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En junio de 2020, el Liceo barcelonés ofreció un concierto para las plantas

El año en el que la cultura nos rescató

A pesar de ser uno de los sectores más castigados, ha cumplido con su función y, gracias a ella, la población española ha sobrellevado mejor esta tragedia

¿Cómo hubiera sido esta pandemia en los años cuarenta? ¿Y en los cincuenta? La Covid ha hundido a numerosos sectores económicos y la cultura está entre los más afectados, pero, a diferencia de muchos, ha cumplido más que nunca con su deber. Durante el confinamiento y los meses siguientes, la tragedia de este azote ha podido ser mitigada gracias a los libros, que se han vendido físicamente a través de los servicios «online», y el «ebook», pero, también a la música y las plataformas, que han servido películas y series. Ni siquiera los museos renunciaron, como ha sucedido en otros países, y, tras la cuarentena, han abierto y luchado por mantener su plan expositivo.

Las dificultades, y fueron abundantes, no han detenido la función para la que está marcada la cultura. La escritora María Dueñas, autora de «El tiempo entre costuras», destaca este lado positivo y asegura que «los libros, el cine y las series, los conciertos, incluso los paseos por los museos y exposiciones virtuales, se han convertido para muchos en grandes compañeros de viaje en este extraño periodo de nuestras vidas». Para la ella, la cultura «nos ha dado consuelo y compañía, nos ha arrojado luz en los momentos oscuros e infundido la confianza de que todo, en algún momento, retornará a la normalidad».

Leer para pasar la tragedia

Librerías de la Cuesta Moyano.
Librerías de la Cuesta Moyano.©Gonzalo Pérez MataLa Razón.

Esto mismo sostiene Santiago Posteguillo, Premio Planeta y autor de la trilogía de Trajano. «La gente no terminaba de darse cuenta de que depende de la cultura, no para sobrevivir, sino para hacer de la vida algo agradable, placentero, y mucho más en estos momentos, cuando ha sido un auténtico refugio en mitad de la tragedia. Las personas acababan de ser conscientes de dicha relevancia y creo que ahora sí se han dado cuenta». Posteguillo, que acaba de publicar «Y Julia retó a los dioses», aporta un dato más: «Los políticos deberían besar los pies de cualquiera que cree cultura, porque, de lo contrario, sin ella, el follón social sería tres veces más grande de lo que es, porque todo el mundo tendría mucha más fatiga pandémica». El mundo del libro temió lo peor con la llegada del confinamiento y la imposibilidad de abrir. Pero la respuesta posterior fue increíble.

Nada más levantar la persiana de cierre de las librerías, las ventas comenzaron a multiplicarse y superaron las expectativas más optimistas. Las brumas que había en el horizonte se despejaban. Las ventas remontaron y al final de 2020, las editoriales habían conseguido sacar adelante el año con unas pérdidas mínimas. Pero lo más interesante es que durante el confinamiento los índices de lectura, que en el pasado arrojaban tantas veces datos polémicos, han crecido. Hay quien auguraba que la televisión iba a ser la gran protagonista de esta época, pero muchas personas optaron por entretenerse durante su tiempo de ocio con una novela, un ensayo o poesía.

Así, el índice de lectura aumentó tres puntos a lo largo de 2020. Esto indica que alrededor del 68 por ciento de los españoles leyeron algún libro durante 2020. Pero hay más. Los lectores frecuentes aumentaron y pasó del 50 por ciento al 52 de la población. Y se alcanzó un máximo histórico, un 57 por ciento, con aquellos que leen a diario o a lo largo de la semana. Los libros, uno de los artículos más frágiles de la cultura, ha demostrado de nuevo que es capaz de resistir las más duras crisis y, además, consolar en los instantes más delicados que puede atravesar la sociedad.

La transición de la música

C. Tangana durante el programa “Operación Triunfo”
C. Tangana durante el programa “Operación Triunfo”larazon

La música fue la tabla de salvación del confinamiento. En todas partes, pero en España especialmente, tuvimos un himno que se cantaba desde balcones y ventanas aunque quizá ya suene a historia antigua. Fueron las semanas del «Resistiré». Pero no solamente eso: la mayoría de los artistas lanzaron temas durante el confinamiento o invitaron a sus seguidores a actuaciones gratuitas en «streaming» y encuentros que les acercaron a sus fans. Sin embargo, las malas noticias se cebaron con la música en vivo y su ecosistema. Salas, festivales y todos los oficios vinculados a la música en directo vivieron un tsunami que les dejó sin recursos. Fue un año terrible para miles de profesionales altamente cualificados que se han quedado sin trabajo. Los conciertos regresaron, bajo estrictas medidas de seguridad, pero con poco futuro. Algunos eventos fueron cancelados en el último momento y otros, en cumplimiento de todas las normas, desataron la polémica, como el que Raphael celebró en el WiZink Center.

Aunque no todo fueron malas noticias. La pandemia aceleró la transición del modelo de consumo musical hacia el «streaming», un camino que ya se había iniciado pero que terminó de precipitarse en 2020. A pesar de que el pasado mes de marzo, la situación generada por la pandemia llevó a pensar en enormes pérdidas económicas para la industria fonográfica, la situación terminó siendo revertida. Las plataformas vieron aumentar su número de suscriptores y de oyentes en los diferentes formatos. El consumo de «streaming» aumentó un 27 por ciento (un 33 en la modalidad gratuita) y hasta quince artistas superaron los 100 millones de reproducciones en Spotify. En el primer semestre de 2020 (la industria no ha terminado los balances del segundo, que fue mejor), el sector mejoró sus cifras de facturación un 4 por ciento gracias al fuerte alza del «streaming». Sin embargo, esta «reconversión industrial» no beneficia a todos por igual. Los artistas, privados de sus fuentes primordiales de ingresos, el directo y el merchandising, han cuestionado públicamente un modelo que deja migajas al creador y millones a la industria.

El arte, necesario

10/03/21 Madrid. Centro-RetiroMuseo del Prado.@Cipriano Pastrano
10/03/21 Madrid. Centro-RetiroMuseo del Prado.@Cipriano PastranoCipriano Pastrano DelgadoLa Raz—n

Las restricciones tampoco han servido de freno para las salas de exposiciones, museos o galerías. Una vez más, el arte ha respondido al cambio, ha servido como instrumento de guerra contra el enemigo –en este caso, el virus–, continuando firme en su razón de ser reflejo de la realidad. Como decía Pablo Picasso, «el arte lava del alma el polvo de la vida cotidiana» y, en una situación donde unas dolorosas cifras nos han ensuciado el ánimo, este sector reunía fuerzas para no quedarse con los brazos cruzados. En un contexto de tragedia social y en una «terrible situación económica y laboral que sufren millones de ciudadanos, se pone a prueba la fortaleza de las instituciones», confirma Miguel Falomir, director del Museo del Prado. «Creo sinceramente que la Pinacoteca ha demostrado y está demostrando una fuerza y un espíritu combativos a la altura de lo que supone ser la primera institución cultural de nuestro país», añade.

«Todos nuestros trabajadores han demostrado un compromiso envidiable durante este año», continúa Falomir, «y si algo bueno ha traído es que se ha demostrado que, incluso en los momentos más difíciles, o quizá por eso precisamente, el arte interesa, la cultura importa, los museos están vivos y son necesarios». Así lo percibe también el equipo de la Galería Marlborough, que subraya a este diario que «el arte se alimenta del ser humano», y viceversa. «La necesidad de expresarnos siempre ha sido inherente a las personas a lo largo de toda vivencia humana, sea en crisis o momentos de bonanza», explican, destacando el papel que han jugado las galerías en este último año. «Hemos observado que la disminución drástica de los viajes y gastos de otro tipo de ocio ha hecho que mucha gente que no había estado en contacto con el arte se plantease empezar a comprarlo y coleccionar», explican.

No obstante, «el mercado del arte se ha resentido. La cancelación de ferias y las restricciones de movilidad han supuesto un golpe. Nos obligaron a reinventarnos y buscar alternativas online». Con esto, además de implementar «medidas de seguridad e higiene», han reforzado la presencia en redes y plataformas digitales de venta y exhibición. Una digitalización en la que también se ha lucido el Prado, que «ha sabido seguir presente en las vidas de los ciudadanos a través de redes sociales, la página web o los directos vía Instagram». Tanto la Pinacoteca como la Marlborough celebran, en definitiva, la acogida del público: la charla entre comisarios que inauguró la exposición «Pasiones mitológicas» –en el museo–, tuvo más de 150.000 seguidores, mientras que la galería recalca cómo «nuestros primeros visitantes nos decían, a veces con bastante emoción, lo mucho que habían echado de menos el placer de visitar una exposición».

La supervivencia teatral

Irene Escolar y Nao Albet en un pase gráfico previo al estreno de la versión libre de Àlex Rigola de "La gaviota"
Irene Escolar y Nao Albet en un pase gráfico previo al estreno de la versión libre de Àlex Rigola de "La gaviota"Juanjo MartínEFE

No es cuestión de llorar más que nadie porque el año ha sido duro para todos, pero tampoco se miente cuando afirmamos que, dentro de la cultura, el teatro es el arte al que la pandemia más tocó. Encerrado en casa, a las malas, das a un botón y te reconcilias con el cine y las series; o tocas otra tecla y suena la música del mismo modo que antes te ponías un vinilo o un CD; o abres un libro y te sumerges en un nuevo mundo; hasta, si me apuran, delante del ordenador puedes ver cuadros a una resolución que no se consigue en el directo de un museo... Con el teatro no hay opción de recuperar sensaciones. Y mira que se intentó.

Tras cerrar a cal y canto cada uno de los escenarios, la mayoría de las salas se esforzaron en poner parte de sus repertorios en la red en un ataque de solidaridad. Funciones gratis para no perder esa relación entre escenarios y espectadores, pero también para hacer más llevaderos esos primeros días de incertidumbre. Pero, no nos engañemos, sin quitar una pizca de valor al gesto, el teatro online no es teatro. Eso está muy bien para facilitar la vida a los programadores y ya. El teatro es un arte en vivo en el que dos partes (actores y público) deben conectar en un mismo espacio y en un mismo tiempo. Todo lo demás es otra cosa.

De este modo, se logró el objetivo: aumentaron cada día las ganas de recuperar lo perdido y así se vio desde el primer momento en el que se retomaron las costumbres entre las nuevas distancias, las mascarillas y los geles. Se cambiaron los hábitos, la platea ya no traza un plan con semanas de antelación, sino que se espera a pocos días de la función para reservar las entradas. Pero lo importante se mantiene doce meses después del inicio del horror, continúan las ganas de vivir el teatro. Los tickets se venden. No ha pesado el temor a encerrarse en una sala con otras tantas personas desconocidas. Se ha asumido que, con el oportuno cuidado, la magia de las tablas es segura. Así lo certificó un estudio de la Aptem de finales de año en el que se destacaban los «cero brotes» registrados en las salas madrileñas.

Y es que la capital, en particular, pero también España, en general, han sido un oasis dentro de la cultura mundial. «Nos miran con envidia», reconoce Blanca Li, directora de los escenarios del Canal. La industria no se podía permitir el lujo de titubear (menos aún con la lentitud burocrática a la hora de ayudar), así que, como reconocían los grandes magnates de la producción teatral, los Cimarro, Salaberria, Cámara y compañía: «Hay que tirar hacia delante como sea». Ellos asumieron riesgos, principalmente económicos, y cumplieron con un arte que durante mucho tiempo apenas les dejó meter un 30% del aforo. Un año después del palo, parece que, a duras penas, la cosa aguanta. Eso sí, no se pueden olvidar a todas esas salas que se quedaron por el camino; especialmente significativa fue la caída de unos pesos pesados de esto, los Kamikazes. Si bien recogían el Nacional de Teatro en 2017, tres años más tarde su proyecto se convirtió en una utopía dentro de una pandemia. Demasiado bonito para ser verdad.

La situación, pues, sí ha obligado al sector a reinventarse en cierto modo y a clarificar un futuro en el que, por supuesto, habrá un teatro como el que ya nos mostraron los griegos y ha permanecido inamovible durante siglos, pero en el que ahora también existe un espacio para nuevos formatos vía online, donde el directo y la claustrofobia de la «webcam» conserva parte de la esencia. Y existe otra vuelta de tuerca en la que los escenarios se trasladan a la pantalla para dar una segunda vida a los montajes. Siguiendo la línea de «Estudio 1» o, más tarde, «Urtain» (2014), Bárbara Lennie e Irene Escolar apadrinaron un proyecto en HBO, «Escenario 0», que ha dado un nuevo aire a piezas como «Hermanas», «Juicio a una zorra» o «Mammon».

Cine, cambio de paradigma

Fachada de los cines Golem, en Madrid
Fachada de los cines Golem, en MadridLuis DíazLa Razón

En línea con el carácter extremadamente severo con el que el virus se ha colado en todos los sectores de la industria cultural, sin excepción alguna, resulta inevitable pensar en el cine como uno de los grandes damnificados de toda esta circunstancia ajena e incontrolable. En su papel primigenio de catalizador de imágenes y emociones y pese a la continuidad estabilizada de consumidores que ha mantenido durante el confinamiento, el séptimo arte no solo ha tenido que enfrentarse a la soledad impuesta de las salas vacías, sino también a un cambio paradigmático del modelo de consumo. La taquilla se resentía y caía más de un 72% mientras que de forma progresiva grandes cadenas y pequeñas salas echaban el cierre y todos los agentes de la industria, desde exhibidores hasta productoras y distribuidoras, se veían afectados por un ramillete de factores cuya flor más espinosa parecía identificarse con las nuevas ventanas digitales.

«Las plataformas no son el enemigo de las salas, son absolutamente compatibles con la asistencia del público. El enemigo real es el coronavirus. Soy el primero que en su casa tiene plataformas y hace uso de ellas, pero también soy el primero que va al cine. El verdadero cambio en el modelo de consumo no reside en dónde ver el producto, sino en fijarse cómo la gente cada vez consume más productos audiovisuales. Si en 2019 iba más gente a las salas que en 2015 y en 2019 había más suscriptores a plataformas que en 2015, la conclusión que debemos sacar es que cada vez se consume más producto audiovisual», indica Fernando Lobo, responsable de comunicación de la distribuidora Surtsey, copropietario de los Cines Embajadores y ejemplo esperanzador de la resistencia audiovisual.

Cuatro meses antes de que comenzara el confinamiento y coincidiendo coyunturalmente con un escenario abrupto para las salas, estos cines con vocación de barrio abrieron sus puertas demostrando que las salas todavía estaban vivas. Fernando asegura que «el cine ha sido una auténtica válvula de escape para todos durante este año. Estábamos en casa y la lectura, el cine, las series, el arte, el teatro y la música se convirtieron en nuestro refugio. En el barrio de Arganzuela la gente valora mucho que estemos trabajando con tanta ilusión, con tanta devoción por el cine» y añade convencido: «El ocio no se puede terminar. No vamos a estar toda la vida comiendo, durmiendo y trabajando. La gente se empezará a animar en cuanto esto termine y prueba de ello son la cantidad de estrenos futuros que se están reservando las productoras. Cuando podamos movernos, vamos a salir en masa para ir a las salas y por consiguiente el consumo en plataformas también se verá afectado. Se abre un camino de confluencia entre todos». En definitiva, la cultura vuelve a resistir estoica pese al poder amenazante de los cambios.

Vivir pegados a las pantallas

Cuando Disney+ salió al mercado a pelear con Netflix y Amazon Prime Video en esa cuadratura del círculo que es la guerra de las plataformas, pocos esperaban el rápido crecimiento de la Casa del Ratón. Un año y el descuento más tarde, suma casi 100 millones de usuarios en todo el mundo y rompe estadísticas que Netflix tardó 12 años en arañar. El ascenso meteórico, dopado por la pandemia, también ha hecho que se abra el espectro: todos los operadores de Internet de nuestro país tenían, antes del virus, asociada una plataforma, pero es que hasta las cadenas y grupos mediáticos se han subido al barco. Según el último estudio de Digital TV Research, la pandemia ha dejado un millón más de suscriptores a las plataformas en nuestro país, con un dominio dictatorial de Netflix pero con un apego especial por HBO, que es el que más fidelidad consigue mes a mes.
Con todo, Aunque el sector es reacio a la luz y los taquígrafos, por aquello de no saltar a la piscina sin saber si lo harán los demás, los datos de plataformas como Filmin, ya en clave nacional, difícilmente podrían ser mejores. “Tenemos más suscriptores, hemos ampliado nuestro equipo y nuestro catálogo. Creo que hemos dado continuidad a esa nueva demanda que ha provocado la pandemia”, explica Jaume Ripoll, cofundador y director editorial de una plataforma a la que han llegado a escribir muchos usuarios para agradecerles su compañía durante la parte más dura del encierro.
Tras una década como punta de lanza del cine en “streaming” en España, aunque sin renunciar al apoyo a unas salas con las que han seguido contando incluso tras la irrupción del virus, Ripoll cree que el modelo Filmin ha brillado durante el confinamiento porque estaba mejor preparado: “Hay que entender cada título en su propio cosmos. Películas como ‘’Josep’’ pedían un esfuerzo en salas y otras como ‘’The Assistant’’ han tenido mucho impacto gracias a ir directamente a la plataforma. Nuestra relación con las salas varía. Si bien la mayoría se prestan a las colaboraciones, porque nos beneficia a todos, hay otras que siguen en un inmovilismo que no va a favor de nada”, remata.
Pese a que los cines de Los Angeles y Nueva York, centros estratégicos de la exhibición, parece que reabrirán por fin este mes tras un año cerrados, y con la promesa de que la primavera llenará las butacas de la Europa vieja, salas como los Cines Paz de Madrid siguen en un limbo poco esperanzador: “Nuestro público seguirá siendo población de riesgo y el ritmo de vacunación no es nada halagüeño”, explican desde su gestión. La esperanza pasa por cadenas como Yelmo, que se ha animado a reabrir todas sus salas, con aforo reducido, o Cinesa, que implementará de forma vertical eventos deportivos en directo.