“Maria Callas. Cartas y recuerdos”: Bellucci, o la Callas convertida en témpano ★★☆☆☆
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Autor y director: Tom Volf. Intérprete: Monica Bellucci. Festival de Almada, Portugal. 10 y 11-VII-2021.
Hasta 50 euros ha llegado a pagar el público en Lisboa por ver el debut teatral de la famosa actriz y modelo Monica Bellucci en un montaje titulado “Maria Callas. Cartas y recuerdos” que se ha programado en la 38ª edición del Festival de Almada y que cabe esperar que pueda verse luego en alguna de nuestras citas más internacionales, como el Festival de Otoño o el Temporada Alta.
Considerada la más digna sucesora de esa pléyade de artistas raciales que tanta sensualidad y carácter habían imprimido al cine de Federico Fellini, la intérprete italiana decide ahora probar suerte en las tablas, en plena madurez vital y profesional, con 56 años cumplidos y casi ese mismo número de trabajos a sus espaldas para la gran pantalla.
Pero no ha sido suficiente la madurez para escoger bien el proyecto con el que debía dar el salto al teatro. Por desgracia ha dejado más bien frío al respetable con esta propuesta, que se caracteriza precisamente por eso, por una asepsia y un hieratismo rayanos en la gelidez. Nada hay aquí de racial, sino más bien todo lo contrario; y lo curioso es que no llega uno a entender por qué. Atendiendo al material dramatúrgico que sirve de base al monólogo, y que se funda en el mundo más íntimo de la cantante, todo hacía presagiar que el espectador se encontraría en el escenario con una diva, la actriz, tratando de recorrer la polimórfica personalidad de otra diva, la soprano, cuya biografía estuvo jalonada a partes iguales –y así lo atestiguan las cartas y documentos en torno a los cuales se construye la función– de éxitos y reveses, de conquistas y sinsabores. Sin embargo, el juego dramático que ofrece la representación es más bien escaso y anodino.
Enfundada en un bonito vestido negro que perteneció a la propia Callas, y afianzada en una réplica del sofá que la cantante tuvo en su apartamento de París, único elemento escenográfico del que no se separa nunca, Bellucci se larga a media voz un texto detrás de otro, durante 70 minutos, con una monocorde languidez en el ritmo y en la intención y con una rigidez, en lo que concierne al lenguaje corporal, que invitan más al sueño que a la contemplación de su belleza. Tan flagrantes son esos rasgos en la expresión plástica y verbal, que no resulta complicado colegir que están marcados de tal modo por el director Tom Volf –responsable también de la premiada película documental “Maria by Callas”–, quien parece haber concentrado aquí todos sus esfuerzos en mostrar, simplemente, una elegante y cuidada fotografía, mínimamente animada, donde se pueda atisbar la majestad de una artista como Maria Callas.
No se puede negar la corrección formal del trabajo, ni tampoco es fácil saber si otro tipo de espectáculo hubiera permitido tanto como ver “brillar” a Bellucci; pero no tengo ninguna duda de que otro director más experimentado en teatro hubiera sabido aprovechar mejor los puntos fuertes de la actriz –alguien con su bagaje seguro que los tiene- para encauzarlos de la mejor manera en los códigos propios del arte escénico.