Día triste en el Festival de Sitges
Hay días de poco y otros de mucho, pero a veces resulta desolador contemplar películas que no se saben acabar
Hay días de poco y otros de mucho, pero a veces resulta desolador contemplar películas que no se saben acabar
En el Festival de Sitges hay días de muchas películas y otros de pocas, y los de menos son por la emisión de episodios pilotos de series que se van a exhibir completas en Netflix y cuya información está embargada la información de prensa hasta que no se proyecte en el canal.
El primer largometraje del día, “Under the Silver Lake” de David Robert Mitchell, en la ciudad de Los Ángeles, que parece una tela de araña por lo grande que es, el protagonista busca a una chica que conoció en su bloque de apartamentos. Una verdadera lata y con aspectos absolutamente inexplicables: se está bañando el protagonista con una señorita y un disparo mata a la chica, no sabemos ni quién ni por qué ha apretado el gatillo. Claro que nos ponemos a pensar en esto algo dado el aburrimiento general.
Otra de las películas que pudieron verse, “Maquia: When The Promised Flower Blooms” de Mari Okada, es un largometraje de animación con argumento fantástico -por lo tanto, lógico- en este festival. Pero es una vergüenza pensar que hace 80 años “Blancanieves” de Walt Disney estaba infinitamente mejor que esta japonesa hecha en ordenador.
En la sección Órbita he visto “Galveston” dirigida por la francesa que además de actriz, recuerdo su papel en “Malditos bastardos” de Quentin Tarantino, es también directora. Ha sido la mejor del día, una road movie en plan huida, entretiene, tiene ciertas sorpresas pero la realizadora no sabe terminarla, de ahí lo de día triste.