Picasso ya cuelga de las paredes del Prado
El óleo «Busto de mujer» entierra la separación entre El Prado y el Reina Sofía y se cuelga junto a un Velázquez y seis retratos del Greco, dos de las principales influencias del pintor malagueño
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Ayer fue uno de esos días «especiales», como lo definía Javier Solana, presidente del Patronato del Museo del Prado. Otros simplemente dirán que fue el día en el que la pinacoteca enterró para siempre el pacto escrito en aquel Real Decreto de 1995 por el que las obras anteriores al nacimiento de Pablo Ruiz Picasso (25 de octubre de 1881) son cosa del Prado y las posteriores del Reina Sofía. Aquí conviene puntualizar que en marzo ya entró en sus salas «La boloñesa» («La boulonnaise»), de María Blanchard, nacida precisamente el mismo año que el malagueño, lo que también generó cierto revuelo. Siendo de una u otra postura, lo que está claro es que el 19 de julio de 2021 será una jornada para recordar: Picasso volvió al Prado.
El pintor ya es una realidad del museo del que fuera nombrado director el 19 de septiembre de 1936 tras la firma de Manuel Azaña y aunque nunca llegase a tomar posesión formal del cargo. Una de sus obras, «Busto de mujer», cuelga desde ayer de las paredes en las que siempre quiso estar. La alcayata se puso entre un Velázquez, «El bufón Calabacillas», y los seis retratos del Greco; ahí ha encontrado acomodo la pieza depositada por American Friends of the Prado Museum por un periodo de cinco años. Tiempo que pasará pegado a dos de los artistas «que más influyeron en su obra», apunta Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española del museo. Así lo demuestran los dibujos de «El bufón Calabacillas» y «Francisco Lezcano, el niño de Vallecas» que se conservan y también la admiración por un artista que, aunque poco conocido y valorado por entonces, comenzaba a hacerse hueco en el imaginario vanguardista: El Greco. Lo contó el mismo protagonista en una carta dirigida a su amigo Joaquín Bras para hablarle de las delicias del lugar: «El museo de pinturas es hermoso: Velázquez, de primera; de El Greco, unas cabezas magníficas; Murillo no me convence en todos sus cuadros; Tiziano tiene una Dolorosa muy buena».
Ahora ya está junto a ellos, y, como explica el director del Prado, Miguel Falomir, es posible vivir uno de esos «momentos mágicos» como los que se dan en la National Gallery londinense, en la que dos épocas diferentes se dan la mano en una misma sala: Turner, quizá más conveniente en la Tate Britain, y «su admirado» Claudio de Lorena.
Realizado en 1943, «Busto de mujer» significó la respuesta de Picasso a la violencia de la Segunda Guerra Mundial desde el estudio de su casa en la calle parisina des Grands-Augustine. En él se continúa la línea de muchas de las imágenes femeninas pintadas en ese periodo, donde el artista deformó los rasgos de las figuras de un modo radical. Incluso llegó a introducir rasgos animales en los rostros, aquí apreciable en la disposición de la nariz como si fuera un hocico, una trompa o un apéndice fálico. También los pechos aparecen distorsionados y cruzados en la composición de un ser tan monstruoso como vulnerable. Una imagen alucinada que se explica con el horror que vivía Europa en ese momento.
El impulso creativo de este lienzo fue total. Trazos «rápidos y seguros» que compusieron en un solo día, el 7 de octubre del 43, la obra que ha hecho saltar por los aires la simbólica división entre Prado y Reina Sofía, aunque, en palabras de Falomir, no exista debate alguno: «No se abre una nueva etapa de reclamaciones por otras piezas de este autor. Se ha hablado mucho de si esto es un plan o una estrategia para traer el “Guernica”, y ya he dicho mil veces que está maravillosamente bien en el Reina Sofía. Está donde tiene que estar y no hay ni habrá ninguna reclamación», enfatizó, ayer, el director.
Falomir defiende la acogida de la donación porque «no es ni un capricho ni una ocurrencia», sino una «decisión históricamente irreprochable» debido a la propia influencia del Prado en Picasso. ¿Ante la posibilidad de que adornase cualquier salón privado en el extranjero, no es mejor tenerlo en casa a través de una operación digna de Bobby Fischer? Además, también se reiteró que todo se ha hecho «acorde con la legislación vigente»: «Ni el Museo del Prado ni el Ministerio de Cultura cometen actos ilegales y se ajusta a la legalidad», en alusión a la Ley de Autonomía del Prado, que no pone limitaciones a las donaciones y que está «por encima de Reales Decretos». Controversia ante la que Solana insistió de nuevo en la legalidad: «Conozco bien las normas del Prado, fui ministro de Cultura», se defendía antes de comentar una operación que se hizo desde el primer momento con el «conocimiento» del Ministerio y del Reina Sofía.
Embrollo al margen, la exposición de «Busto de mujer» en la sala 9 B trata de mostrar la influencia que la gran pintura española clásica tuvo en el malagueño. «Se abre un diálogo que permite al visitante distinguir las huellas del pasado, así como los vínculos con la tradición que hacen de él un artista muy consciente de la herencia anterior», cuentan. «Incluso podemos entrar en un periodo de Picasso de más ensimismamiento, donde no tiene relación con otros artistas y se refugia en sí mismo e intensifica el cubismo y la expresividad», añade Portús.