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Michael Bay: «Odio el digital, soy de la vieja escuela»

Recrea en su nueva película las trece angustiosas horas que vivieron los seis ex militares de elite que defendieron al personal de la embajada de Estados Unidos en Bengasi en 2012.
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Recrea en su nueva película las trece angustiosas horas que vivieron los seis ex militares de elite que defendieron al personal de la embajada de Estados Unidos en Bengasi en 2012.
Comenzó su carrera de la mano de George Lucas ayudando a archivar los «story boards» de «En busca del arca perdida». Cuando vio la película acabada quedó tan impresionado que decidió que su profesión era la dirección. En Hollywood se le conoce por dirigir proyectos de un abultado presupuesto, con ritmo rápido y efectos visuales espectaculares (explosiones incluidas). «Transformers» es hasta la fecha su franquicia más conocida. Gracias a ella ha recaudado miles de millones de dólares en todo el mundo. De genio anda sobrado y tiene fama de gritar en los rodajes, cosa que él admite, pero todos los actores que han estado bajo sus órdenes lo justifican como una forma pasional de querer hacer el mejor trabajo posible. No es inusual escucharle frases del calado de «si la cámara no esta lista, tendremos que rodar sin ella». Los críticos le han dado la espalda en más de una ocasión, aunque tiene alguna que otra película como «La roca» (1996) en su currículum que destaca por su buena factura, visual y temática. En «13 horas: los soldados secretos de Bengasi» narra la historia de los marines que defendieron la embajada de EE UU en Libia, sin querer adentrarse en asuntos de calado político, sino en la parte más humana. El filme está basado en el libro de Mitchell Zuckhoff que relata la historia de los combatientes que intentaron rescatar al embajador americano Christopher Stephens.
–¿Que le llamó la atención de esta historia para decidirse a llevarla al cine?
–He colaborado en ocasiones anteriores con gente que pertenece al aparato militar, como fue en el caso de «La roca». Desde entonces he mantenido contacto con muchos de ellos a lo largo de los años, como Harry Humprhies. Nuestra primera colaboración resultó un tanto surrealista pero sobrevivimos y desde entonces hemos estado colaborando. Respecto a por qué me interesó esta historia en particular es porque estos soldados despertaron mi curiosidad.
–Existe un desconocimiento generalizado de lo que sucedió en Bengasi.
–He intentado mostrar la parte más humana, lo que los medio no publicaron. Estos soldados fueron unos verdaderos héroes y creo que es de ley hacer justicia con ellos, es lo que se merecen. Son hombres generosos, dedicados, entregados a sus ideales y a su causa. Es una historia increíble que no se ha contado sobre una noche que fue la peor de sus vidas. Salvaron a 30 americanos y nadie lo sabe. Pienso que es importante mostrar eso cuando estamos viviendo en unos momentos de egoísmo muy acentuado.
–¿Por qué se rodó fuera de Estados Unidos, para darle, quizá, más verosimilitud?
–Creo que el toque de autenticidad es una mezcla de factores. Por un lado están los actores, que han sabido interpretar sus papeles a la perfección. Trabajamos con un equipo extranjero que para mí ha sido una novedad. Una mezcla de británicos, franceses, italianos y malteses. Lo cierto es que fue una experiencia bastante positiva porque todos conectaron muy bien y se comprometieron al cien por cien con su trabajo, que no sucede siempre. Fue un rodaje duro, rápido pero con camaradería.
–¿Ha transmitido lo que quiso?
–Sí. Eso se debe en gran parte a nuestro director de fotografía, Dion Bebe, que ganó un Oscar por «Memorias de un geisha». Nuestro plan era hacer sentir al público que estaban con estos soldados, que sentían lo que ellos sentían, que había suciedad, dolor, energía, aunque en el fondo se trata de una mezcla de elementos. Rodar fuera de EE.UU. ha ayudado bastante. Si lo hubiéramos hecho aquí en un set no habría sido lo mismo. Cuando estás trabajando a 135 km de Libia la sensación es mucho más auténtica.
–¿Puede pecar el filme de demasiado patriótico para audiencias no americanas?
–Piensa que a estos soldados no les obligó nadie a ir. No pienso que sea un película pro América. En cada país sus soldados, tanto mujeres como hombres, luchan por defender lo suyo. Es algo natural. Precisamente en eso está la belleza de la historia.
–Hay una escena hacia el final donde vemos a un grupo de libias llorando por la muerte de sus seres queridos. ¿Está hecho con intención de ver un poco también el otro lado de la historia?
–Es algo que no estaba en el libro pero que me pareció interesante incluir por la carga emocional que conllevaba. Ese fue el motivo y no otro. Queríareflejar el conflicto desde ambos lados.
–¿Corre riesgos cuando dirige?
–Ésa es mi firma. Siempre trato de rodar escenas de acción que no se han hecho nunca. Así mantengo mi interés por la realización y también el del público.
–¿Le afectan las duras críticas que han recibido algunas de sus películas?
–Intento mantener cierta distancia con respecto a ellas. El problema con los críticos es que aíslan al público. Si escriben una frase como «eres un estúpido porque te guste tal o cual película», quien lo lee o lo escucha se esconde porque se siente atacado. Hay demasiada critica poco constructiva, aunque los lectores ya no hacen caso de esos ataques, que al final son personales e irracionales, pero resulta bastante extraño que critiquen mi edición por ser demasiado rápida.
–¿Le atrae el formato 3-D?
–Soy un director de la vieja escuela y odio grabar en sistema digital, no me importa lo que otro director diga. El digital nunca será tan bueno como el celuloide. Si te dicen lo contrario están mintiendo.