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El Museo del Prado estrena “Soldado”, una obra inédita de Fernán Gómez que reivindica al soldado anónimo

La obra es un homenaje a los combatientes que han peleado en todas las guerras de España y que se representará delante de “La rendición de Breda”, de Velázquez, hasta mediados de abril

Son esos soldados sin nombre, pero duros, secos y enjutos, que, empujados por el hambre, la falta de hacienda y la miseria, acuden a combatir a países que no son el suyo y a pelear bajo la bandera de un rey que no conocerán nunca. Velázquez representó la rendición de Breda en 1635, diez años después de la claudicación de plaza y, varios siglos después, el dramaturgo Fernando Fernán Gómez se detuvo delante de la escena representada por el artista para reflexionar sobre lo que veía. Contempló el cuadro con cuidado: las tropas españolas a un lado; las filas holandesas, al otro; oficiales muy elegantes, ataviados de oro y negro, los cuartos de un caballo pintado en escorzo, un horizonte de picas y, en primer plano, inclinado, Justino de Nassau entregando las llaves de la ciudad y, enfrente, el general de tercios de Flandes, Ambrosio Spínola recogiendo el premio de la campaña.

El actor y escritor reparó enseguida que en la tela existía una falta imperdonable y que en la composición no aparecían aquellos que sostuvieron la pelea y lograron el triunfo; los soldados que soportaron las cuchilladas y el frío, y que aprendieron a convivir con los estómagos vacíos y el escorbuto que los dejaba sin dientes y con la sonrisa mellada. Esa ausencia le inspiró un monólogo breve, pero muy inspirado, de gran fuerza literaria, que le abría la posibilidad de hablar de las tropas que estuvieron en Breda, pero que también lucharon en Pavía y mucho después en Cuba y en la Batalla del Ebro, cruzando el río con el agua hasta el pecho y sosteniendo el rifle sobre sus cabezas. Para él son siempre el mismo tipo de hombre. Gente brava, pero resignada, obligada a cumplir con un papel que la historia nunca les reconocerá. Las esculturas y los monumentos están dedicados a los generales y estadistas. Jamás al tipo menudo que se bate en las trincheras

Esta pieza teatral permaneció extraviada entre papeles y cajas hasta que se encontró mucho después del fallecimiento de su autor. Se publicó, junto a otros fragmentos desconocidos, en un tomo de las Obras Completas del intérprete en Galaxia Gutenberg, pero jamás se había representado y permanecía como una obra prácticamente desconocida. Hasta ahora. El Museo del Prado ha decidido llevar adelante este recital tres veces al día (a las 11:00, 12:00 y 13:00 h.) durante los próximos dos fines de semana de marzo y en las siguientes fechas de abril: 10, 11, 17 y 18. Producido por Arte & Desmayo, el actor que se mete en la piel de este soldado de tercios, exultante al recordar la batalla, quejumbroso cuando habla de sus compañeros, es Daniel Ortiz. «Es una reivindicación de los combatientes anónimos de la historia de España. De esos héroes sin rostro. Sería extrapolable a la pandemia actual, a esos momentos en que la gente salía a las ventanas y balcones para aplaudir a los sanitarios, que son los que nos han mantenido a flote en unas circunstancias muy duras».

Centenario

Daniel Ortiz no duda de que, detrás de las palabras de Fernando Fernán Gómez, late un mensaje antibelicista. «Es una obra contra la guerra. Pero es lógico. Él tenía 15 años cuando estalló la Guerra Civil española. Él vivió este conflicto en Madrid. Esta postura se deduce fácilmente de unas palabras, cuando se refiere a esos hombres que se tienen que marchar de sus tierras para ir a defender las ideas de un monarca lejano. Está escrito en primera persona, lo que también deja entrever, por otro lado, la reivindicación sostenida que hace de estos soldados».

Ahora que se cumple el centenario del autor de «El tiempo amarillo» (nació el 28 de agosto de 1921 en Lima, Perú) se ha convertido en una buena oportunidad para rescatar este texto vinculado con el museo del Prado, aunque, sin embargo, no se sabe cómo escribió ni en qué año ni, tampoco, si su meditación proviene de unas visitas continuadas a la pinacoteca o no. Estos son datos que se pierden en el olvido. «Está escrito -asegura Daniel Ortiz- para ser representado delante del cuadro, eso sí, aunque también se podría hacer a la italiana: con un bastidor y una copia del lienzo a tamaño natural. Este soldado va describiendo lo que se ve y, a la vez, hace una profunda meditación». Lo interesante de «Soldado», según él, es que se acerca a los tercios, mitificados durante años, desde una perspectiva diferente y ofrece de ellos un retrato muy crudo, sincero y contemporáneo, pero, también, muy humano de los hombres que formaron esas filas.

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