetivo del feminismo hoy en día pasaría por «la emancipación de las mujeres, la garantía de sus derechos básicos, de su educación y condiciones mínimas que les pueden desarrollar como agentes morales autónomos, en aquellos países donde eso dista mucho de realizar (países donde religiones misóginas permean las instituciones y el poder político)» según Pablo de Lora.
La auténtica revolución
«En Occidente» añade «me parece que el feminismo debería estar bien afanado en combatir el puritanismo sexual que las peores versiones del feminismo han contribuido a desplegar desde hace unos años». Coincide Casado en que si realmente el feminismo busca emancipar a las mujeres «debería trasladarse a los países en los que las mujeres tienen un status jurídico inferior al de los hombres y gozan de menos derechos que estos; cuestión que en España, en concreto, y en Occidente, en general, está resuelta. Y si busca resolver las problemáticas en torno al género, que defiendan políticas públicas basadas en la evidencia, sin perder de vista las cuestiones que afectan a los hombres más que a ningún otro grupo poblacional». «La igualdad entre los sexos como valor, como derecho, se está devaluando ante un feminismo hegemónico más interesado en la ideología que en proporcionar a la sociedad conocimiento, educación, justicia» remarca Loola Pérez. «El único movimiento feminista que tendría sentido dentro de las sociedades occidentales hoy en día», concluye Candanedo, «sería la revolución de las mujeres contra el propio feminismo hegemónico».