Guerra, arte y reyes: El Prado cuenta su historia
Las salas recogen objetos como el contrato de Picasso como director de la pinacoteca o uno de los obuses que cayeron en sus alrededores durante la Guerra Civil
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Esta es una exposición sobre el propio museo y no sobre las obras que conserva en sus salas. Una muestra que enseña la evolución de su arquitectura, los cambios que ha sufrido la institución y los avatares y acontecimientos que han incidido en su historia durante sus doscientos años de existencia y que han circulado de manera paralela a su devenir. Es como si todo lo que se contó, se dijo, se expresó durante el Bicentenario hubiera tomado cuerpo y se hubiera materializado en un recorrido. En las antiguas salas que antes cobijaron el Tesoro del Delfín, la pinacoteca madrileña ha decidido contar su pasado, convirtiéndose, como aseguró ayer Miguel Falomir, director del Prado, en uno de los pocos museos que tienen un espacio dedicado a este tema.
Para alcanzar este objetivo se han reunido 265 piezas, muchas de ellas históricas, que el público no ha visto con anterioridad. Ellas dan corporeidad y sirven para resaltar, de una manera visual, la sucesivas etapas de desarrollo, transformación y crecimiento. Entre los objetos que más llaman la atención está, por ejemplo, el nombramiento de Pablo Picasso como director de la entidad. El contrato se expone y se puede leer con claridad. Ahí consta su cargo y la remuneración que iba a percibir: 15.000 pesetas anuales. El pintor jamás tomó el cargo ni recibió jamás un duro. Ente las curiosidades que más llaman la atención están: un obús que cayó en las inmediaciones del museo durante la Guerra Civil española, las fichas que consignaban el estado de salud de las obras en el traslado hacia Suiza para salvarlas del conflicto del 36, la gorra oficial que parte del personal debía llevar durante el franquismo, un ejemplo de las escupideras que había en los pasillos durante el siglo XIX para que los visitantes se deshicieran del tabaco y un viejo armario con los utensilios que los conservadores empleaban para la restauración y conservación de los óleos, tablas y esculturas que salvaguardaban.
Otras curiosidades son las sucesivas maquetas expuestas. A través de ellas podemos observar los cambios del edificio. Dos de ellas, aparte de un dibujo que también se exhibe, pertenecen precisamente a Rafael Moneo, que se encargó de llevar hacia adelante la última ampliación.
Del siglo XIX a Norman Foster
Víctor Cageao, director de Inmuebles y Medio Natural del Patrimonio Nacional, ha sido el encargado de sacar adelante esta iniciativa. Él explicó que el recorrido está dividido en ocho partes temáticas y cronológicas que van desde el proyecto arquitectónico de Villanueva, su convivencia con el Museo de la Trinidad y la conversación en una institución del Estado hasta la Guerra Civil, el Franquismo y la Transición. La visita no termina con el presente, sino con el futuro, con el llamado Campus del Prado que se inaugurará con la apertura del Salón de Reinos y la esperadísima ampliación de Norman Foster (existen alusiones también a las anteriores y a la importancia que tuvieron).
Pero Víctor Cageao no se ha detenido en los personajes más famosos que han marcado el destino del Museo del Prado. «Aunque hay protagonistas con nombre y apellidos, queremos que también estén presentes personas anónimas, que no son conocidas y sin las que hubiera sido imposible llegar a hoy», comentó. La exposición, que, a pesar de todo, también recoge el nombre de los principales directores, está jalonada por postales, recortes de diarios y fotografías que ayudan a contextualizar hechos trascendentales no solo para el museo sino también para el conjunto de la sociedad, como es el regreso del «Guernica» y la restauración que se llevó a cabo de «Las Meninas» en 1984.