José R. Platón: «Es posible escuchar un solo de piano en una foto de invierno»
José R. Platón / Fotógrafo. Presenta su nueva colección de fotografías, una serie de dípticos en blanco y negro marcada por la influencia de la geometría y el jazz
Presenta su nueva colección de fotografías, una serie de dípticos en blanco y negro marcada por la influencia de la geometría y el jazz
Los santos acudían a los bosques para lavar el espíritu de pecados. José R. Platón acudió a la naturaleza, ya saben, esas barriadas sin podar de nuestras ciudades, para limpiar las retinas de imágenes. Los ojos de un editor gráfico son el confesor del mundo, la nueva mirada de Dios: lo ven todo y por ellos pasan cada una de las vilezas y corrupciones del hombre. Si consideran que la civilización va mal, pregunten a un editor gráfico y enseguida comprenderán que aún es mucho peor de lo que temían. Ellos seleccionan las imágenes que los lectores van a conocer al día siguiente y guardan en su interior, igual que un incómodo secreto de confesión, lo que el pudor, la vergüenza, la ética o la dignidad impiden mostrar. José R. Platón se fue al monte, como aquellos ermitaños y poetas medievales, pero no para encontrarse con el Altísimo, sino para olvidarse de él y de sus malditas criaturas. Quería fotografiar la nada, que es como intentar retratar el silencio, y lo que le salió fue una colección de instantáneas monocromas –unos dípticos en los que se escucha el jazz y el vacío es de color blanco– que ha llamado «Invierno» y que exhibe, a través de la galería Walltic, en el restaurante Casa de Fieras de Madrid.
–¿Qué es el «blanco»?
–El blanco es la nada y es la magia. El blanco, con toda la gama de grises que contiene, es la esencia de la fotografía, un arte que comenzó en blanco y negro. Ésta es la base de «Invierno», unas fotos que están influidas por la atracción que ha ejercido en mí la naturaleza.
–Y el blanco, cuando se junta con el negro, ¿cómo es?
–Trabajar con el blanco y negro es como trabajar con una mano atada a la espalda. El blanco y el negro, en medio de la era digital en la que nos encontramos, tiene el atractivo de lo primigenio. Para mí supone volver al origen.
–También es lo contrario de lo que representa el color.
–La actualidad es en color. Las fotos de los diarios, las imágenes de los telediarios, los documentales del cine... todo es en color. Lo niños nacen viendo imágenes en color. Retomar el blanco y negro es empezar de nuevo, retroceder treinta años, a las fechas en las que me inicié en la fotografía y revelaba en casa mis propias imágenes, mis primeros reportajes.
–El resultado son estas fotos.
–Que son, a su vez, la antítesis de mi trabajo diario, que consiste en visionar unas 3.000 imágenes de actualidad cada día. Ahí encuentras de todo, muchas veces de una manera tan inesperada que casi duele: guerras, manifestaciones, enfrentamientos, huelgas, accidentes aéreos, pugnas políticas... Estas instantáneas son mi balón de oxígeno.
–Se va solo al monte a fotografiar.
–Me gusta el bosque. Es solitario. En invierno empiezas a vagar por él, sin rumbo. Puedo estar ahí, en un pinar, durante horas. Son jornadas muy solitarias. Es parecido a ir de caza. Te dejas tentar por la intuición, por lo que te dicen las impresiones: una forma, el tono que tiene la luz en un rincón. En ocasiones obtienes la presa. Otras, en cambio, no. El bosque es frío y está congelado en esos meses. Pero hay vida en él. Eso es lo que me interesaba captar. Parece inerte, aunque tiene movimiento: la nieve cae, el hielo se derrite. Y, en medio, esa quietud... Una montaña en invierno es el vacío absoluto.
–¿Es justamente lo que representan estos dípticos?
–El emparejamiento es importante. Lo tuve presente desde que las editaba. Por eso busqué geometrías, líneas horizontales o verticales, tomas cercanas y alejadas, lo máximo y lo mínimo... Iba andando y, de repente, encuentras una foto, la ves... y disparas. Estar solo, para eso, es casi como entrar en un estado especial. Para conseguirlas he tenido que pensar mucho y caminar bastantes kilómetros.
–Tienen swing, vamos.
–(Risas). Están más cerca del jazz que de la música pausada. Es muy factible escuchar un solo de piano en una foto de invierno. Veo una clara analogía. Es posible trasladar lo musical a una foto. El fotoperiodismo es rock, esto se encuentra más cerca de Oscar Peterson, Thelonious Monk o Bill Evans.
–¿Queda algo aquí de fotoperiodismo?
–El fotoperiodismo es la espera. Aguantar para captar algo que va a ocurrir. Esto se parece más al momento decisivo, tiene el valor del momento en sí. El fotoperiodismo es el instinto, y es algo que, si lo has practicado, ya no se pierde. Eso se nota en estas instantáneas. Pero hay que advertir que en la fotografía no existen reglas escritas. –La muestra termina con la aparición de la primavera.
–Y el regreso del color. Para mí el color es el deshielo. Son imágenes muy sencillas. Pero este trabajo no ha terminado todavía. Es estacional y, como las estaciones, siempre regreso a él.
El lector
Es editor gráfico de LA RAZÓN. Lee la prensa todos los días. No es sólo por su trabajo, que le obliga a consultar las páginas de la prensa diaria. Es una manera de entender la vida y observar la realidad. «Necesito hacerlo. Si no tengo los periódicos, los compro. En papel, mucho mejor que en digital. No entiendo la gente que puede vivir sin leer la prensa. Es necesario para comprender lo que sucede. Con la televisión no es suficiente. Para saber lo que está ocurriendo, necesitas leer y ver las fotos de cada suceso. Lo demás son sólo titulares».