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«Mi primera boda»: Si nada lo impide

Director: Ariel Winograd. Guión: Patricio Vega. Intérpretes: Natalia Oreiro, Daniel Hendler, Imanol Arias, Martín Piroyansky, María Alche. Argentina. 2011. Duración: 102 minutos.Comedia boda.
larazon

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Que la comedia (y, por supuesto, también la vertiente romántica) ha sabido siempre sacarle provecho a los enlaces matrimoniales es un hecho innegable, y no pongo ejemplos para no abrumarles con la interminable lista, que, además, para gustos los colores. Bueno, sí, sólo uno: «La boda de mi mejor amiga», de reciente estreno y muy notables resultados. Un avispado director de Buenos Aires le hinca el diente ahora (bueno, para no mentir, hace dos años) a los preparativos de una con bastante miga y una pareja que, a estas alturas de la película, no sabe si se quiere mucho o demasiado poco. Durante la fecha mágica y vestido de tiros largos, Adrián mira nervioso a cámara y cuenta el calvario por el que está pasando. Ha perdido de forma harto desgraciada la alianza que debe lucir en el dedo correspondiente Leonora, la futura esposa. si nadie o nada lo impide, que los hados lo intentarán, aunque decide ocultarle el tema para evitar problemas, porque la chica, que hizo un curso sobre Lacan y desde entonces suelta perlas psiquiátricas sin desperdicio, tiene muy malos prontos. Pero lejos de sortear así el escollo, la historia se enrevesa cada vez más hasta acabar con Leonora al borde de un ataque de nervios y Adrián, de frac y galopando a caballo. Parece «Novia a la fuga», pero qué va. Con la casa atestada de extravagantes invitados (del abuelo recién divorciado que quiere fumarse un canuto como sea hasta la ex pareja de Leonor, un tipo petulante dispuesto a fastidiarles el día, que interpreta Imanol Arias; y de camino en coche van el sacerdote y el rabino que oficiarán la unión a dos voces religiosas, aunque no atinan con la dirección), veremos de qué manera acaba todo. Bien, y no les fastidio nada porque cualquiera lo intuirá desde los divertidos títulos de créditos de esta amable, simpática pero en ocasiones exageradísima (así, Leonor pierde los papeles literalmente en sólo un par de minutos) producción que no consigue más que arrancar algunas leves sonrisas al respetable, porque, de carcajadas, miren, ni hablar. Y con la gracia que tienen los argentinos, caramba, ya hemos tenido mala suerte. A comer otra vez perdices.