Literatura
Vuelven los fantasmas
Los espectros invaden las librerías, desde clásicos victorianos a comedias hilarantes
BARCELONA- Hay una regla de oro a la hora de tratar con un fantasma, y es no ponerse melodramático y contarle todos tus problemas. No es por que no sepan eschucar, ni que la voz humana les irrite hasta tal extremo que empiecen a matar a todo el mundo. La verdadera razón es que, por muy terrible que creas que es tu propia historia, seguro que la suya es muchísimo peor, y por qué no admitirlo, mucho más interesante. Desde el principio de los tiempos los fantasmas cuentan las mejores historias y lo mejor que puede hacer uno es callar, escuchar, y ponerse a gritar de entusiasmo cuando han acabado. Desde clásicos de la novela gótica como «El castillo de Otranto», de Horace Walpole, a maravillas del terror victoriano como M. R. James, los cuentos de fantasmas son todo lo que tiene que tener una buena historia, unos personajes invisibles y hombres o mujeres que los ven. Ya está, es así de simple.
Como cada año, en la época de Halloween y el día de los difuntos, las editoriales rescatan algunos de estos maravillosos relatos. A veces dan miedo, otros despiertan el muerto que todos llevamos dentro y nos provocan empatía y lástima, y hay incluso que nos hacen reír hasta caernos por los suelos, porque cuando alguien ve lo invisible, o es terrible, o es mágico o es un vodevil.
El clásico de fantasmas divertidos es «Topper y los fantasmas joviales», (Barataria) de Thorne Smith, que tuvo su cima de popularidad en los 40 con la película protagonizada por Cary Grant. La historia es sencilla. Un matrimonio acaudalado se estrella en su flamante coche y despierta como fantasmas. Atrapados en el mundo, intentarán hacer una buena obra para ver si así van al cielo y su objetivo será que uno de sus amigos, el pobre Topper, de un giro a su aburrida vida y empiece a divertirse más. Como buena obra es ciertamente la mejor que se puede hacer por alguien.
Otro de los cuentos más divertidos escritos nunca sobre espectros es «El buque fantasma», (Valdemar) de Richard Middleton. En un pueblo en el que todo el mundo puede ver los fantasmas de sus viejos familiares y vecinos, aparece un día un barco pirata fantasma comandado por un extraño capitán. Vivos y muertos habían convivido en paz hasta entonces, pero los piratas empezarán a invitar a todos los fantasmas al buque, a emborracharlos, y, bueno, que un fantasma puede ser un fastidio, pero un fantasma borracho es ya la hecatombe.
Dentro de esos cuentos que están en todas las antologías como «el mejor relato de bla bla bla de la historia», acaban de reeditarse dos absolutas obras maestras del terror. «La casa y el cerebro» (Impedimenta), de Edward Bulwer-Lytton, es una vuelta de tuerca a la idea de casa encantada, una habitación vacía regida por la tormentosa voluntad de un ser tan terrible y pre histérico, o sea que obliga a gritar de horror, que hiela la sangre. Por su parte, en «La calavera aullante» (Valdemar), de Francis Marion Crawford, se incluye el relato «La litera de arriba», en el que la encantada es una cabina de barco. Allí permanece el fantasma de una suicida que, por mucho que lo intente, no puede suicidarse todavía más y en la frustración siempre es mejor matar a los demás a ver si es contagioso.
Grandes escritores que no se han especializado en el género, como Henry James, Edith Warton, Oscar Wilde o Charles Dickens, también probaron con los fantasmas. Lo mismo hizo Robertson Davies, del que Libros del Asteroide acaba de recuperar «Espíritu festivo», su aproximación al género a medio camino de la parodia y el homenaje. Y luego está Sherley Jackson, autora de la clásica «House of Haunted Hill», que Minúscula ha publicado «Siempre hemos vivido en el castillo».
Entre las sombras
«El buque fantasma»
Richard Middleton
Valdemar
188 páginas, 9,50 euros.
«La calavera aullante»
Francis Marion Crawford
Impedimenta
224 páginas, 21,00 euros.
«La casa y el cerebro»
Edward Bulwer-Lytton
Impedimenta
108 páginas, 14,95 euros.
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