Yuri Felshtinsky: «Putin ha destruido la cultura rusa, nunca se va a recuperar»
Este investigador moscovita, afincado en EE UU y ex colaborador del asesinado Litvinenko, cree que el 24 de febrero «comenzó la Tercera Guerra Mundial»
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Yuri Felshtinsky (Moscú, 1956) lleva más de veinte años sin pisar su país. La última vez que estuvo en Rusia fue para ayudar a escapar a Alexander Litvinenko, el ex agente del KGB que luego sería envenenado con polonio en un hotel de Londres. Con él escribió un libro clave para entender cómo funciona el servicio secreto ruso, «Rusia dinamitada: tramas secretas y terrorismo de Estado en la Federación rusa». Aquella publicación le valió una condena a muerte. Ahora, este historiador exiliado en EE UU vuelve con «Ucrania. La primera batalla de la Tercera Guerra Mundial» (Deusto), hilvanado a cuatro manos con Michael Stanchev, asesor del Ministerio de Exteriores de Kiev. Felshtinsky, que ayer impartió una conferencia magistral en la Fundación Rafael del Pino, cree que Putin ha sentenciado para siempre a la cultura rusa. Y que la sangre derramada en Ucrania pesará más que el legado de Pushkin o Dostoievsky.
-¿Cómo es ser ruso hoy en Estados Unidos?
-No encontrará a muchos rusos que apoyen la invasión de Ucrania, algo que no ocurrió en 2014 con la ocupación de Crimea. La verdad es que no noto el rechazo, pero sí es importante destacar que antes del 24 de febrero, día que empezó la guerra, no tenía ningún problema en decir dónde había nacido. Ahora me siento obligado a añadir que no apoyo a Vladimir Putin y que dejé Rusia hace muchos años. Esta guerra ha creado un problema gigantesco para los rusos que viven fuera o que viajan al extranjero. También para la lengua rusa. Putin ha logrado exactamente lo contrario de lo que se proponía. Ha destruido la cultura rusa, que no se va a recuperar nunca. No va a sobrevivir.
-Usted afirma que no es Putin quien manda en Rusia, sino el FSB, antigua KGB.
-Efectivamente. El sistema del servicio secreto opera infiltrándose en la sociedad civil, igual que antes mandaba a células durmientes al extranjero. Así se posicionan. En el caso de Putin, él también fue enviado a servir en una misión; en su caso, convertirse primero en primer ministro y, luego, en presidente. Hay decenas de miles de oficiales que, como él, ocupan posiciones en todo el país al servicio del KGB. Por eso el problema es aún más complicado. No es un dictador que pueda ser depuesto, como Sadam o Lukashenko. Él representa el poder del FSB en Rusia y sabe que estará respaldado mientras haga lo que debe. Esta estabilidad se ha roto con la guerra en Ucrania y el sistema colapsará cuando Rusia sea derrotada.
-¿Qué posibilidades hay de que el conflicto escale al nivel nuclear?
-Después de ocho meses de guerra, Vladimir Putin se ha quedado sin Ejército. Nadie lo había previsto, claro. Ni la OTAN, ni Ucrania, ni Rusia. Esto se debe a una multitud de factores, uno de ellos es que los ucranianos han demostrado ser tan irracionales, en el buen sentido, como los rusos. Ganaron en el momento en el que su presidente, Volodimir Zelensky, decidió quedarse en Kiev en lugar de abandonar el país. Llevaban preparándose ocho años para esta guerra.
-¿Es una victoria factible?
-A los ucranianos les han colocado en una posición imposible: no pueden ganar porque Occidente les impide emplear las armas que les facilita de manera ofensiva, tanto en Bielorrusia como en suelo ruso. Por eso, lo máximo que pueden hacer es defenderse y mantenerse, no avanzar. Y cuanto más dure esta situación, más probabilidades hay de que Putin acabe usando armamento nuclear desde Bielorrusia, un Estado independiente de Rusia. En mi opinión, la OTAN ha cometido un error enorme y estúpido afirmando que, en ese caso, no respondería porque Ucrania no es parte de la Alianza. Occidente debería permitir un ataque preventivo de Ucrania sobre Bielorrusia, es la única forma de impedir la escalada nuclear.
-¿Hay alguna posibilidad de que ese núcleo duro del FSB sacrifique a Putin?
-Lo harían si fuera la única manera de salvar al sistema, pero no sería suficiente. Para detener la guerra al menos tendrían que retirarse de Ucrania, aceptar las fronteras de 2013 y, probablemente, aceptar crímenes de guerra y las consiguientes reparaciones y encarcelaciones de militares. El asunto está en que no se me ocurre ningún dirigente ruso capaz de aceptar esas condiciones; creo que no existe. Es una derrota que nadie va a asumir después de llevar 20 años planeando esta estrategia que ha salido mal.
-¿Estamos a las puertas de otra guerra mundial?
-El 28 de febrero empezó la Tercera Guerra Mundial. La incógnita es cuánto va a durar y hacia dónde evolucionará. No creo que se prolongue seis años más, me inclino más bien por un periodo de dos años. Pero hay que cambiar de estrategia, no podemos seguir con el objetivo de contener el enfrentamiento dentro de Ucrania. Las acciones de respuesta han de dejar de ser puramente defensivas. Esperar y ver qué pasa es una táctica suicida, la manera de impedir que escale a nivel nuclear es un ataque preventivo.
-¿Y quién lo va a hacer?
-Ucrania. Ha quedado demostrado que es el único país con un Ejército capaz de resistir el avance ruso, aunque haya sido una sorpresa para todos. No hace falta que la OTAN les asista sobre el terreno, lo que necesitan son armas y las manos libres. Saben lo que hacen. Al líder bielorruso, Alexander Lukashenko, lo pueden tumbar en una semana. No tiene ningún apoyo. Lo que puede ocurrir entonces es que Putin declare que Bielorrusia es parte de la federación, pero, entonces, inhabilita su capacidad de atacar desde ahí con munición atómica.
-La OTAN no se atreve a tanto, al menos de momento.
-Yo lo entiendo. Temen que Putin extienda el conflicto a los países aliados, pero la única forma de parar la guerra es que Rusia sea derrotada. Hay que asegurarse de que no mueven arsenal nuclear a Bielorrusia y esto es difícil porque se puede hacer de una manera muy rápida. Si esperamos puede ser demasiado tarde. No creo que vayan a lanzar el ataque desde Rusia porque sería un suicidio y, si tuvieran esa intención, ya lo habrían hecho.
-¿Se sostiene la manida comparación con Hitler?
-Hay muchas diferencias. Adolf Hitler solo estuvo doce años en el poder y antes de septiembre del 39 había matado a mucha menos gente Putin. Y luego está el asunto de que las armas nucleares no estaban presentes.
-¿Dónde está la sociedad civil rusa?
-La oposición política no existe, los partidos han sido suprimidos y no hay pugna por el poder. El FSB está infiltrado en todas las formaciones. Por primera vez en la Historia nos encontramos con que es el aparato de Seguridad estatal el que dirige el país y controla el Ejército. Rusia nunca fue una democracia. Hasta el año 1918 era una monarquía y luego, una dictadura comunista hasta 1991. Los rusos son muy dados a pensar que todos los problemas desde la caída del Muro se deben a que la nación dejó de ser una potencia imperial. Es complicado de explicar, pero los rusos están sufriendo. Ellos creen que son especiales, no se ven como los demás. Su existencia pasa, exclusivamente, por ser un estado imperial. En Rusia se dice que para ser respetado hay que ser temido. Esto lo explica todo. El segundo problema es que hasta los rusos más educados y urbanitas, si les preguntas por el valor de ser ruso, lo ponen por delante de cualquier nacionalidad. Como mucho, se ven al mismo nivel que los estadounidenses. Se creen una gran nación con una gran cultura y no conciben que puedan ser comparados con otros pueblos, como los ucranianos.
-Hoy se publica que la Administración de Biden está metiendo presión a Kiev para que negocie con Moscú.
-El problema es que no hay base para la negociación porque Putin lo quiere todo. No es que quiera solo una parte de Ucrania, ni siquiera el país entero, es que busca dibujar nuevas fronteras en el este de Europa que emulen a la Unión Soviética y puedan recuperar la misma influencia que tenían por entonces. Curiosamente, sus acciones les han llevado a conseguir justo lo contrario de lo que buscaban. Hay menos respeto por la lengua y la cultura rusas y no se le han bajado los humos a la OTAN. No se va a echar atrás y los aliados tampoco.
-Si Donald Trump logra volver a la Casa Blanca en 2024, ¿qué escenario se plantea?
-La respuesta a esa pregunta está muy clara: Estados Unidos abandonará inmediatamente la Alianza Atlántica. No hay duda. Donald Trump se escudará en que la mayor amenaza para Washington es la hegemonía china, no la rusa. Algo en lo que no estoy para nada de acuerdo. Y, entonces, los americanos dejarán de intervenir en Ucrania con el resto de aliados. Esa guerra pasará a ser considerada, exclusivamente, un problema europeo.