Bernarda Alba en el burdel
Emilio Ruiz Barrachina reinterpreta el clásico de Lorca y lo traslada a la trata de blancas.
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Emilio Ruiz Barrachina reinterpreta el clásico de Lorca y lo traslada a la trata de blancas.
Adaptar a un clásico siempre es complejo, y más con Lorca, que todavía tiene connotaciones muy especiales», dice el director Emilio Ruiz Barrachina, que con «Bernarda», adaptación libre de la «La casa de Bernarda Alba», completa una trilogía sobre el poeta granadino en el año del 120 aniversario de su nacimiento. El encierro de mujeres en casa de Bernarda se traslada a la actualidad y pone de manifiesto una forma moderna de esclavitud, la trata de blancas. Cinco mujeres secuestradas en una antigua fábrica de azúcar, son obligadas a ejercer la prostitución. Bernarda (Assumpta Serna), ayudada por Poncia (Miriam Díaz Aroca), representa la opresión y la tiranía, mientras que su hermana María Josefa (Victoria Abril) simboliza la libertad. «Bernarda está absolutamente convencida de estar haciendo el bien, no es consciente de que, en realidad, hace el mal. Cree que las está redimiendo de un infierno dándoles una vida y un futuro, pero en realidad, las está sacando de un infierno para meterlas en otro», afirma el director.
«Es inconcebible actualmente que unas mujeres estén recluidas por la madre en una casa de pueblo, pero sigue habiendo sistemas de reclusión, por eso decidí que el mejor contexto podría ser un prostíbulo», explica Ruiz Barrachina.
Opresión entre mujeres
¿Qué plantea la película, que ya estaba en la obra de teatro original y sigue vigente? «Algo importantísimo de lo que se habla muy poco y es la opresión de la mujer desde la propia mujer –afirma–. Las primeras que siembran la desigualdad entre hombres y mujeres, por educación, tradición o religión, son las madres, abuelas, tías... Quizá esta deba de ser una de las grandes luchas en la igualdad, liberarse de ese componente que arrastramos de siglos que es el germen de la desigualdad. Esto está presente en la obra lorquiana y también en la película». Ruiz Barrachina ha cuidado detalles como el lugar, la música y una estética que hace referencia a Kubrick en «Eyes Wide Shut» en un claro homenaje al cineasta, «hasta el punto de que hay máscaras compradas en la misma tienda de Venecia que las fabricaron para él», para significar que, al final, «son los grupos de poder quienes manejan todo y cómo estos juegan con las vida de los demás», concluye el realizador.