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Las hazañas de los héroes del siglo XIX, tachadas de franquistas

Recula el alcalde socialista y, ante la metedura de pata, no se retirarán los nombres de Churruca, Gravina y Cervera de sus calles, símbolos españoles de las batallas de Trafalgar y Cuba
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Resulta evidente que el sistema educativo español falla desde hace muchos años. Cuando el alcalde de una gran ciudad como es Palma de Mallorca, licenciado en Económicas y Ciencias Empresariales, carece de los conocimientos básicos de Historia de su país, está claro que algo no funciona. Esto, grave en un universitario, podría ser sin embargo puntualmente comprensible si Hila tuviera una repulsa insuperable al estudio y conocimiento del pasado de su patria, pero no resulta en general admisible. Que 14 concejales y 57 altísimos cargos municipales, más una ristra inabarcable de asesores, desconozcan lo básico de la Historia de España es preocupante. Este hecho resulta especialmente «sensible» cuando el tema del cambio de nombres de calles, por supuestos por motivos de la Ley de Memoria Histórica, ha provocado ya numerosos palos judiciales a muchos ayuntamientos «del cambio». Está claro que hay personas que pasan por la universidad, pero la universidad no pasa por ellos.
Hace tiempo, Tierno Galván, socialista histórico y profesor universitario, siendo alcalde de Madrid, mantuvo en la capital de España los nombres –hoy políticamente «incorrectos»– de reyes, reinas y princesas, de una veintena de duques y más de sesenta marqueses y cuatro docenas de condes, de vírgenes, santos, cardenales, obispos, frailes, curas y monjas, militares –golpistas o no– como Espartero, Martínez Campos, Yagüe y Moscardó , así como de políticos de todo pelaje, junto a payasos, músicos, cómicos y toreros, todos ellos presentes en las veinte mil calles de Madrid.
La doctrina del Viejo Profesor, cargada de sentido histórico y sentido común, sostenía que las calles debían tener el nombre con que nacieron, pues eran testigos de una época y de un tiempo, de la historia de las ciudades. La doctrina Tierno evitaba el partidismo y la politización del callejero, al tiempo que ahorraba a los ciudadanos y al propio Ayuntamiento «una pasta».
Está claro que el informe que ha costado 14.980 euros al de Palma de Mallorca de Marçal Isern ha sido el causante (que era lo que quería de antemano el Ayuntamiento) de muchos problemas al regidor balear. Marçal, el experto autor del especializado y bien remunerado informe, es miembro de la Asociación Memoria de Mallorca, una más de las rentables asociaciones nacidas a la sombra de los generosos presupuestos concedidos para la Memoria Histórica por Zapatero y ahora por Sánchez.
Marçal es uno de los damnificados por el franquismo, como él mismo ha escrito, porque su abuela Antonia Riera fue obligada a cambiar dinero republicano (que dejó de tener valor en la España nacional, es decir, en todas partes en 1936) y algunos ahorros en moneda extranjera ganados en Francia por los, entonces, muy fiables marcos alemanes. Isern forma parte de las 1.800 familias que componen la Agrupación de Perjudicados por la Incautación Franquista que luchan para recuperar este dinero. Hombre de principios, su condición de memorialista de la Guerra Civil no le ha impedido criticar a los partidos de izquierdas al estar solo preocupados por recuperar sus patrimonios y no el de las familias damnificadas por la dictadura. Todo esto le confiere a Isern una incuestionable capacidad para informar a Hila.
Palma de Mallorca ha querido cambiar doce calles entre las que se cuentran las muy franquistas calles de Churruca, Gravina, Cervera, Rabassa, Toledo... por su inaceptable simbología fascista, por haber sido nombradas por un «ilegal» ayuntamiento franquista. Los ayuntamientos de Franco podrían ser muchas cosas pero no ilegales. La España nacional estaba reconocida por la sociedad internacional de su tiempo (España pertenecía a la ONU desde diciembre de 1955), fruto de la victoria en la Guerra Civil en 1939, lo que le otorgaba una incuestionable legitimidad, al menos de hecho, a lo largo de sus 36 años de vida. Por cierto, puestos a ser puristas, igual de ilegítima era la II República que se proclamó fruto de unas elecciones municipales reinando Alfonso XIII o el gobierno del Frente Popular, como han demostrado los profesores Álvarez Tardío y Villa, que llegó al poder arrebatando al centro derecha su victoria electoral mediante un tosco y fraudulento pucherazo en las elecciones de febrero de 1936.
Los marinos damnificados por la incultura de los gestores municipales son los almirantes Churruca, Gravina y Cervera, tres ilustres miembros de nuestra armada del siglo XIX. El guipuzcoano Cosme Damián Churruca y Elorza fue un científico, marino de guerra, brigadier de la Real Armada y alcalde de Motrico. Federico Carlos Gravina y Nápoli también fue un marino de guerra, 12º capitán general de la Real Armada Española. Ambos combatieron defendiendo el pabellón español en la batalla de Trafalgar (1805). Churruca, al mando del navío de línea «San Juan Nepomuceno», encontró la muerte en combate.
Gravina resultó herido en Trafalgar, perdió un brazo, lo que terminó matándole meses más tarde. A pesar de su terrible herida, Gravina logró llegar con su navío Príncipe de Asturias a Cádiz. El almirante Cervera pasó a la historia por comandar, en 1898, la flota que, en la batalla de Santiago de Cuba, fue destrozada por la flota del almirante estadounidense Sampson. Murió en 1909. Para comprobar quiénes son estos héroes de nuestra Historia basta con entrar en la web del Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia, que recoge más de 50.000 biografías de españoles ilustres, 2.700 años de Historia de España.
Ante semejante metedura de pata, alcalde, concejales, asesores y expertos se descolgaron con que Gravina y Churruca eran dos buques facciosos, ignorando que ambos destructores hicieron la Guerra Civil con el Frente Popular. La verdad es que buscando excusas para un error digno de antología se podía haber dicho algo más atinado. En el caso de Cervera, podía servir el argumento, pues sí existió un crucero ligero que se llamaba Almirante Cervera y que, al estar en Ferrol, quedó en manos de los nacionales, pero, claro, los destructores Gravina y Churruca tiraban por tierra el argumento.
Antes de recular, los almirantes iban a ser sustituidos por tres mujeres: Aina Mol, la «conocida» lingüista catalana, estudiante de filología románica durante los años más duros de la dictadura franquista (se licenció en 1953). Otra recordada en el callejero es la desconocida sindicalista Francisca Vidall. La tercera, Federica Montseny, la primera mujer que detentó un ministerio en España, de filiación anarquista, militante del mismo partido que fue masacrado por el PSOE y la Generalidad de Cataluña en la retaguardia republicana en 1937.
Sobre el cambio de la calle Toledo, en clara alusión a la gesta del general Moscardó, poco se puede decir, aunque por la misma regla de tres todo lo edificado, construido y relacionado con el franquismo debería ser borrado de la faz de la tierra: el Talgo, las autopistas, la Seat, hospitales como la Paz o el Gregorio Marañón (antes Francisco Franco), Televisión Española o Radio Nacional de España, nacida durante la Guerra Civil de manos de Millán Astray para ser la radio de los nacionales. En esta batalla del cambio de calles también entraba la supresión de la de Gabriel Rabassa, falangista, camisa nueva, delegado nacional del Movimiento en Palma, profesor de gimnasia y promotor de la cátedra Ramón Llul de la que terminaría por nacer la facultad de Filosofía que creció hasta formar la actual Universidad de las Islas Baleares. El alcalde Hila renuncia a la calle que él mismo inauguró en el año 2009. Lo dicho: ¡lo que natura non da Salamanca non presta!

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