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Hollywood

«Gravity»: Cuarón humaniza el 3D

«Gravity»: Cuarón humaniza el 3D
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Realizar la pirueta de lanzar a tus protagonistas al espacio y rodar en 3D para conseguir un drama intimista solo puede provenir de alguien con mucha fe en sí mismo: Alfonso Cuarón. Y aún más si confías para un proyecto tan arriesgado en una idea original de tu hijo: «Jonás quería despejar la trama de elementos para que fueran los espectadores quienes pusieran su experiencia emocional». Pero antes de que eso ocurra, en el desenlace, nos encontramos con una ingeniera introvertida y superespecializada pero novata en expediciones espaciales (Sandra Bullock) y un veterano piloto en la estratosfera (George Clooney) tan parlanchín que aburre al mismo Houston con sus aerobatallitas de abuelo. Pronto, ambos empiezan a darse coscorrones contra el exterior de la nave porque hay un problema técnico que no aciertan a reparar. Y poco más podemos contar, pero tampoco había demasiadas líneas de texto en el resto del guión de los protagonistas, más allá de las cuestiones técnicas que transmiten a la Tierra. Lo demás, es cosa de la emoción.

«Un error de cálculo»

«Como texto fue un proceso difícil. Pues al escribir del espacio necesitas mucha investigación para transmitir al público con verosimilitud lo que ocurre entre ellos sin que parezca chino», explica Jonás Cuarón. En realidad, todo nació de un filme que su padre no pudo rodar por falta de fondos y al leer otra película que preparaba el hijo, «Desierto», quiso trasladar la misma filosofía (secuencias sin apenas palabras en las que no pasa demasiado por fuera pero mucho por dentro) al espacio. «Fue un error de cálculo de los dos», pues si no había podido levantar un proyecto por falta de inversores, imaginar algo más allá de la atmósfera y que se parezca a lo que ocurre en los documentales es todavía más costoso. Así que ambos tenían por delante no solo la ardua tarea de conseguir inversor, sino algunas dudas sobre cómo llegaría semejante propuesta al público: «La gente no conectó con eso en mis anteriores trabajos, especialmente en "Hijos de los hombres", quizá porque había demasiada distracción narrativa», asegura Cuarón padre de forma más que sincera.

El mexicano también se lamenta de que los periodistas (hombres) que han visto la película únicamente le pregunten por detalles técnicos, mientras que son las mujeres las que indagan en el fondo de la historia. El caso es que muchos consideran que esta película inaugura una nueva era en el uso dramático del 3D, que, hasta ahora, había sido una filigrana técnica pensada para el disfrute visual del espectador y para incrementar la recaudación de los títulos (por el aumento en el precio de la entrada): «No estoy seguro de poder haberla hecho sin 3D, "Gravity"en 2D habría sido solo el 20 por ciento de la experiencia», indica el cineasta, que no quiso enmendar la plana a sus colegas, pero admite que «casi todo el cine que vemos con gafas tiene una versión en 3D, aunque no está concebido desde el principio así, solo "La vida de Pi", "Pina"y "La cueva de los sueños olvidados"tienen una verdadera experiencia en tres dimensiones».

Y comienza a detallarnos su peripecia, de despacho en despacho, para lograr que alguien le diera respuesta a sus problemas para construir semejante artilugio. Hasta que dieron con el director de «Avatar»: «Todo el mundo nos cerraba las puertas y nos decían que, al menos, teníamos que esperar otros siete años hasta tener la tecnología suficiente como para poder rodar lo que queríamos. Cameron leyó el guión y nos animó diciendo que ahora todo lo que soñaras se podía hacer en el cine, pero que tendríamos que construir nuestras propias herramientas para poder llevarlas a cabo». Los Cuarón, y, sobre todo, sus productores, hicieron caso a medias al rey midas de Hollywood. Convinieron en que la realización era posible, pero no con su método, que hubiera engordado mucho más el presupuesto. «Podría hacerme la vida más fácil. La gente me sugiere que haga películas de superhéroes que es mucho más rentable que emplear en una película cuatro años teniendo en cuenta que no me pagan por hora», dice en otro ataque de franqueza Cuarón. Es su hijo quien explica que no se trataba de un capricho, que el espacio resultaba fundamental para hablar del aislamiento, que es la esencia del mensaje, y de que, aunque el intelecto de una persona se niegue a seguir viviendo, el instinto de supervivencia es mucho más fuerte.

Gusto por el plano secuencia

Una vez lograda la tecnología suficiente, había que dar forma a un viaje adrenalínico de 90 minutos. Para ello juzgó como fundamental el empleo del planos secuencia. Cuarón defiende que no es una exhibición de equilibrismo, sino de necesidades narrativas: «No se trataba de hacer un "mira, mira, mamá sin manos", ni estoy peleado con el montaje. Lo que pasa es que me fascina que el personaje y el contexto tengan el mismo peso, que es algo que vengo trabajando desde "Y tu mamá también"». Si en aquella película iniciática era el paisaje lo que permite con bastante facilidad una «road movie», aquí, el globo terráqueo, al fondo, acompaña a los protagonistas a la deriva como testigo privilegiado. Su hiperrealismo se logró «mediante fotos en alta resolución. Incluso mandamos un globo a la estratosfera para recolectar instantáneas».

Cuando abrió el Festival de Venecia, a finales de agosto, muchos críticos se quedaron boquiabiertos, a su paso por la muestra de San Sebastián también fue recompensada con un buen número de estrellas por reseña. Cuarón, que desde que dio el salto a Hollywood («Harry Potter y el prisionero de Azkabán», 2004, «Hijos de los hombres», 2006) ha sufrido de todo, prefiere guardar prudencia. Su hijo Jonás asegura que «hemos escuchado muchas cosas superlativas sobre el filme. Yo no tengo perspectiva, no me importa tanto el resultado como el proceso que hemos vivido, pero al tratarse de un experimento me da mucho gusto la buen recepción».