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«Andrea Chenier», triunfo de un éxito de programación

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«Andrea Chenier», de Giordano. Voces: J. de León, C. Alvarez, A. Arteta, M. Pinto, M. Rodríguez-Cusí, F. Crespo, D. Oller, J. Piazaola, A. Sanmartí, etc. Coro de la Ópera de Oviedo y Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección escénica: A.Romero Mora. Dirección musical: G.Marcianò. Teatro Campoamor. Oviedo, 13-XII-2017.
Giordano ha pasado a la historia como el autor de «Andrea Chenier». La obra siempre ha gozado del favor del público y no tanto de la crítica e incluso los teatros. Pensemos en la cantidad de años que estuvo sin subir al escenario de la propia Bastilla. Sin embargo, esta temporada parece que los teatros hubiesen acordado ponerla de moda. Al menos nueve producciones se ofrecerán en apenas seis meses. Cuando en este preciso momento hay otras dos producciones de «Andrea Chenier» representándose en Europa, y nada menos que en Munich y la Scala con cantantes como Harteros, Netrebko o Kaufmann, tiene mucho mérito que un teatro como Oviedo la haya programado hace años con un reparto prácticamente español en su totalidad, un trío de ases protagonistas y cuyo resultado sea equiparable en muchos aspectos a la competencia, por unos u otros motivos. El trío protagonista triunfaría por todo lo alto en los citados templos o en cualquier otro de primera fila. Oviedo siempre ha apostado por Ainhoa Arteta. A ella se le encomendaron debuts como la Elisabetta de «Don Carlo» o la Condesa de «Las bodas de Fígaro», aunque ésta no llegase finalmente a cantarla y ahora debuta en el papel de Maddalena de Coigny. Tras un primer acto algo dubitativo en el que se vio perjudicada, como el resto del reparto, por el exceso de volumen en un foso que buscaba brillo sinfónico, bordó toda su parte. Si los dúos con Chenier «Eravate possente» y el «Vicino a te» final brillaron a gran altura –también Jorge de León– llegó el momento cumbre y su «Mamma morta», interpretada con caudal, timbre y expresividad, no tuvo nada que envidiar a las de Netrebko o Harteros. Créanme que no es una exageración. El papel de Chenier le va como anillo al dedo a Jorge de León, aunque no lo haya abordado mucho, pero no en vano le sirvió para su lanzamiento en el Real en una sustitución de última hora a Marcelo Álvarez en 2010. La voz es un cañón, con agudos precisos y sonoros. Ha ganado en matiz y se reflejó en el «Improvviso» o el «Come un bel di» y sigue con su canto valiente y entregado, de lo que resultó muestra el alegato «Si fui soldato». Por contra le ha aumentado el vibrato. Carlos Álvarez cantó recuperándose de la traqueítis que le impidió hacerlo en la función anterior. Se avisó por megafonía al inicio, pero tan sólo se pudo apreciar al final de alguna escena larga. Un lujo sus páginas del primer acto y el «Nemico de la patria». Todo el resto del reparto funcionó a la perfección –remarcables Álex Sanmartín y Jon Piazaola– lo que tiene mucho mérito en teatros como el Campoamor. Correcto el apartado orquestal y coral, con algún abuso de decibelios al inicio, y una puesta en escena ya conocida en ABAO y Perelada que no aporta gran cosa pero tampoco molesta, exceptuando la arbitraria escena final. Un exitazo como no podía ser de otra forma.