«Cold War»: hasta que el comunismo nos separe
El polaco Pawel Pawlikowski regresa tras la oscarizada «Ida» con una historia de amor tumultuosa con la Guerra Fría como contexto y en la que homenajea a sus padres.
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El polaco Pawel Pawlikowski regresa tras la oscarizada «Ida» con una historia de amor tumultuosa con la Guerra Fría como contexto y en la que homenajea a sus padres.
Solo los amores difíciles, los amores ridículos, permanecen en la memoria. Las historias que se trascienden a sí mismas, casi siempre caóticas, ambiguas, refractarias a toda categorización, inmunes a la rutina. La historia de amor de los padres de Pawel Pawlikowski (Varsovia, 1957) fue de todo menos convencional. «Eran –dice el director– dos personas maravillosas por separado, pero juntos se convirtieron en un desastre continuo». Su romance tuvo más vueltas que una noria y más apariciones y desapariciones que el Guadiana, provocadas tanto por la época (la Guerra Fría y el comunismo omnipresente en el este de Europa) como por sus dos formas de ser excesivas y contradictorias. Fue, sin duda, un amor de película. Y Pawlikowski, el director polaco del momento, Oscar a la mejor película extranjera con «Ida» (2013), no se ha resistido por más tiempo a filmarla. Se llama «Cold War» y es una joya.
«Es cierto que el filme tiene unas mecánicas similares a la relación de mis padres –confiesa el realizador–, pero no es exactamente lo que pasó con ellos. El romance de mis padres se prolongó durante 40 años, pero era mucho más caótico que en la película. Se enamoraron y luego se separaron, se casaron, se volvieron a separar, se escaparon de Polonia por separado, se casaron con otras personas y se volvieron a juntar, y así varias veces. Sabía que tenía que contar esta historia en algún momento y que era una historia increíble, pero no podía narrarla de manera literal porque sería demasiado caótico y porque necesitaba apartarme un poco de la historia». Y así, a medias entre la realidad familiar y la ficción surgida de la potente imaginación del polaco, nacieron Zula y Wiktor, los dos protagonistas de «Cold War». Él es un músico reputado, comisionado para poner en marcha los Coros y Danzas polacos en los que el Gobierno comunista pone serias esperanzas propagandísticas; ella es una joven humilde, de oscuro pasado, que aparece en los «castings» y se lleva de calle el corazón de Wiktor. Pronto, Zula se convierte en el alma de la agrupación, la estrella, y comienza una relación furtiva con Wiktor, quien, asfixiado por el ambiente de delaciones y falta de libertad, aspira a huir de Polonia rumbo al oeste. En un viaje de los Coros y Danzas a Berlín Este, plantea la cuestión a Zula y ambos acuerdan la fuga, pero a última hora ella decide no comparecer. A partir de ahí, en el ambiente convulso de los años 50 en Europa, con el Telón de Acero como gran mampara del amor de Zula y Wiktor, que se alternará entre París y Polonia, se desarrolla esta historia más grande que la Historia, un amor como no hay otro igual.
–Se diría que hay cierta nostalgia en su película hacia los romances complicados, de antaño, cuando la hostilidad política y social de la época obligaban a elegir, a tomar partido, en la vida y en el amor, a diferencia de la ligereza con la que se viven hoy las relaciones...
–No hay un mensaje explícito de ese tipo pero es cierto que estas historias son mucho más claro dramáticamente. Ya sabe, me gustan las películas como «Casablanca». Encuentro difícil contar historias sobre el amor de hoy en día, con la tecnología, los teléfonos, las citas online... Una vida de diferentes opciones es difícil de capturar dramáticamente y yo no hubiera sabido interpretarlo. Pero mis personajes no solo tienen problemas en relación al mundo externo que delimita su relación, sino también internos que impide que estén juntos. Sus temperamentos emocionales y sus clases sociales son diferentes. Él pertenece a la «intelligenzia» (la élite cultural) y ella es una superviviente. Me gusta poner en contacto esas dos fronteras entre los problemas internos y los externos.
Del folk al jazz
En Polonia, Wiktor se siente malgastado, inoperante... Sueña con París, con el jazz y el naciente rock and roll. Zula, reina indiscutible de los Coros y Danzas, agasajada por el Partido, prefiere pasar la vida entre canciones folclóricas al pie de grandes murales de Stalin que empezar de cero en un París que se le antoja hostil, ajeno. Se encontrarán y se separarán sin cesar en solo 88 minutos de metraje de un drama que, al mismo tiempo, funciona como película musical. «La música es un personaje dramático más de la película», confiesa Pawlikowski. «Es además el elemento que los mantiene cerca y el que ilustra los cambios en sus relaciones y en la época», una sinfonía de desacuerdos entre el Este y el Oeste. Así, Polonia es el folk, la música patriótica, teñida de tonos soviéticos; Francia, en cambio, es puro jazz: los clubes donde el humo se enrosca en el saxofón. «He utilizado músicas que me gustan o que pueden tener un impacto en la película, que den un significado extra sobre dónde estamos y que además funcione de manera sensitiva», señala el director.
El de Pawlikowski, un director cristiano, es también un diagnóstico de la búsqueda, el anhelo y la imposibilidad del amor absoluto o del absoluto en sí. Al igual que en «Ida» una joven novicia buscaba fuera del convento una verdad a la que aferrarse, en «Cold War» los personajes intentan dar con ese punto en que la vida alcance sentido inamovible más allá de los vaivenes de la historia y de los corazones.
–«Ida» arrancaba y culminaba en un convento; «Cold War» empieza en una iglesia derruida... Está claro su interés por el hecho religioso, que además fue de gran importancia en la historia polaca del siglo XX.
–En Polonia pero también en general. La necesidad de lo absoluto y la ausencia de lo absoluto en el mundo es un gran drama. No hay un amor absoluto, cuando te enamoras todo es relativo y caótico. El amor total es algo divino, eso que no tienes esperanzas de alcanzar.
Rodada en un precioso blanco y negro, al igual que «Ida», la cinta le valió a Pawlikowski el premio al mejor director en el pasado Festival de Cannes. No sería de extrañar que «Cold War» siguiera la misma senda que su predecesora en la carrera de los Oscar. Quién sabe si el polaco repetirá estatuilla, aunque tendrá en «Roma», de Alfonso Cuarón, candidata por México a la mejor cinta extranjera, un rival de muchísimo peso. Lo que está claro es que es una de las películas europeas del año, algo que puede quedar patente en la gala del cine continental que se celebra este año en Sevilla el 15 de diciembre. «Ida» sorprendió en taquilla para los estándares impopulares a priori de una cinta polaca en blanco y negro. Comparte parte de su «cast», como Agata Kuleszca, coprotagonista en «Ida» y aquí secundaria, y la propia Joanna Kulig, que en «Ida» aparecía en una secuencia en el papel de cantante de cabaret. En este caso, la intérprete sostiene en la piel de Zula, junto a Tomasz Kot (Wiktor) un filme tan profundo como ligero.
Para Pawlikowski, el guión, que en este caso reescribió, dice, más de 100 veces, «no es algo inamovible». Los actores también influyen, pero no solo. «Esa es la magia del cine: que los intérpretes hacen una cosa, la imagen hace otra, los extras mueven sus caras y yo los pongo a todos en situación. Hago una toma y otra, cambio la iluminación, miro el monitor... Es como una pintura. Todo para que la película sea natural y haya una sensación de belleza improvisada. Cómo llegas a lograrlo, eso es lo difícil». Él lo hace sencillo.
La estelar vuelta a casa de un polaco crecido y formado en el reino unido
A sus 61 años, Pawel Pawlikowski se ha sentado en la cima del cine mundial con dos obras que muchos califican de maestras, «Ida» y «Cold War». Este polaco crecido y formado en el Reino Unido había realizado en Inglaterra y en Francia filmes de resonancia media como «La mujer del quinto» y «Last Resort», pero no ha sido hasta su regreso a Polonia, con las dos cintas mencionadas arriba, en las que explora el drama del comunismo en su país, que la crítica se ha rendido a sus pies. Y no solo la crítica, también el público y los premios. Para empezar, el Oscar, que ganó en 2013 en la categoría de mejor película extranjera por «Ida». Además, se hizo con 5 premios del Cine Europeo. «Cold War» le ha valido por ahora el galardón a mejor director en Cannes.