Exposición

Dennis Hopper, fotógrafo callejero

El Museo Picasso de Málaga muestra, a través de 141 imágenes tomadas entre 1961 y 1967, el trabajo fotográfico del actor antes de convertirse en una estrella

Dennis Hopper, fotógrafo callejero
Dennis Hopper, fotógrafo callejerolarazon

Antes de que se metiera de todo, Dennis Hopper fue fotógrafo. Su mujer –la de por entonces, porque tuvo cinco ( la muerte le sorprendió en mitad del último divorcio)– le regaló una cámara y él decidió seguir el consejo que le dio su amigo James Dean, aquel rebelde sin causa con el que coincidió en «Al este del Edén» y «Gigante», y que extravió el alma en un coche de carreras: «Seguramente algún día querrás dirigir películas y no puedes recortar una película, así que tienes que aprender a hacer un encuadre completo». Así, el «chico granjero» de Dodge City, Kansas, el muchacho de clase media cegado por el ensueño burgués del arte, emprendió la ruta que le conduciría a «Easy Rider» (1969) y el resacón de éxito que vino después.

Choque generacional

En los años anteriores, los que van del 61 al 67, Hopper se había dedicado a encuadrar la realidad de los EE UU de los sesenta, que fue la Norteamérica de la protesta, los movimientos antirraciales, el deslumbramiento de la carretera, los hippies, las drogas, el sexo libre. Hopper venía de la «generación Beat», de los Ginsberg, Kerouac y Burroughs, y el aullido desesperado que arrastró a miles de jóvenes al inconformismo, a buscar otra forma de vivir, a otros ideales distintos de los que imperaban en la sociedad. «Todos ellos deseaban hacer otra política, olvidar el maccarthismo. Son gente que no son nadie y que a través del cine, la televisión y el arte llegan a convertirse en alguien. Son unos años en los que lo artístico, lo popular, la nueva cultura americana, que terminaría por invadirnos, dejaba atrás el expresionismo abstracto y el arte que emulaba a Europa. El mismo Hopper quería al principio filmar cintas a lo Godard, pero esta es una América turbulenta y hay un fuerte choque generacional con una nueva música tras Elvis Presley; un nuevo tipo de cine, ya que empieza el independiente, que no es lo mismo que el experimental europeo, y una nueva literatura», comenta José Lebrero, director del Museo Picasso de Málaga y comisario de «En el camino», la exposición que dedica este centro a Hopper. Una muestra que aspira, a través de 141 instantáneas en blanco y negro, a «acercar esta figura poliédrica que practicó la fotografía de la calle». Su mirada indiscreta, que se colaba en los rodajes para sorprender a los actores en sus ensimismamientos, provenía del instinto, del ensayo y el error, del «amateur» disciplinado, fascinado por la máquina que sostiene entre las manos. «Es un fotógrafo que no ha estudiado fotografía. Hay que dejarlo claro. Pero estos años le servirían para preparar "Easy Rider". Es un autor muy directo, que se aproxima a Paul Newman igual que a un grupo de mujeres de Nueva York o a sus propios hijos. Es una fotografía sin retórica, que no está preparada y que jamás utilizó flashes ni luces de estudio, salvo para un trabajo de moda que aceptó», comenta Lebrero. Algunas de las instantáneas que se enseñan son inéditas y jamás se habían podido contemplar con anterioridad. Están distribuidas en diferentes ámbitos, que son los que le interesaban al artista: la carretera, las superficies abstractas, la moda, los sets, la publicidad, la calle, los famosos. Un caleidoscopio que muestra los distintos intereses que durante esta época poseía Hopper, y que, más tarde, pasaría su propio calvario hasta que resucitara con películas más tardías como «Terciopelo azul». Atrás había dejado interpretaciones de éxitos, como en «Apocalypse Now», junto a Marlon Brando, o una película, «The Last Movie», de 1971, que rodó después de inventar la «road movie» y que, a pesar de ser premiada en Europa, apenas contó con apoyo de las distribuidoras, convirtiéndose en un sonoro fracaso de taquilla. Hopper mantendría su relación con la fotografía, pero después de ese periodo inicial, sería de manera intermitente. Él no era un hombre que concediera valor al producto, entendido como hoy, y eso le hacía arrinconar los negativos sin molestarse en revelarlos. «No tenía interés en revelarlos –explica Lebrero– ni en ampliar las imágenes. No le interesaba. Sólo encuadraba el mundo que le rodeaba y ya está. No mostraba una vocación especial por mostrar lo que hacía. En los setenta iba a desprenderse de los carretes que había guardado, pero un galerista de Los Ángeles, el propietario de la sala donde exhibió por primera vez Andy Warhol, logró salvarlos». Marin, la hija del actor, que acudió ayer a la inauguración, confesó que su padre, al final de su vida, aspiraba a que el público le reconociera como «artista».

Autores del ángel caído

En los noventa y a comienzos de 2000, Hopper recuperó el pulso de la cámara y empezó a tomar fotos en color y a ser consciente del valor que poseían. Es en esta nueva etapa cuando retrata de nuevo a Jack Nicholson, a Leonardo DiCaprio o al pintor Anselm Kiefer, pero su manera de mirar es diferente. «Esta exposición, con la perspectiva que siempre dan cuarenta años, ofrece la oportunidad de observar cómo entendía el mundo una generación, de atraer la atención sobre aquella contracultura», asegura el comisario. Y, en efecto, entre las figuras que Hopper retrató aparecen Jane Fonda, Martin Luther King o Gingsberg, pero también iconos como John Wayne o Dean Martin, que nadie diría próximo a su sensibilidad. Hopper, profeta de la rebeldía y del inconformismo, mito de una época que aún creía en la libertad absoluta, ejerció así la fotografía. Con pureza. Hasta que se convirtió en un ángel caído.

Aprendiz de brujo

Si algo caracteriza la fotografía de Dennis Hopper es la oportunidad. Está en el lugar que debe estar para tomar la instantánea. Así le sucede con Hollywood y sus diferentes mitos, pero también con toda una generación de artistas que invierten las tornas y a la que él considera que pertenece. Hopper estuvo en la Factoría de Andy Warhol (en la imagen, en un retrato célebre de Hopper) y recogió testimonio de todo lo que se movía por ahí. El director y actor siempre se sintió atraído por los artistas plásticos. De hecho, la presente exposición ha reservado una sala a algunos nombres que admiró y que marcaron el paso durante esas décadas. Son genios que pertenecieron al grupo en el que él se desenvolvió, como el propio Warhol ya citado, Claes Oldenburg, Ed Ruscha, Robert Rauschenberg, Tom Wesselmann o Roy Lichtenstein, que era mayor que el resto. Todos ellos colaborarían para introducir en el arte con mayúsculas objetos de la vida cotidiana.

Cuándo: Desde hoy hasta el 29 de septiembre.

Dónde: Museo Picasso de Málaga.

Cuánto: 4,50 euros.