Alcohol, goma de mascar y la invasión italiana de Etiopía
Que Tesla está de moda lo demuestran hasta las películas (David Bowie, a la derecha, le encarnó en «El prestigio») y las exposiciones –hace poco se dedicó una muestra a su figura en Madrid–. El reclamo de su perfil de inventor genial pero extravagante le ayuda ahora, aunque en el pasado le perjudicó (hay que recordar que cada año recibía a los periodistas en su casa y les contaba ideas tan inusuales como ocurrentes. Llegó a decir que podía partir la tierra por la mitad) . Pero ese papel es, en parte, también responsabilidad de él. Lo cultivó cuando el mundo científico le dio la espalda y él necesitaba mantener la notoriedad y el prestigio del pasado. A partir de entonces, como reflejan las cartas y los artículos de «Firmado: Nikola Tesla», dejó de ocuparse únicamente de su trabajo y comenzó a opinar de otros asuntos. Sus comentarios de la actualidad le reportaron la misma notoriedad que sus declaraciones científicas. Así, indicaba a los etíopes qué tenían que hacer para resistir un ataque de Italia en una entrevista de 1935. Recomendaba evacuar las ciudades para que los ataques aéreos resultaran inútiles y respecto a los gases venenosos, afirmaba: «Si yo fuera el rey (de Etiopía), enseñaría a mis súbditos a hacerse inmunes al gas venenoso». En otro artículo da su opinión sobre la Ley Seca que imperaba en ese momento. Aboga porque se elimine y se legalice cuanto antes el alcohol y, en un crítica sin precedentes, arremete contra la goma de mascar como un elemento nocivo, aún peor que el ron o el whisky, para la salud humana. «Se puede encontrar alcohol hasta en el cerebro de un abstemio. No constituye un tóxico hostil a la vida, sino una sustancia indispensable para los procesos vitales». Y del chicle, afirma: «Fumar, aspirar o masticar tabaco acabará por afectar a la salud, aunque no tanto como masticar chicle, lo cual, por agotamiento de las glándulas salivares, lleva demasiado pronto a la tumba a más de una víctima insensata».