"Día de lluvia en Nueva York": La película prohibida de Woody Allen
Dirección y guión: Woody Allen. Intérpretes: Timothée Chalamet, Elle Fanning, Selena Gómez, Liev Schreiber. EE UU, 2017. Duración: 92 minutos. Comedia romántica.
Poco después de empezar el rodaje de «Día de lluvia en Nueva York», Ronan Farrow destapaba en la revista «The New Yorker» el escándalo Harvey Weinstein, y con él arrancaba el movimiento #MeToo. Desde su condición de padrastro repudiado es difícil pensar que Woody Allen supiera nada por adelantado, pero su nueva comedia romántica demuestra que no vive en una torre de marfil, que sabe empaparse del aire de los tiempos, y que su visión del tema, como luego ha demostrado con sus declaraciones, está muy lejos de lo políticamente correcto. En este irregular tramo de su carrera siempre anda acompañado por una misantropía que, entre sonrisas, no deja títere con cabeza. No es extraño, pues, que en esta época de tolerancia cero ante actitudes sospechosas de sexismo, y con las viejas acusaciones de pederastia contra Allen resucitadas en primera plana, que Amazon decidiera no estrenar la película en Estados Unidos. Los hombres que se dedican al cine, al menos los que aparecen en el filme, son depredadores sexuales en potencia, y su presunta víctima es una estúpida aprendiz de periodista (Elle Fanning) que vive en la inopia, seducida por la supuesta brillantez de sus cazadores, y también por su aura de celebridad. No hay trato indulgente ni para ellos, lúbricos e interesados, ni para ellas, ridículas y estridentes (a no ser que sean prostitutas o estudiantes del Upper West Side). Es inevitable pensar en Scott Fitzgerald al ver «Día de lluvia en Nueva York», y no solo porque su protagonista se llame Gatsby (Timothee Chalamet). La fascinación de Allen por las clases privilegiadas –por sus dudosos orígenes, por sus costumbres elitistas, por su grácil hipocresía– cristaliza aquí en un romance neoyorquino que, al modo de un rondó rohmeriano, separa a los amantes durante un día que resultará de una reveladora ligereza. No importa tanto que los encuentros sean precipitados, o que funcionen como implacables deus exmachina en la tragicomedia de la vida, o que los gags no sean sutiles, porque ni siquiera Allen está seguro de sus finales felices. Son demasiado repentinos para ser ciertos, y tal vez por ello nos gustan, aunque no del todo.