Clint Eastwood, sin perdón
El cineasta, que a través de filmes como «Million Dollar Baby» y «Gran Torino» parecía haberse arrepentido de la exaltación de la violencia y de las posiciones radicales que había defendido en su juventud, muestra su apoyo incondicional al candidato republicano Donald Trump porque «dice lo que piensa» y, según él, «estamos en una generación de maricas»
El cineasta, que a través de filmes como «Million Dollar Baby» y «Gran Torino» parecía haberse arrepentido de la exaltación de la violencia que había defendido en su juventud, muestra su apoyo incondicional al candidato republicano Donald Trump
Clint Eastwood continúa atalajado de reaccionismo y credos tridentinos. El público pensaba en su conversión cuando rodó aquellos filmes revulsivos que hablaban del perdón del violento, del vaquero-macho arrepentido de sus pasados atroces y de la compasión, cuando en una cinta de boxeo defendió la eutanasia, uno de los fantasmas sin resolver del puritanismo americano actual. Esa racha de películas rompió la taquilla y el público conectó con un director renacido, quizá, también, porque las salas de cine son el último reducto que aún queda en la sociedad moderna para que los mortales continúen creyendo en el romanticismo de la contricción, que es una palabreja que suena ya desgastada, como rescatada de alguna dramaturgia trasnochada.
En los últimos años, parecía que el jinete pálido, el cowboy de estoica figura, gesto hiératico y espalda baleada por diferentes traiciones y cobardías era capaz de hablar de amores imposibles más allá de los puentes de Madison y de denunciar la injusticia del ojo por ojo y el diente por diente en ficciones como «Mystic River». De repente, a la peña le flipaba ese anciano de sonrisa pícara que, después de encarnar a una pléyade de sargentos de hierro y justicieros de diferente calaña, se dejaba acribillar en la gran pantalla por unos cuantos pandilleros de adolescencias atribuladas para ayudar a un chaval anónimo y evitar saltarse eso de la Ley (hay que señalar que el realizador, con anterioridad, sólo había intercedido a morir en dos películas: «El seductor», de 1969, y «El aventurero de la medianoche», de 1982).
- Contradicciones
Todos pensaban que, por fin, Clint Eastwood era el de «Gran Torino», el de «Invictus», donde se homenajeaba a Mandela y se defendía la convivencia de las sociedades mestizas, de convicciones y orígenes dispares, que el almanaque, ya era hora, debió pensar alguno, había limado las aristas y asperezas ideológicas del actor de cara de piedra que había participado en cintas de la talla de «Los violentos de Kelly» y «Ruta suicida».
Pero el octogenario aún permanece anclado en principios arcaicos, todavía sigue creyéndose el chico del Magnum 44, el Harry el sucio de los setenta que tantó divertía a los miembros del Club del Rifle. Después de defender la sociedad multicultural, que es el motor de Estados Unidos, se ha dejado de torpes disimulos y silencios, se ha arrancado la careta y ha dado su apoyo incondicional y público a Donald Trump, ese constructor enriquecido que mira a la política con soluciones de ladrillero, como la idea del muro con México.
Eastwood, que todavía sigue instalado en su vetusta mentalidad Smith & Wesson, ha tratado de justificar su elección argumentado en «Esquire» que da su apoyo al candidato republicano porque «dice lo que piensa». Alguien debería señalarle que por eso mismo habría que retirarle la confianza. El Despacho Oval no es un corral de gallinas y no está para meter ahí a un tipo que habla sin pensar. Eastwood reconoce, no obstante, como si con eso rebajara importancia a sus palabras, que «a veces no estoy de acuerdo con él. Ha dicho muchas cosas, pero la prensa le presenta muchas veces como un monstruo sin razón. Si tengo que elegir entre él y Clinton, prefiero a Trump, porque Clinton afirmó que seguiría el rumbo político de Obama». El actor escoge así a un líder que insta a Valdimir Putin a que robe los «emails» de su adversario político, quizá sin pensar que él mismo, con su filmografía, apoyó ideológicamente los principios del gabinete de Ronald Reagan y la cabalgada de este presidente contra la Unión Soviética de la Guerra Fría, al trabajar en una película, de las que arrasaron en los cines, como «Firefox», donde se enfrentaba al comunismo en su propio territorio. Para un tipo que irrumpió a tiros en el cine, eso de las contradicciones de guión, se ve, como que no van con él. Pero el realizador, en una vuelta de tuerca más, comenta que «todo el mundo se está aburriendo de la corrección política, de hacer la pelota. Esa generación pelota es en la que estamos ahora». Así que parece que su cruzada no va contra Hillary, vaya, sino con lo de la «corrección» y que por eso votará a un personaje que humilla en sus discursos a las familias de los veteranos que han participado en los últimos conflictos bélicos de su país (los mismos hombres a los que él homenajea/justifica en uno de sus últimos trabajos: «El francotirador»).
- «El bueno y el malo»
Clint Eastwood, el «bueno» de ese «spaghetti-western» de Sergio Leone, se ha pasado al papel del «malo», o sea, el que cayó en manos de Lee van Cleef, sin darse cuenta. Sólo al afirmar que «vivimos en una generación de maricas» porque «la gente dice que “no puedes decir esto”, “no puedes hacer eso”». Así que, después de todo, Clint Eastwood no ha cambiado. Es el mismo pistolero de siempre, que cabalga solo a través de este «infierno de cobardes» y que a su paso no queda nadie con vida. Alguien que cuando rueda, nos recuerda a John Ford, pero que cuando habla nos cuesta reconocer que sea el mismo director de «Bird».