Carmen Thyssen: «Nunca me perdonarán que la colección se quedara en España»
Creada:
Última actualización:
Aunque el tiempo ha pasado y su padre, el barón Thyssen, ya no vive, sus tres hijos mayores, Georg, Francesca y Lorne, nunca le perdonarán a Carmen Thyssen, su viuda y quinta esposa, que “la colección se quedara en España”.
Porque, si la colección de arte del barón vino a España, “después de siete años de lucha”, durante los que en muchos momentos llegó a pensar que no se saldría con la suya, fue, asegura la baronesa, gracias a ella “al cien por cien. Los enemigos (por los hijos) estaban fuera”.
“Mis hijos no tenían ninguna simpatía por España”, escribe el propio barón en el libro de memorias que ahora, doce años después de su muerte, ve la luz, también por empeño de Carmen Thyssen, que ve así cumplido un deseo de su esposo.
“No pueden tener ninguna queja (los hijos), pues salieron mejor recompensados que yo” con la venta a España de “tan magnífica colección de arte”, una de las más importantes del mundo, que desde 1992 se exhibe en Madrid, en el museo que lleva el nombre de ese personaje “histórico” que fue el barón. “Siempre le decía: ‘Heini Thyssen-Bornemisza forever (para siempre)’”.
Así se refiere a él, en una entrevista con Efe, Carmen Thyssen, Tita, el “gran amor” en la vida de una de las mayores fortunas del siglo XX, heredero de un imperio industrial y financiero que antes de él permitió a su abuelo August y a su padre Heinrich reunir tan valiosa colección.
“¡Gracias a Dios que está unida! Así lo quiso Heini, y así lo quisieron antes su padre y su abuelo”, destaca su viuda. No así sus ex esposas, sus tres hijos mayores y muchas otras personas que se empeñaron en amargarle la vida al barón.
“Ya lo decía Napoleón -cita Carmen Thyssen-: ‘¡Pobrecito de quien no tenga enemigos!’. Se hacen solos. Es su problema. De los amigos, confío que lo sean para siempre”.
De ahí la necesidad y la oportunidad de este libro, asegura Tita Thyssen, a quien no le importa “nada” que estas páginas levanten ampollas “en algunas personas”, ante muchas de las confidencias que el barón cuenta.
“Son cosas que sucedieron. Lo que no se puede hacer es un libro que guste a todo el mundo. Si Heini ha querido contar su vida, yo tenía que respetarlo y hacer todo lo posible para que se publicara tal y como él lo contó. A pesar de que unos se molesten, u otros se ofendan, la realidad es la que es, fue la que fue. Y la realidad no se puede cambiar”, continúa la baronesa.
El libro es el resultado de muchas grabaciones realizadas por el barón en vida, completadas con algunos escritos, a los que ha puesto orden y escritura, bajo la supervisión de la “editora” Carmen Thyssen, el periodista José Antonio Olivar.
“Es el resultado de muchas, muchas horas de trabajo juntos; organizando, leyendo... Pero finalmente salió”, comenta el periodista en presencia de la baronesa, para quien el libro es un retrato “fiel” del hombre que fue su esposo durante casi dos décadas.
Un libro necesario, insiste, porque “su imagen se distorsionó en algunos escritos, que me dolieron muchísimo, que me hicieron sufrir, porque él no era así. Me enfurecía y me ponía tristísima leer algunas cosas”.
Quien era “la obra de arte” más preciada del barón -”sí, supongo que sí lo fui”, reconoce con una sonrisa- está convencida de que el destino hizo que ella y el barón se conocieron un día de 1981 en la isla de Cerdeña y que desde ese día no se separaran.
“Nunca se me olvidará ese momento. Sus ojos, mis ojos... Conocernos fue muy positivo para los dos. Y para España también. Si no, no tendríamos este museo tan maravilloso. Si Cupido existe, allí estaba ese día con sus flechas”.
El barón escribe en sus memorias, y no se cansaba de repetírselo en vida a su esposa, que ambos estaban hecho de “la misma esencia”. “Y era verdad. Si nos queríamos y admirábamos, era porque éramos muy parecidos. ¡Éramos tan iguales en la forma de ver las cosas!”, recuerda.
De su esposo, la baronesa aprendió muchas cosas, pero de entre todas ellas destaca que “junto a él” aprendió a amar el arte “y a ser coleccionista”. “Él aprendió de mí a vivir rodeado siempre de cosas bonitas. Le acostumbré a vivir rodeado de belleza, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Le enseñé -asegura- a vivir feliz”.
Siempre que Carmen Thyssen visita el museo que llevará “para siempre” el nombre su esposo, siente en sus salas “el espíritu de Heini. Cada vez que vengo siento su presencia. Absolutamente. Sobre todo, cuando veo que hacemos en él cosas importantes, como él siempre quiso”.