Lars Von Trier vuelve al hospital de los líos para revivir el pasado
Veinticinco años después del último capítulo de la serie «El reino», el destacado director, que anunció recientemente que sufría Parkinson, estrena en Venecia la tercera entrega
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Antes de que la segunda edad de oro de la televisión norteamericana convirtiera las series en un fenómeno capital para entender la cultura popular contemporánea, los cineastas se acercaban al medio utilizándolo como laboratorio de ideas para sus futuros proyectos. Cuatro años después de que “Twin Peaks” reinventara la “soap opera” a riesgo de ser incomprendida por la cadena que le dio luz verde, la ABC, Lars Von Trier se miraba en el espejo de David Lynch -y en esa ineludible figura paterna que experimentó con el lenguaje de la televisión en los años cincuenta, Alfred Hitchcock, de quien el director de “Los idiotas” copió sus jocosas apariciones para cerrar cada capítulo- para concebir “The Kingdom”, una miniserie de dos temporadas que reformulaba las convenciones del drama médico bajo el barniz, a menudo mezclado de forma sorprendente y excéntrica, de la ‘sitcom’ absurda y el cuento de fantasmas.
A la manera de lo que hizo Lynch en Cannes en 2017 con la tercera temporada de “Twin Peaks”, Von Trier, que anunció estar enfermo de Parkinson hace unos días, estrenó en la Mostra veneciana “The Kingdom Exodus”, cinco episodios nuevos de su particular, bizarra saga, situada en un hospital que aspira a ser el mejor de Dinamarca pero se parece más al patio de un manicomio en hora punta. Sabemos que ese hospital, construido sobre el sudor atávico de las clases bajas, es la encarnación de una Dinamarca que hace aguas, y esconde sus fantasmas en el hueco de los ascensores. Al menos en los dos primeros capítulos, prima el humor sobre la identidad nacional y la rivalidad con la vecina Suecia. Los momentos más afortunados -que a menudo tienen que ver con Helmer Jr., el neurocirujano que se incorpora al personal directivo del hospital para rendir cuentas con la memoria de su padre- son puro vitriolo: es impagable, por ejemplo, la reunión de Suecos Anónimos expiando su experiencia de vivir en un país tan delirante y poco eficiente como Dinamarca.
Da la impresión de que Von Trier se siente más cómodo revisitando “El jefe de todo esto” que retomando el cuento gótico de fantasmas, que arranca a partir de una ingeniosa argucia metalingüística, en la que la serie original se funde con su prolongación en el presente de manera tan orgánica como artificiosa. Si en 1994 el cineasta danés utilizó “The Kingdom” para experimentar con la estética Dogma antes de hacerla oficial, ahora la imagen sucia, ocre y agitada de esta tercera temporada no nos coge por sorpresa. En ese sentido, aporta pocas novedades, sobre todo en la parte fantástica, en la que reaparecen personajes, y se repiten imágenes espectrales y coros griegos (el deficiente mental, ahora acompañado de un robot, que comenta la acción mientras lava los platos en un tiempo propio de Sísifo) que fidelizan el interés del espectador de la serie original.
La bienvenida intervención de un Willem Dafoe como criatura diabólica que se convierte en lechuza -y que huele a su víctima atada a una cama, como un animal a punto de hincarle el diente a su presa- ofrece un contrapunto inquietante a la transformación digital de ese hospital que respira y regurgita como un ser vivo, con sus intestinos brillando en sótanos lóbregos y pasadizos secretos. Al contrario que Lynch, dispuesto a reventar las expectativas de su público en un multiverso infinito, de dimensiones cósmicas, Von Trier ha vuelto a ingresar en su hospital de los líos por el placer de revivir el pasado. Los que quieran ejercitar el músculo de la nostalgia, pronto la tendrán en Filmin.