Gonzalo Alonso

Alfredo Kraus: soñar un sueño

La Razón
La RazónLa Razón

Ayer tuve un sueño. Soñé que Alfredo me dictaba una carta para esta ocasión, me puse a escribirla y ahora tengo el atrevimiento de leérsela a ustedes porque, a fin de cuentas, la vida es sueño.

«Mis queridos amigos, aquí reunidos para recordarme. Bien sabéis que hubiera preferido estar en una butaca, entre vosotros, para escuchar a Piotr Beczala, uno de los mejores tenores de hoy en el repertorio que yo cultivé. Y no digo que sobre el escenario porque en apenas unos días habría cumplido 87 años y yo, la verdad, no me veo cantando de barítono. Sabéis cuánto he querido a Madrid. Cierto es que nací en Las Palmas, pero en Madrid tuve mi casa, en la calle Miguel Ángel, a donde llegó un día un casi imberbe Gonzalo Alonso para hacerme la primera entrevista de su vida. Más tarde me mudé a Montepríncipe, junta a Boadilla del Monte, y allí viví hasta el final de mis días, el 10 de septiembre de 1999.

Alguno ha declarado en los últimos años –y yo, créanme, me he seguido enterando de todo– que Madrid no tenía una tradición operística. ¡Qué desfachatez! ¡Cómo si los cuarenta años del Teatro de la Zarzuela no hubiesen existido! Yo canté en trece de las temporadas del coliseo de la calle Jovellanos. Empecé en 1964, nada menos que con cuatro títulos –«Pescadores de perlas», «Fausto», «Don Giovanni» y «Pepita Jiménez»– y en aquella temporada participaron conmigo Magda Olivero, Pilar Lorengar, Teresa Berganza, Fedora Barbieri, Flaviano Labó, Gianni Raimondi, Gian Giacomo Guelfi, Sesto Bruscantini y Nicolai Ghiaurov. ¿Hubo o no ópera? Así hasta mi último título en él: la «Traviata» de 1995.

En Madrid perdí a Rosa, mi esposa, y con ella, gran parte de los anhelos de vivir. Pero también en Madrid resucité cuando pusieron en mis manos la cátedra de canto de la Escuela Reina Sofía. No sólo eso, sino que la bautizaron con mi nombre. Enseñando recobré el sentido a mi vida.

Hoy estáis aquí recordándome. Quizá alguno de vosotros estuvo también en mi capilla ardiente, en el vestíbulo de este mismo teatro, el teatro que me pidió que cantase «Werther». Tenía que haber debutado en él el 13 de julio de 1999, pero ya entonces la enfermedad me había debilitado.

El caso es que desde entonces no he dejado de sentir muestras de cariño en esta casa: una capilla ardiente digna de la de Gayarre, la buena intención pero no tan buena organización del polémico concierto homenaje de enero de 2000 y ahora la gala de ayer y la de hoy. Disfrutad con «Lucia», «Romeo y Julieta», «Werther» o «Faust», porque Piotr Beczala seguro que cantará sus arias casi, casi, como lo hubiera hecho yo.

Al teatro por recordarme, a Piotr por aceptar dedicarme este concierto y a vosotros por no haberme olvidado jamás, muchas gracias. Alfredo Kraus».

(Extracto de del discurso pronunciado en el homenaje de ayer en el Teatro Real a Alfredo Kraus).