Russell Crowe: «Sentí que era el único que podía hacer esta película»
Rusell Crowe presentó en España su nuevo filme, «El maestro del agua». El intérprete se enfrenta, con 51 años, al reto de ponerse tras la cámara por primera vez para contar, «con una perspectiva fresca», la historia de un padre obsesionado con encontrar a sus hijos caídos en la batalla de Galípoli en la Primera Guerra Mundial
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Estrena en España su primera película como director, una cinta australiana que protagoniza junto a Olga Kurylenko.
El primer día que Rusell Crowe desembarcó en la playa de Galípoli se dio cuenta del drama que desembocó en la muerte de 60.000 soldados turcos, 5.000 franceses y 50.000 británicos durante la Primera Guerra Mundial. «Estaba amaneciendo cuando llegué desde Mikonos en barco y me sorprendió que según sale el sol, su luz incide directamente sobre esa playa, con lo que cuando ellos desembarcaron en 1915, cada trozo de metal brillaba y resultaba fácil matarles», comienza diciendo el actor de «El maestro del agua». Y es que la implicación de Crowe, ya no sólo tiene que ver con la interpretación en esta cinta sino que también eligió esta historia para ponerse por primera vez detrás de la cámara. «Todo surge de mi respuesta al guión; lo recibí y tuve una respuesta como la que tengo como actor de cualquier película, pero en ésta, me di cuenta de que había una voz interior que me decía: ‘‘Yo quiero asumir la responsabilidad de esta historia’’», explica Crowe. Y es que no nos encontramos en la cinta una historia fácil de dirigir porque el australiano conoce perfectamente la manera tradicional de contarla, pero quiso salirse del guión.
Errores de hace cien años
«El maestro del agua» cuenta el sinvivir de Joshua Connor (Rusell Crowe), un granjero australiano, que ve cómo sus hijos abandonan la casa familiar y se alistan junto a los neozelandeses en la Primera Guerra Mundial para defender su inédito sentimiento conjunto como nación. Tras la batalla de Galípoli y ante la masacre, Connor decide viajar a Estambul para investigar la desaparición de sus vástagos. Allí entra en contacto con las autoridades locales y militares para viajar hasta la zona del conflicto y recuperar sus cuerpos para enterrarles en casa. Durante su odisea establecerá una relación de complicidad con la dueña del hospedaje donde pernocta, Ayshe (Olga Kurylenko) y con el comandante Hasan (Yilmaz Erdogan), un oficial turco que luchó en la batalla de Galípoli y que le concederá los permisos necesarios para recorrer el país. Los dos pilares en los que se basa la película son la investigación llevada a cabo por los miembros del rodaje y la clara intención de cambiar el punto de vista desde el que se cuenta un episodio tan vergonzoso de la historia mundial. «El clima y hasta el color del agua son muy parecidos a los de Australia; un mar muy azul y profundo. En mi investigación averigué que los soldados aprovechaban cualquier oportunidad para bañarse aunque les estuvieran disparando», describe Crowe, que también asegura que «todo lo que había leído sobre la batalla era la manera tradicional en la que se explicaban las guerras de trinchera: cada grupo en la suya y con el aviso todos salen y se disparan», y, sin embargo, «descubrí que era más violento que eso, y mucho menos honroso: se hacían túneles entre trincheras y se colocaban bombas debajo de las del enemigo». Y convirtió esos descubrimientos en la cara más amarga de la cinta porque «sólo habíamos visto la superficie de la verdad: nos gusta mostrar el heroísmo, pero, en realidad, en detalle es bastante desagradable» y por eso proclama que ésta, es una cinta «orgullosamente anti guerra». Qué si no le mandaría al actor hacerse cargo de un proyecto así en un momento personal y profesional bastante repleto: «No estaba buscando nada de este tipo: estaba haciendo cinco películas seguidas, tengo dos hijos, me estaba separando de mi mujer, tengo un rancho y un equipo de fútbol».
Pero la calidad de Rusell Crowe como actor también ha cambiado la manera de comportarse con los actores y en el set. Olga Kurylenko, su compañera de reparto, tiene claro que «parece que lleva dirigiendo toda su vida. Constantemente entusiasmado habla perfectamente el idioma de los actores; siempre abierto a propuestas del equipo», sin dejar de lado imponer «disciplina, pero consiguió que nada fuera forzado y todo resultara muy fluido». En palabras de la actriz, la parte más dura de su labor actoral también fue la investigación: «Tengo que hablar turco en la película; y aunque manejo muchos idiomas, ése es completamente distinto a los que domino y tuve que aprender de cero. Además, interpreto a una mujer de hace cien años, con una cultura y unas tradiciones distintas a las mías, aunque algunas se mantienen en la actualidad». Y de su inmersión en el mundo turco más allá de que «mi madre preparaba el café así», es entender el mensaje principal de la película, que, según Kurylenko, «resulta útil con lo que está pasando en el mundo. El filme habla de compasión, comprensión y de que el dolor es universal y une a la gente. En una guerra no hay un ganador y el personaje de Joshua no se posiciona y puede ver en Estambul las cosas desde el punto de vista de los turcos y no sólo desde el de los australianos». Pero a pesar de la buena disposición de la cinta, Crowe recuerda que «si pudiéramos volver a traer a la vida a uno de aquellos soldados que murieron en Galípoli, a los que dijeron que la primera era la guerra que acabaría con todas las guerras, estarían muy decepcionados y sorprendidos de que cien años después estemos haciendo exactamente lo mismo». Confía pues en la capacidad del séptimo arte como «medio poderoso que puede ayudar a llevar muchos mensajes, por lo que hay que seguir intentando cambiar las cosas y llevar la verdad de cara», y en su labor de ver «dentro de las sombras que hay dentro de esta historia culturalmente». Y no cejó en su empeño, pues Crowe asegura que «sentí que era la única persona que podía contar esta historia, pero no quería acabar entrando en los clichés; quería que fuese una perspectiva fresca. Pensé que era importante que una historia con esta perspectiva cultural mostrase a los australianos y neozelandeses el punto de vista de los turcos». Así, implicado de lleno en el proyecto, muestra de una manera amable pero realista, una mirada ácida sobre el conflicto donde constantemente se intercambian los papeles de víctima y verdugo, ayudado por un excelente elenco de secundarios y la mirada limpia y reflexiva del oscarizado director de fotografía Andrew Lesnie («El señor de los anillos»), que sabe sacar partido de los maravillosos paisajes y de las desgarradoras escenas bélicas, y donde destaca la secuencia rodada dentro de la mezquita azul.
Russel Crowe está satisfecho con el resultado, que ya fue galardonado con tres premios AACTA australianos, pero, a pesar de que dice que «no he aprendido ninguna lección particularmente creativa», sí que confiesa haberse llevado «lecciones de financiación y puedo decir que es una película independiente australiana y confirma mis teorías de que sé cómo funcionan las cosas en un set de rodaje», con lo que se permite afirmar sin rubor que, «siendo director la única persona a la que tengo que satisfacer es a mí mismo». Ahora se sienta a observar desde la experiencia a jóvenes cineastas «que vienen a pedirme consejo. Y he descubierto que es el peso de la experiencia lo que me puede convertir en cineasta y por eso, en este caso, he decidido seguir este camino».
Olga Kurylenko, de modelo a guionista
«Llevo 20 años trabajando: diez en la moda y otros tantos en el cine, pero siempre creo que podría haber hecho más», se queja la otrora chica Bond Olga Kurylenko, a pesar de que su filmografía incluye ya más de 20 películas. Pero ahora su camino va por otra dirección: «Me interesa escribir guiones; sobre todo con ideas que tengo para una comedia, de la que tengo la sinopsis y un drama que tengo a medias. Sin embargo no me llama la atención la ciencia ficción, prefiero historias reales o biografías que se centran en la psicología de los personajes».