Buscar Iniciar sesión

Carlos Saura, entre Lola Flores y Rosalía

El polifacético creador lanza una edición limitada de 85 piezas, 70 reproducciones seriadas y 15 fotosaurios (fotografías intervenidas) entre las que se encuentra un icónico retrato de Lola Flores
Alberto R. RoldánLa Razón
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

Creada:

Última actualización:

Como todos los inicios artísticos que se prestan de forma natural al dramatismo de las grandes historias y de los grandes genios, Carlos Saura empezó en el mundo de la fotografía por amor. Quería conquistar el corazón de una niña a la que furtivamente retrataba detrás de unos arbustos porque le producía vergüenza acercarse a ella si no era tras el parapeto de la cámara. La estrategia, por supuesto, salió mal: “un día le envíe una de las fotografías que le había hecho con una cámara malísima que era de mi padre y le puse un corazón y una flecha acompañado de un “te amo”. Nunca me contestó. Ahí me di cuenta del valor de la fotografía como elemento de conquista”, relataba ayer para LA RAZÓN el excepcional cineasta durante la presentación de uno de sus famosos “fotosaurios” (esto es, fotografías intervenidas mediante la pintura o el dibujo) sobre Lola Flores en el Círculo de Bellas Artes, enmarcada dentro del lanzamiento de una edición limitada de ochenta piezas, setenta de las cuales son reproducciones seriadas y quince pertenecen a las personalísimas versiones creativas del autor.
Tomada en 1992 durante el rodaje de “Sevillanas” y utilizada con anterioridad como portada del libro “Flamenco”, la icónica imagen de la Faraona homenajea la raigambre de la tradición española y pone el acento en la solera de las grandes mujeres flamencas. Con la sabiduría prehistórica de los grandes hechiceros en la cara, aseguró Saura que “para mí ha sido una enorme diversión hacer esto. Nunca antes había dibujado “fotosaurios” a estos tamaños tan grandes” y explicó el germen de su relación con la cantante: “Era buen amigo de Lola Flores antes de hacer la película. Yo vivía por aquel entonces muy cerca de ella, por la zona de María de Molina y me invitaba a sus fiestas en Navidades o para celebrar famosos y sonados cumpleaños. Siempre tuve con ella un vínculo muy afectuoso y muy cariñoso. De modo que cuando surgió la posibilidad de hacer “Sevillanas” con un productor como Juan Lebrón tuvimos claro que ella tenía que trabajar con nosotros”.
Pese a que la Flores le planteó la posibilidad de que sus hijos también intervinieran en el proyecto, el director de “Cría cuervos” se mostró firme en su propuesta. “Tenía que ser solo con ella y finalmente accedió. Bailaría eso sí, a propuesta de ella, unas sevillanas rocieras. Cuando llegamos a hacer su número en el plató, nadie sabía lo que iba a hacer. De forma milagrosa comenzó a improvisar ese maravilloso baile que aparece en la película y yo comencé a hacerla fotos porque me pareció fascinante lo que estaba ocurriendo en el escenario. Me recordaba un poco a la relación cultural que existe entre los gitanos y la India. Fue muy innovador, muy diferente a lo que estaba relacionado con el flamenco puro”, cuenta el director antes de entroncar esta renovación encabezada por la de Jerez de la Frontera con el rupturismo de Rosalía: “Lola representaba de alguna forma ese flamenco “festero”. Ella investigó y consiguió romper los moldes de la ortodoxia igual que Rosalía”.
Y añade: “me gusta Rosalía no porque sea sinónimo de moda, sino porque me pareció (al escucharla las primeras veces) que era una auténtica revolucionaria del flamenco. En el sentido de que estaba bailando como le daba la gana, como hizo en su momento Lola. Hablamos con ella y estaba dispuesta a hacerlo, pero se ve que es complicadísimo. Porque tiene una cantidad de responsables que la llevan y al estar en Estados Unidos no sé hasta qué punto se va a poder llevar a cabo”. Lo cierto es que si uno repasa someramente la trayectoria cinematográfica de Carlos Saura, enseguida repara en la idea de que su idilio con el folclore marca y determina el destino de cada una de sus pasiones hasta el punto de confesar durante la rueda de prensa, con la ternura de un admirador ya provecto, haber pedido que repitieran actuaciones durante el rodaje que estaban ejecutadas de forma perfecta con tal de volver a disfrutar de ellas.
En las mujeres el baile flamenco es excepcionalmente bello por una razón muy sencilla: de brazos para arriba es el cielo. Es un voleteo que según dicen los que entienden de esto, las mujeres no deben hacer nunca hacia dentro, sino con las palmas de las manos hacia fuera. Esa es la norma que seguía Antonio Gades. Y de cintura para abajo nos encontramos con la tierra, con el repiqueteo y la fuerza de las piernas. Es un baile que reúne esas dos cosas: el cielo y la tierra a través de la cintura de una mujer”, subrayó con devoción. La imagen de Saura tiene un precio de 4.500 euros pero él asegura no tener “ni puta idea” de este dato. Tan solo se ha limitado –con 89 espléndidos años– a pintar, que ya es bastante. Y a seguir vibrando con el flamenco, esa disciplina ancestral y hermosa que en sus palabras, “pertenece al pasado, está en el presente y tiene un siempre un porvenir”.