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«69, année erotique». La postura traviesa de Serge Gainsbourg

Junto con Jane Birkin, el francés afianzó con este tema su fama de chico malo y retrató aquellos años de libertinaje
larazon

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Serge Gainsbourg era tanto de la estirpe de Boris Vian como de Sade. Uno lo hubiera imaginado fácilmente en la piel de un Francois Villon de haber nacido varios siglo atrás y, por supuesto, en alguna faena libertina en los tiempos de la Revolución. Pocos artistas han tenido un talento tan enfermizo para la ambigüedad y la lubricidad, para el cultivo del doble y triple sentido de las cosas, a veces incluso sin esconderlas tanto a la vista. Hoy, tal y como están las cosas, hubiera sido un tipo socialmente peligroso. Ya lo era incluso en aquella Francia de la revolución sexual. Algunas «partenaires» que tanto le debieron no le perdonan sus juegos florales con carne ajena. La cándida France Gall no se dio cuenta hasta demasiado tarde que aquel «Les sucettes» (1966) era un más que evidente canto a la práctica inmemorial de la «felatio».
Pero Gall fue la más inocente de sus parejas artísticas. Brigitte Bardot, por ejemplo, sabía bien a lo que jugaba con los gemidos orgásmicos de «Je t’aime... moi non plus». Ella era la mujer creada por Dios para la fantasía de medianoche y el culto onanístico de los hombres y Gainsbourg la tenía entre ceja y ceja, pero ella se echó para atrás cuando vio la reacción en las radios. Aquella canción era realmente un escándalo y Gainsbourg la pudo editar solo con su nueva pareja, la inglesa Jane Birkin, a la que conoce en 1968. Este Baudelaire con un gitanes humeante siempre en los dedos hará de la actriz y cantante cómplice de sus ejercicios epatantes durante dos décadas.

Tradicional y rupturista

Al tiempo que «Je t’aime... moi non plus» empieza a levantar polvareda (el Vaticano se queja, decenas de países lo censuran...), prepara para el año siguiente otro tema jocoso: «69, année érotique». La letra da cuenta de los viajes en ferry de Gainsbourg y Birkin, ya amantes, queriéndose en la cama, frente al ojo de buey, un viaje que, dicen, «durará todo un año», ese «69, año erótico» en que la propia canción salta a las radios. El guiño a la conocida postura sexual de los, digamos, amantes mutuamente generosos, es más que evidente. Abundaba en la fama de chico malo de Gainsbourg, pero al mismo tiempo nos abre una ventana inmejorable a aquellos años de despendole sexual, de libertad y libertinaje, pero también de reivindicaciones feministas y homosexuales. Una corriente alterna de sexo y canciones en los años en que los niños pijos buscaban la arena bajo las aceras de París. Serge, el goliardo, había envuelto todo aquello de música tan tradicional como rupturista, el último grito de la «chanson». Y, en el centro, el número mágico: el 69.
Desde el Kamasutra en adelante se viene hablando de esta postura que, no obstante, no ocupa precisamente el 69 en el famoso libro hindú. De hecho, se supone que fueron los franceses quienes lo establecieron atendiendo a la grafía de estos dos números. En concreto, aparece citado en el «Catecismo libertino» de Anne-Josèphe Théroigne de Méricourt, un curioso personaje de la Revolución Francesa, considerada una depravada libertina. Una mujer con quien Gainsbourg hubiera tenido más de dos palabras sobre la intersección entre el sexo y la libertad o el sexo y la esclavitud. Y mientras el «año erótico» seguía delante, «Je t’aime... moi non plus» conquistaba el número 1 en Reino Unido y llenaba de susurros amatorios las radios, piratas o no, de todo el mundo.