A Zeffirelli le jubilan del Metropolitan
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Doscientas cuarenta y siete veces después de estar en escena el montaje que el maestro Franco Zeffirelli, 96 años, concibió para la «Aida» del Metropolitan de Nueva York dice adiós. «Addio». El coliseo, dicho sea de paso, le ha sacado partido después de más de treinta años a pie de escenario. Parece que el intendente Peter Gelb le quiere sacar partido (no sé si exprimir cual limón sería una más correcta expresión) al triplete formado por Anna Netrebko, la nueva diva de la casa, Piotr Beczala y Anita Rachvelishvili, que ya le han dado bastante juego y tardes de gloria. Con ellos quiere levantar el telón la temporada que viene, aunque en esta ocasión con la regía de Michael Mayer y el diseño de Christine Jones, pareja que llevó a «Rigoletto», otro hijo de Verdi, a la década de los sesenta y lo dejó caer en un casino de Las Vegas. «Addio» a esa escenografía tan auténticamente añeja, dicho sea sin la menor de las críticas, y a esas masas de esclavos deambulando por el escenario, pasando una y otra vez por delante del público para hacer creer que los extras se multiplican en progresión geométrica. El clasicismo ya es ido. Será un recuerdo en la casa de la lírica de Nueva York; sin embargo, el intendente rompe una lanza en favor de éste cuando asegura que «personalmente me interesa la teatralidad de nuestras producciones, ya tenga una apariencia de vanguardia o una apariencia tradicional». Ahí queda. Lo que no sabemos es cómo le habrá sentado al maestro italiano la decisión del hombre que mueve los hilos del Met, ávido de vender tickets y de que los asientos, unos tres mil, que no es moco de pavo, no se queden vacíos. Con este título y el reclamo del triángulo de gargantas suponemos que habrá ya lista de espera. Gelb, que no estará para líos, ha salido al paso de las primeras voces que amenazaban con enturbiarle la gran jugada para decir que la nueva «Aida» será «tan grandiosa y épica como la actual», en un guiño al nonagenario Franco, un hombre de mucho caracter al que el coliseo debe bastante. Adiós a una manera de concebir la escena y bienvenida otra nueva, más fría, quizá, digitalmente acorde a los nuevos tiempos que harán de las proyecciones de Mark Grimmer (de 59 Productions) elemento clave. Además, la producción eliminará uno de los dos intermedios con el objeto de que quienes acudan al teatro puedan tomar el último tren que une Scarsdale con Nueva York en poco más de media hora. «Addio», pues, al maestro italiano y bienvenido sea Mayer, dos manera de concebir y hacer la ópera. De entenderla. Gelb, que tiene bastante mano izquierda, ha contado con Plácido Domingo, que estrenó la ópera en el Met, para sus últimas funciones, en esta ocasión en el foso. Hoy, en la última representación de esta «Aida» los muros de Egipto pasarán a formar parte de la historia. «Cualquier ópera debería ser ante todo un viaje emocional», dice Gelb. Y parece que se lo ha aplicado.