Literatura

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Aquilino Duque: «Las dictaduras de izquierdas tienen buena prensa hagan lo que hagan»

Aquilino Duque / Poeta, ensayista y traductor. Amigo de grandes escritores de uno u otro bando, acaba de cumplir 85 años y continúa sin plegarse a las interpretaciones falsas de la historia política y literaria de España

Aquilino Duque
Aquilino Duquelarazon

Amigo de Alberti, de Muñoz Rojas y de Romero Murube, Aquilino Duque acaba de cumplir 85 años y sigue adelante con una obra literaria de una inaudita calidad que incluye poesía, ensayo, novela y traducción –del ruso Mandelstam al portugués Camoens– que, sin embargo, ha sido opacada por su irreprimible tendencia a considerar que la verdad no aguanta el corsé de lo políticamente correcto, ese ropaje con el que ahora la cobardía se viste de gala.

–Dalí, Azorín, D’Ors, Maeztu están entre los aspirantes a ser suprimidos del callejero madrileño...

–Cada régimen se retrata en los personajes que exalta al callejero municipal. Una placa o un azulejo ofenden menos y duran más que el nombre de una calle.

–Algunos van a ser borrados del callejero por el mero hecho de haber sido asesinados en el Madrid revolucionario, sin hacer daño a nadie.

–Aquellas víctimas fueron mártires, es decir, testigos de algo de lo que la democracia siempre abominó, a saber, la religión, la patria y la familia.

–Otros lo serán por ser considerados franquistas, incluso antes de Franco.

–Ni la religión ni la patria ni la familia fueron un invento de Franco, que se limitó a esgrimir la espada en su defensa.

–Usted ha citado a Ortega y a Primo de Rivera contra el sectarismo de izquierdas y derechas. ¿La batalla contra el sectarismo, en España, está perdida?

–El sectarismo es por desgracia inherente a la condición humana, es un instinto, y unos sistemas políticos lo reprimen y otros lo fomentan.

–Max Aub, que hizo del exilio su principal tema literario, es el que más veces escribe la palabra «España». ¿Por qué ese nombre ha caído en desuso en la izquierda?

–Con ocasión de un homenaje al poeta Cernuda intervine en una lectura poética en una librería sevillana ya desaparecida y tuve la ocurrencia de leer exclusivamente versos sobre España apoyándome más o menos en la antología «El tema de España en la poesía española contemporánea», de José Luis Cano, en la que figuran tanto Max Aub como Pemán. Al despedirme de la dueña de la librería, socialista ella, me dijo que había estado a punto de poner un disco con La Internacional. Le dije: «Menos mal que no lo hiciste, porque entonces yo habría cantado el ‘‘Cara al sol’’».

–¿Comparte el aserto de Trapiello de que quienes ganaron la guerra perdieron los manuales de Literatura?

–Lo que perdieron los que ganaron la guerra fue la batalla de la propaganda, un apéndice de la Leyenda Negra.

–Usted fue amigo de Alberti, ¿cuál fue su mayor virtud humana?

–Alberti le dijo una vez a Umbral, a quien llevé a que lo conociera, que yo era una mezcla de luz y de sombra, y pensé que se estaba autodefiniendo y que tal vez fuera esa otra deuda más que yo tenía con él.

–¿Esa amistad duró porque no hablaban de política?

–A mí me enseñaron desde niño que a las personas mayores no se les debía contradecir, así que si alguna vez surgió entre nosotros algo que rozase la política, yo me limitaba a aguantar filialmente el rapapolvo, que los hubo. Él era el maestro y yo el discípulo en la poesía, que es lo sumo, como decía otro gran amigo y maestro mío, José Antonio Muñoz Rojas.

–¿Hubiera podido ser usted amigo de Bergamín?

–A Bergamín lo traté menos, pero la relación fue excelente, y era tan ingenioso como irresponsable. Siempre lo encontré divertido.

–Por cierto, lo que hubiera sufrido Bergamín viendo la cruzada antitaurina que han emprendido los suyos, ¿verdad?

–Su tauromaquia es un fuego de artificio, un disparatario, como él hubiera dicho.

–El asesinato de García Lorca es famoso en el mundo entero, pero se desconoce el de su amigo, el también poeta del 27, José María Hinojosa. ¿Por qué?

–Al lado de Lorca, Hinojosa era un poeta menor, pero bueno. La muerte los igualó.

–¿Por el mismo motivo que se conoce el bombardeo de Guernica y se desconoce el de Cabra?

–«El Guernica» no tiene que ver con el bombardeo más que el oportuno título. En realidad es la aportación de Picasso al llanto nacional por la cogida y muerte de Ignacio Sánchez Mejías.

–¿La mayor penitencia de los independentistas catalanes es que el mayor escritor en catalán de todos los tiempos, Josep Pla, se pusiera del lado de Franco?

–Lo que los separatistas no le perdonaban a Franco es que la gran poesía catalana (Foix, Espríu, Manent, Pere Quart, etcétera) se publicara sin trabas desde 1948 por lo menos y que el teatro de Sagarra se representara en Barcelona en lengua catalana.

–Un crítico de Canal Sur Radio le ha propuesto a usted como candidato al Premio Cervantes. ¿Le sorprende de dónde ha salido la propuesta?

–A estas alturas de la vida es muy poco lo que me pueda sorprender. Además, gente de buena voluntad hay en todos los cuadrantes.

–¿Cree que tiene opciones para conquistar ese premio?

–Decía don Ramón Carande que la Lotería es un impuesto sobre las ilusiones de los españoles y que él era, a sus años, un coleccionista de ilusiones.

–Poeta, novelista, ensayista, traductor... ¿Por cuál de esas facetas le gustaría ser recordado?

–Es como preguntarle a un padre cuál es su hijo predilecto.

–Tradujo la poesía de Mandelstam. ¿Cree que el sufrimiento del pueblo ruso a lo largo del siglo XX ha servido para que alguien aprenda algo?

–El pueblo ruso es el único que parece haber sacado provecho de la lección del siglo XX.

–¿Por qué las dictaduras de izquierdas son más largas que las de derechas?

–Porque tienen buena prensa, hagan lo que hagan. Una vez me preguntaron algo parecido y dije que hay dictaduras buenas y malas, y que la diferencia está en que las malas tienen buena prensa.

–«Palos de ciego», la primera novela que escribió, la ha publicado ahora. ¿Por qué?

–Eso hay que preguntárselo al editor.

–¿Ha dado muchos palos de ciego en su vida?

–Muchos, pero me han servido para abrir cada vez más los ojos.

El lector

«Entre la Prensa periódica y yo se interpone una muralla de libros leídos y por leer, así que no me considero autorizado para opinar sobre tal o cual diario, ya que sólo tengo una idea vaga sobre aquéllos en los que colaboro o he colaborado... o que me hacen entrevistas, como ahora LA RAZÓN, que coloco a mi diestra, como el Padre Eterno».