Crítica de «Un blues para Teherán»: Música que libera ★★★☆☆
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Hace solo una semana se estrenaba en las salas españolas «La vida de los demás», otro duro alegato sobre la situación en Irán de Mohammad Rasoulof, un autor siempre en el punto de mira, siempre perseguido y acosado por las autoridades de aquel país. Pero Rasoulof miente, se esconde, y hará, lo promete, cuanto sea necesario para que la creación en libertad siga comiéndole terreno a la censura, a un régimen marcado por el fanatismo religioso y sus consecuencias. La música es también arte, un arte milenario y también contemporáneo capaz de unir a hombres y mujeres de todo el planeta, de hacernos olvidar las vidas arruinadas y oprimidas. En Irán, y durante mucho tiempo, las mujeres tenían prohibido cantar. Y por eso oímos a una joven en el primer filme realizado por el periodista y crítico Javier Tolentino, porque resulta imposible no pensar en cuántas imbecilidades rigen tantas existencias. «Un blues para Teherán», pues, muestra al espectador diferentes rostros unidos por los ritmos a través de Erfan Shafei, un joven kurdo que también escribe poesía y quiere convertirse, a pesar de todo lo dicho, en director de cine. Un documental de excelente factura técnica que, sin apenas ruido a pesar de esas interpretaciones permanentes, nos acerca a los paisajes, a las calles de una ciudad atestada, contradictoria, falta de libertades pero que, sin embargo, no piensa callarse jamás.