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Carmen Romero Dorr: «Cuando algo duele es que encierra dentro mucha verdad»

Parte del recuerdo de su abuela, que vivió en Berlín en los años del nazismo, para construir una ficción sobre los tabús, la memoria y los secretos de familia en «El último regalo de Paulina Hoffmann»

Carmen Romero Dorr
Carmen Romero Dorrlarazon

Parte del recuerdo de su abuela, que vivió en Berlín en los años del nazismo, para construir una ficción sobre los tabús, la memoria y los secretos de familia en «El último regalo de Paulina Hoffmann».

Su abuela le inoculó el virus de la lectura, la devoción a los libros. Al fallecer le dejó un álbum de fotos que se convirtió en el aliento literario de «El último regalo de Paulina Hoffmann» (Planeta), una novela que parte de un hecho biográfico y se convierte en una ficción sobre los secretos y los tabús familiares.

–¿Es peligroso el pasado?

–Sí, pero si lo haces de una manera adecuada puede ser enriquecedor. Mi libro es una reflexión sobre la memoria, los recuerdos y las trampas que nos hacemos al recordar. En las familias existen asuntos que se convierten en secretos porque nadie habla de ellos. Hurgar en el pasado te puede hacer desgraciado, pero el mensaje de mi libro es que no tiene que ser así.

–¿Usted se hizo trampas?

–Todos las hacemos con aquello con lo que nos cuesta enfrentarnos. Hubo momentos muy dolorosos durante la escritura. Soy huérfana de madre y una de las dos protagonistas también. Por esa razón tiene un vínculo tan fuerte con su abuela. En mi caso es igual. Al escribir me di cuenta de que esquivaba intencionadamente las escenas relacionadas de la madre de Alicia, porque me resultaba duro pensar en mi madre. Hice un esfuerzo. Aunque no quieras enfrentarte a ese recuerdo y no lo desees escribir, tienes que hacerlo. Cuando algo es doloroso es que encierra dentro mucha verdad. Y yo creo en la verdad como fundamento de la literatura, y no me refiero a que sean hechos reales, sino a que lo que escribes posea un sentimiento real.

–¿Qué nos atrae del ayer?

–Los que han venido antes que nosotros y que forman parte de nuestra identidad. En el libro hablo de los padres, los abuelos y los que nos educar y han enseñado a ser como somos. Y de las casas familiares, como espacio simbólico, donde está contenido ese pasado, y que son como personajes. En este libro existen tres: Madrid, Berlín y Málaga. Cada una dice mucho sobre las personas que las han habitado. La familia es formadora de la identidad.

–¿Los objetos ayudan a viajar al pasado?

–Para escribir una novela, los lugares y objetos deben de tener un significado y un simbolismo. Te tienen que servir para contar la historia. En este caso, el álbum de fotos de mi abuela es verdad. Los veíamos juntas, cuando yo no comprendía el significado de la Segunda Guerra Mundial. Ella me mostraba las fotos mientras no conocía lo que significaban y las dejamos de ver cuando ya lo sabía. Era su manera de afrontar los recuerdos dolorosos.

–Un en su libro, un soldado alemán dice: «He visto cosas que han borrado para siempre mi fe en los seres humanos. Somos monstruos».

–Es uno de los pasaje más duros. Leí las cartas de la Wehrmacht. Hay algunas que son de nazis convencidos, pero entre los alemanes alistados había muchos que no estaban de acuerdo y otros que según avanzaban la guerra descubrieron el Holocausto. Lo que me llamó la atención de estos textos es que cuando a todos estaban a punto de morir les preocupaban lo mismo: el miedo a la muerte y la preocupación por los seres queridos. Al final, los héroes y villanos, en el ultimo minuto, quedamos reducidos a eso. No creo que todos los seres humanos seamos monstruos, pero sí que en determinadas circunstancias podamos transformarnos en uno.

–¿Pesa en la conciencia haber estado en la Alemania nazi, aunque no se estuviera de acuerdo con ella?

–Ese sentimiento de culpa en la población alemana está en la madre de Alicia, que vive en Berlín. Pertenece a esa parte de la sociedad que veía cómo ocurrían cosas al otro lado y no pueden hacer nada. Ella arrastra la culpa de dejar marchar a sus hijos para defender la ciudad al final de la guerra. Piensa que van a estar en la retaguardia, pero no fue así. Es un personaje importante en la novela. Simboliza la culpa. Además, si eres madre sabes que no hay nada más terrible que tu hijo vaya al frente. Que se muera un hijo y creer que no has hecho lo suficiente para evitarlo tiene que ser un dolor insoportable.

–Toca el tabú de las violaciones en la caída de Berlín.

–Encontré testigos de la generación de mi abuela que contaban las violaciones por parte del ejército de rojo. Se habla de dos millones de mujeres violadas. Es un episodio horrendo, pero lo peor es que ellas no lo denunciaron hasta los años 80, porque consideraban que se lo merecían por lo que habían hecho los nazis. Sin embargo, fueron ellas, las que se quedaron, las que hicieron que el mundo funcionara de nuevo a pesar de que habían perdido a sus hijos y maridos y estar las ciudades devastadas. Tenían que sacar adelante a sus hijas, darlas de comer.