Palma de Mallorca
Memoria histérica
Digámoslo claramente, eso de la Memoria Histórica es una filfa histérica que no sólo tergiversa los hechos
Ser alcalde de una gran ciudad no exime de ser idiota, o sea, de tener un entendimiento recortado. Lo acaba de demostrar con manifestada amplitud el socialista José Hila en Palma de Mallorca con el argumentario de su Ayuntamiento en el que se justifica el despojo sufrido por los almirantes Churruca y Gravina –héroes de Trafalgar– y el almirante Cervera –marino ilustre que, por obedecer al mando, perdió la batalla de Santiago de Cuba y, con ella, la flota española que guardaba uno de los últimos bastiones del imperio español– al verse expulsados de las calles en las que se les homenajeaba.
Ese argumentario incide en una imposible conexión franquista de aquellos marinos, a quienes, con referencia a su fecha de defunción, separaba del Francisco Franco jefe del Estado nada menos que un siglo y pico, en los dos primeros casos, y tres décadas, en el tercero. Así que estas personalidades egregias difícilmente habrían podido ser franquistas y aún menos fascistas «avant la lettre». Pero dejemos de lado la peregrina discusión intencional del alcalde Hila con sus críticos porque nada se puede desprender del pensamiento neurótico de quienes aún creen que Franco les persigue a todas horas para hacerles víctimas de una historia que ni siquiera les ha tocado vivir.
Porque, digámoslo claramente, eso de la Memoria Histórica es una filfa histérica que no sólo tergiversa los hechos y el sufrimiento vivido por quienes sí fueron víctimas del Régimen, sino que también inventa heroísmos intencionales que nunca existieron para intentar legitimar hoy las actitudes totalitarias que impregnan a una buena parte de la izquierda. Es el caso de los comunistas de otrora, defendidos ahora como luchadores por la libertad y artífices de la democracia, cuando todos los que los conocimos y apoyamos durante el franquismo sabemos que su combate –revestido o no de reconciliación nacional– no perseguía otra cosa que la dictadura del proletariado. Un concepto éste que tenía más de dictadura y menos de proletariado cuanto mayor era el izquierdismo de las facciones –maoísta, trotskista, pro-soviética o eurocomunista– que lo defendían y que al final desembarcaron en el PSOE.
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