Buscar Iniciar sesión

“Los Remedios”: el teatro del futuro llega al CDN

El Centro Dramático Nacional recupera para su programación “Los Remedios”, una comedia de autoficción sobre la mistad y la identidad que despertó la atención de la crítica en el circuito off
Luz SoriaLuz Soria
La Razón

Creada:

Última actualización:

El interés de Alfredo Sanzol por dar cabida en el Centro Dramático Nacional a los nuevos creadores, dramaturgos y directores del panorama nacional ha permitido que una obra como “Los Remedios”, estrenada en el off madrileño con muy buena acogida por parte de la crítica, pero con escasa repercusión, cobre ahora una nueva vida en la sala pequeña del Teatro María Guerrero y pueda llegar a un público mayor y más heterogéneo. “Me gustó muchísimo el espectáculo cuando lo vi –explica el director de la institución pública-, y creo que una de mis funciones en el CDN es estar atento a lo que pasa en el off, porque ahí está el teatro del futuro. Vi en esta obra una mirada nueva al pasado y, sobre todo, una mirada nueva a la relación que establecemos con el lugar donde nos criamos; un lugar que condiciona para bien y para mal, y que crea relaciones de amor y de odio”.
Escrita por Fernando Delgado-Hierro en clave de autoficción, la obra cuenta, efectivamente, la historia de amistad, prolongada hasta el presente desde la infancia, de dos jóvenes nacidos y criados en el barrio sevillano de Los Remedios; una historia, según su autor, “sobre cómo el entorno, nuestras familias, nuestros profesores, nuestros amigos… han determinado lo que somos”. El propio Delgado-Hierro y el actor Pablo Chaves, amigo suyo en la vida real, interpretan, en forma de cómica y tierna retrospectiva, su propia evolución como seres humanos en el lugar en el que vinieron al mundo, y reflexionan con mucho humor, a partir de su biografía vital y emocional, acerca de su vocación de actores. “En realidad -confiesa el autor-, la historia surgió a partir del interés previo que yo tenía en trabajar con Pablo (Chaves) y con Juan Ceacero (director de la función). Tenía mucho material relacionado con lo que tiene que ver con la memoria, tenía toda mi experiencia en común con Pablo, y tenía, sobre todo, la necesidad de pensar en el teatro, de reencontrarme con él como algo que te puede salvar y te puede ayudar a redefinir todo ese pasado”.
En esa búsqueda de la identidad propia, la función se fue escribiendo y armando dramatúrgicamente a partir de un trabajo colaborativo de ensayos con sus dos compañeros. “Siento este texto como muy propio y, a la vez, como una conciliación de varias voluntades”, explica. Y tiene mucho que ver, en esa pluralidad de visiones ficcionalizadas que ofrece la obra sobre los mismos hechos, la propia singularidad de los dos protagonistas a la hora de sentir y recordar sus propias vidas. “Lo que tiene trabajar con Pablo en un espectáculo de autoficción como este –reconoce Delgado-Hierro- es que vemos las mismas cosas, pero de manera muy distinta, y un mismo recuerdo cobra significados muy diferentes para ambos”. Y apunta algo a este respecto el director que tiene mucho que ver con el tono cambiante y surrealista que tiene a veces la función: “Fernando y Pablo son una especie de Tip y Coll; los dos tienen mucho sentido del humor, pero tienen un humor muy diferente; y eso te permite hacer sobre el escenario que se acerquen de distinta manera a un mismo lugar. La obra es una comedia con mucha exageración y mucha hipérbole, pero estos son recursos que te ayudan precisamente a llegar a lo real, o la verdad”.
Mucho humor y mucha autoparodia que caminan, en todo momento, de la mano de la emoción, como explica Ceacero: “La función propone un ejercicio de reconciliación con el pasado. Pero ese ejercicio puede ser muy duro, y no es posible realizarlo si no nos tenemos los unos a los otros; eso es algo que mí personalmente me emociona mucho. Es una obra sobre la amistad. En este sentido, hay un paralelismo entre lo que se cuenta y el modo de contarlo, porque en todo el proceso hemos tratado de reivindicar y redefinir el aspecto colectivo del teatro, es decir, el trabajo de verdadera compañía”.
Aunque “Los Remedios” parta de una experiencia tan concreta y particular como es la vida y el entorno de barrio de los dos protagonistas, la obra tiende a la universalidad en la medida en que nos interroga, según explica su director, sobre algo que atañe a cualquier persona por igual: “La gran pregunta que subyace, o el verdadero tema de fondo, es ‘cómo he llegado a ser lo que soy a día de hoy teniendo en cuenta de dónde vengo’; y esa pregunta nos lleva a plantear dos viajes: por un lado, está el de la propia reconstrucción de esa memoria; y, por otro lado, hay también un viaje para encontrar la voz propia con la que expresar todo ese pasado, es decir, un viaje hacia la teatralidad”. Y en el camino hacia esa voz propia surge una suerte de indagación formal que conlleva echar mano de muchos elementos y leguajes distintos, tal y como señala Ceacero: “Hay una estructura de juego que permite que los actores entren y salgan, se disfracen, cuenten cosas, hagan escenas dramáticas al uso, otras más contemporáneas… Hay una especie de catálogo de géneros, estilos y tonos. Siempre digo, en broma, que a mí me gusta la zarzuela, porque me gustan las creaciones en las que se canta, se baila… y se hace un poco de todo”.

El querido y odiado barrio

Construido tal y como hoy se conoce en los años 50, y repoblado por tanto en esa época, Los Remedios es en la actualidad un barrio de clase media que figura entre los más conservadores y religiosos de Sevilla, y que, según Delgado-Hierro, “tiene una idiosincrasia muy particular”. “Es un barrio con un carácter muy determinado, muy fuerte -asegura este actor y dramaturgo, que vio la luz allí en 1988-. Ahí Pablo (Chaves) y yo fuimos descubriendo la vida, y descubrimos también el teatro; pero también es un sitio en el que nos sentimos hoy raros; un sitio del que salimos un poco huyendo. Pero la función no trata ajustar cuentas con ese lugar, sino más bien todo lo contrario; lo que propone la obra es un viaje de reconciliación, para conectarnos de nuevo con ese lugar y con nosotros mismos; para explorar y encontrar nuestras propias raíces y poder hallar así nuestra voz”.

Archivado en: