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El Thyssen apuesta por la relación Picasso-Chanel para desactivar las denuncias sobre la “masculinidad tóxica” del pintor

El museo madrileño inaugura una importante exposición sobre las colaboraciones entre el artista y la diseñadora. Un intercambio mutuo al que se sumó Jean Cocteau y en el que también sobresale Olga Picasso
Luis MillanEFE

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Uno hizo de su taller un laboratorio en el que experimentar con nuevas formas de la plástica; la otra, desarrolló una moda que liberó al cuerpo femenino de corsés físicos y simbólicos: Picasso y Chanel, Chanel y Picasso. Pónganlo como quieran, pues, ya saben, el orden de los factores no altera al producto. Ni tampoco hace falta ponerse chovinista ni estupendo por una cuestión de origen. Solo hablamos de dos amigos: una fue a la moda lo que el otro significó para el arte y viceversa. Así lo dijo Jean Coctaeu, colega de ambos, y así será. Pintor y diseñadora se conocieron en la primavera de 1917, probablemente por culpa de ese tercero (o de Misia Sert, tal vez) y, desde entonces, los tres hicieron piña. Chanel cayó entregada al artisteo: «[Ellos] me han enseñado el rigor» (Coco Chanel. Un parfum de mystère, 1999, de Isabelle Fiemeyer).
Es este tridente en el que se zambulle la nueva exposición del Thyssen-Bornemisza, Picasso/Chanel, aunque el recorrido –comisariado por Paula Luengo– introduce una cuarta pata en el grupo, Olga Khokhlova, u Olga Picasso después de julio del 18, cuando bailarina y artista contrajeron matrimonio. Allí también estuvo Cocteau: «Tuve que sujetar una corona de oro sobre la cabeza de Olga; parecía como si todos estuviéramos representando Boris Godunov (...) una boda auténtica con rituales misteriosos y con cánticos», escribía el poeta por carta a su madre. La novia iba «muy Biarritz» –continuaba– con ese vestido satén, punto y tul blancos confeccionado «posiblemente» por Chanel, sospecha la muestra.
Cuatro son los apartados de esta retrospectiva: El cubismo y el estilo Chanel, en el que se presenta la influencia del movimiento en una diseñadora invadida por las líneas rectas y angulosas y los tejidos humildes; Olga Picasso, donde los retratos de la bailarina rusa pintados por su esposo se suceden; y otras dos secciones en las que se abordan las dos colaboraciones entre Cocteau, Picasso y Chanel: la opereta bailada de El tren azul, de Diághilev, y la versión reducida de la Antígona de Sófocles. Porque Cocteau tenía claro que las hijas de Edipo no podían ir «mal vestidas»... Y tres cuartos de lo mismo ocurría con unos decorados entre los que destaca esa escena de Dos mujeres corriendo por la playa (La carrera), de 1922.
Además de dibujar un mapa de conexiones inesperadas entre las dos figuras protagonistas, la muestra es una oportunidad para revisar a Picasso bajo un enfoque poco habitual y “desactivar” así su “supuesta masculinidad toxica”, explica el director artístico del museo, Guillermo Solana: “Nada mejor que este diálogo a varias voces”.
La exposición se incluye así dentro de la programación del Año Picasso, un evento organizado por España y Francia que conmemora los 50 años de la muerte del pintor, y cuenta con la colaboración del Museo Picasso de París, Chanel y los herederos del pintor, como Bernard Ruiz Picasso: “Celebrar el siglo XX a través de dos nombres tan importantes es imprescindible, sobre todo, en estos días en los que vivimos tiempos difíciles a nivel mundial. Es nuestra responsabilidad el mostrar las adversidades y en qué consiste el arte del XX”, defiende la familia.
  • Dónde: Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. Cuándo: hasta el 15 de enero. Cuánto: 13 euros (entrada general).