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El viaje a ninguna parte de Depardieu

«Valley of Love» reúne al actor con Isabelle Huppert en una cinta que se pierde en su forzado misticismo
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«Valley of Love» reúne al actor con Isabelle Huppert en una cinta que se pierde en su forzado misticismo
Gérard Depardieu e Isabelle Huppert pisaron juntos por primera vez la alfombra roja en 1980, como protagonistas de «Loulou», de Maurice Pialat. Nada menos que treinta y cinco años después, han vuelto a hacerlo con «Valley of Love» interpretando una versión posible de sí mismos. La premisa de la que parte Guillaume Nicloux –que ya fantaseó con las vidas paralelas de una «celebrity» de la «intelligentsia» en «El secreto de Michel Houellebecq»– es atractiva. ¿Qué habría pasado si Depardieu y Huppert hubieran sido pareja y hubieran tenido un hijo, que en 2014, en una nota suicida, les pide como última voluntad que se reúnan en el Valle de la Muerte para invocar su duelo? El gran «Cyrano de Bergerac» también perdió un hijo, Guillaume, cuando éste tenía 37 años, por lo que las intersecciones entre vida real y ficción podrían haber dado pie a un melodrama por lo menos singular. La familiaridad que desprende la química entre Depardieu y Huppert hace creíble esa relación amorosa. Hay una complicidad, entre tierna y hostil, sensiblemente palpable entre ambos actores, como si en su mutuo desprecio pudieran notarse las infinitas capas de afecto que les unen. Sin embargo, la película, que deriva hacia un misticismo sobrenatural bastante forzado, no sabe qué hacer con la energía que desprenden sus intérpretes.
No es extraño, pues, con un Depardieu tan deslenguado como de costumbre, que la rueda de prensa derivara hacia otros derroteros que nada tenían que ver con la película. Inevitable, pues, que hablara del conflicto ucraniano, teniendo en cuenta que es amigo personal de Putin, posee unos cuantos viñedos en Ucrania y obtuvo la nacionalidad rusa en 2013. «¿Qué puedo decir sobre semejante conflicto? Si Crimea hubiera sido americana, sería otra cuestión», afirmó Depardieu. «Hay muchos grupos étnicos en Rusia. No me aventuraría a ser portavoz de nadie. Como todo el mundo, la noticia me impactó. No me gustan las guerras». Como su inmortal Obelix, es un hombre pragmático. Véase, si no, cómo habla de su oficio llevando más de medio siglo en el negocio: «Quería ser actor porque no quería trabajar. Me metí en esto por accidente. Y pronto me di cuenta de que me encantaba vivir con gente que se dedica a esto. Nos dan de comer, nos alojan y nos lavan la ropa... Para mí actuar es puro placer. Simplifica mi vida y ganas mucho dinero. Puede parecer vulgar pero es la verdad».

Tim Roth, de premio

«Chronic», del mexicano Michel Franco, es otra película de actores. De actor, para ser más exactos: Tim Roth podría llevarse tranquilamente el premio a casa. En ella interpreta a un enfermero diligente pero hermético, que tiene que lidiar con un trauma del pasado a la vez que dedica su vida a paliar el dolor de los demás. Franco le observa en la distancia, cumpliendo con su deber y haciendo emerger su aflicción lentamente y de soslayo, abordándola sólo cuando el espectador se ha acostumbrado a lo perturbador de su oficio, y a las dificultades con que se topa en su día a día, bien sean los celos de la familia del enfermo o la relación de dependencia que establece con éste. Tim Roth, que se declaró en rueda de prensa a favor de la eutanasia, encarna a David como si fuera un sonámbulo que se resiste a despertarse, sin mover un músculo, sin hacer un gesto que no sea significativo. Es una pena que Michel Franco, que conoció a Tim Roth en Cannes, cuando éste le otorgó el premio Una cierta mirada a «Después de Lucía», cierre su notable filme con una nota en falso, una clausura desastrosa propia de un estudiante de cine en horas bajas.

«El principito» animado

¿Cómo adaptar al cine «El principito»? Es una pregunta que muchos se han formulado desde que la fábula de Saint-Exupéry se publicara en 1943. Stanley Donen se atrevió en 1974 haciendo el ridículo. Mark Osborne, el director de «Kung-Fu Panda», ha logrado la cuadratura del círculo: ser fiel a la obra, integrarla dentro de un relato que amplía su reducido campo de batalla, a partir de un bello y minucioso artefacto animado, que mezcla técnicas digitales y de «stop motion» con soltura y sentido del equilibrio.