Crítica de “Última noche en el Soho”: nostalgia fantasma ★★★
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Dirección: Edgar Wright. Guion: Edgar Wright y Krysty Wilson Cairns. Intérpretes: Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith, Diana Rigg. Gran Bretaña, 2021. Duración: 116 minutos. Thriller.
Edgar Wright sabe que la cultura pop contemporánea será hauntológica o no será, sobre todo si se consume en el hipertexto ciclotímico y efímero de las redes sociales o sirve para que las generaciones maduras exclamen que tiempos pasados siempre fueron mejores. Vivimos, pues, conociendo el mundo a través de sus ausencias, que son las que tienen realmente una historia que contar. No es extraño, pues, que en “Última noche en el Soho” Eloise, una chica de provincias que se instala en el Soho londinense para estudiar moda, encuentre su relato cruzando el espejo del tiempo, y paseándose por su particular Oz, el Londres de los años sesenta, habitado por su reflejo especular, Sandy, otra chica que quiere cumplir sus sueños, esta vez como cantante.
Una de las virtudes del filme de Wright es su brillantez para situarse en el “entre” de estos dos universos, con preciosas transiciones que representan el pliegue y la duplicidad, sin caer nunca en los trucos del cine de viajes temporales. Esa virtud se convierte en defecto cuando se decide a contemporaneizar el lado oscuro de la nostalgia, alertándonos de que ese paraíso perdido también es el infierno de los abusos sexuales y el germen del movimiento #metoo. Da la impresión de que Wright quiere hacer demasiadas cosas a la vez, y los fantasmas se le escapan de las manos. Cuando la película decide apostar por el ‘giallo’, está demasiado despistada para limpiar su propia sangre.
Lo mejor
Las transiciones entre dimensiones temporales y la presencia de Diana Rigg.
Lo peor
Que no se atreva a ser el giallo que lleva dentro hasta un final postizo y precipitado.