Fotografía
Alberto García-Alix: «Soy un gran depredador de mí mismo»
Centra su último documental, «La línea de sombra», en su propia figura.
Centra su último documental, «La línea de sombra», en su propia figura.
Más tatuado que un marino de Conrad y, como él, con una ligera sorna en la mirada, propia de quien la ha visto de todos los colores, ya sea en el mar o, en su caso, en la carretera, en la vida... Así aparece Alberto García-Alix (León, 1956) en San Sebastián, festival al que ha venido para presentar el documental sobre su persona «La línea de sombra» (dirigido por Nicolás Combarro) y su proyecto audiovisual «De donde no se vuelve».
–¿Sin esa «línea de sombra» que atraviesa su biografía (varios excesos) sería igual su obra?
–No sería la misma. No lo sería mi vida ni, por ende, mi obra.
–¿Cuánto han influido las drogas en su trabajo?
–Si ha influido es para mal, por las fotos que dejé de hacer.
–¿La fotografía ha sido un paliativo cuando caminaba por el filo?
–Llevo 40 años haciendo fotos, educando el ojo. En 40 años la fotografía me ha regalado un sentido a mi vida de alguna manera, y un trabajo. Me ha dado mucho.
–A menudo tomar fotos era girar la cámara hacia usted.
–Soy un gran depredador de mí mismo en la búsqueda de imágenes. Comencé fotografiando mi entorno, y sin él no habría encontrado la pulsión de mirar.
–¿Nunca ha sentido pudor en autorretratarse?
–Me da pudor, por ejemplo, salir en este documental, no me gusta verme, pero fotografiándome a mí mismo nunca lo he sentido. Porque fotografiar es otra cosa, ahí soy propietario de mi intimidad.
–En el documental habla de la «épica» juvenil que vivió en aquel «underground» madrileño. ¿Lo añora?
–No sería esa la palabra. El pasado está ahí, pero es nebuloso. Añoras otras cosas, la libertad y la emoción con la que vivimos nuestra juventud, la esperanza que teníamos. Todos queríamos un mundo mejor a la muerte del dictador. Vivimos unos tiempos muy convulsos y muy buenos.
–Un marco en el que se encuentra la Movida. ¿Se ha mitificado?
–La palabra Movida atañe a muy poca gente porque muy pocos la vivieron realmente. Era un aire que flota... Pero ¿cuánta gente iba al rockola? ¡Si estaba casi siempre vacío! Fue un motor que se replicó en toda España y de donde surgieron movimientos. Una época de gran vitalidad. Pero, más allá de eso, fue una cosa pequeña, de aquel tiempo. Yo no vivo del recuerdo, pero sí que es cierto que aquello me formó emocionalmente. Si en tus años de formación vives unos acontecimientos muy particulares y esos cambios brutales de España, todo eso te incumbe.
–Muchos se quedaron por el camino. Usted mismo cita a Ginsberg en el documental: «He visto las mejores mentes de mi generación...» ¿Las drogas fueron la contrapartida de toda aquella energía?
–Más han afectado ahora los programas basura a millones de personas que las drogas y nadie dice nada. Hoy en día se da por hecho la vulgaridad.
–Tras haber vivido la desaparición de seres cercanos muy jóvenes y luego superar varias enfermedades, ¿qué relación tiene ahora con la muerte?
–La relación que tiene todo hombre con 61 años. La tengo más cerca, y sabes que ese horizonte está ahí.
–¿Y no la veía más a la cara en los tiempos de la heroína?
–No, allí era consciente de mi fortaleza. Ahora, con la edad que tengo, se va colocando uno en primera línea de la trinchera.
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