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Entrevista

Silvia Acosta: "Tengo la ilusión protegida, guardada en una cajita pese a las dificultades"

Tras su paso por el festival de Cine de San Sebastián, este viernes se estrena en cines "Los Tigres", película dirigida por Alberto Rodríguez

La actriz Silvia Acosta
La actriz Silvia AcostaLa Razón

Este viernes 31 de octubre llega a los cines "Los Tigres", el nuevo largometraje de Alberto Rodríguez -"Grupo 7" (2012) y "La isla mínima" (2014)- que optó a la Concha de Oro en la 73ª edición del Festival de San Sebastián. Se trata de un thriller con el submarinismo como escenario principal; un entorno que permite, además de mostrar un espacio muy alejado de lo común, bucear en los personajes. Protagonizada por Antonio de la Torre y Bárbara Lennie, "Los Tigres" cuenta con un reparto secundario que, como en los buenos cuadros, se dejan descubrir como tesoros cuando amplías la mirada y desenfocas el centro para fijar la atención en esos pequeños detalles que dan valor a la obra en su conjunto. Es el caso de Silvia Acosta. No hay que perderla de vista. La sevillana viene pisando fuerte. Esta mujer de ojos enormes, penetrantes y enigmáticos como un fondo abisal, esconde a una andaluza de carácter, con las cosas claras, los pies en el suelo, talento, mucho talento y uno de esos rostros que parecen haber sido cincelados para que la cámara se recree en ellos; de los que no puedes dejar de mirar.

¿Qué va a descubrir el espectador que vea “Los Tigres”?

Como otras historias de misterio y de intriga que ya ha abordado Alberto Rodríguez en algunos de sus largometrajes anteriores, Los Tigres es un thriller, el estilo del cine que a él le gusta, pero tiene la particularidad de que trata sobre una historia de buzos. Es una película que se desarrolla en alta mar, con muchísimas inmersiones en el agua. En ese sentido, me parece muy original. Creo que no se había hecho antes ninguna película parecida en España, al menos que yo recuerde, sobre ese universo de los buzos y sobre los riesgos y las dificultades que entraña esa profesión. Cuenta la historia de dos hermanos y los traumas y las dificultades que arrastran en su relación desde la infancia: cómo eso les lleva a tener una vida complicada, con un amor muy profundo, pero muy áspero a la vez.

Háblenos de su personaje. ¿Quién es, qué papel juega en la trama y cómo ha sido el proceso para crearlo?

Esta película se desarrolla en Huelva, cuya patrona es la virgen de la Cinta. Yo interpreto a una mujer llamada Cinta, un nombre bastante común allí. Ella es la exmujer de Antonio, el protagonista, y está cansada de sus comportamientos y de su relación con las hijas que tienen en común; de la falta de responsabilidad que este hombre muestra en su vida diaria. De alguna manera, Cinta es el detonante de lo que le ocurre a Antonio en la película, porque ella lo va a poner en una coyuntura, entre la espada y la pared, en relación a las hijas. Le presiona porque le parece que no está siendo coherente y responsable como padre. Antonio está pasando un momento vital complicado. Está muy perdido y todo le viene grande. Gestiona su vida de manera regular.

Un desastre de marido, Antonio de la Torre. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar junto a él?

Como marido ficticio, un desastre; como compañero, Antonio es de los mejores que he tenido. Es muy libre a nivel creativo, a nivel artístico. He procurado aprender mucho de él porque es muy estimulante trabajar con alguien que pone tanta pasión y motivación en cada toma. Desde lo más pequeño a lo más grande, en cada toma cambia algo. Eso hace que mantengas un nivel de alerta y un nivel de apertura. Es muy estimulante y hace que el trabajo con él sea muy interesante y apasionante. Nunca me había encontrado con un compañero que trabajara con ese nivel de libertad, de juego y de disposición para la escena y para el personaje que está interpretando.

No es su primera incursión en el cine. Tiene pendiente este año también el estreno de la película "El pezón de Elena", de Esteban Magaz, donde en esta ocasión usted es la protagonista y comparte reparto con Roberto Álamo. Háblenos de ese proyecto.

"El Pezón de Helena” cuenta la historia de una mujer que ha atravesado una situación muy dolorosa y traumática en la vida. Se retira a una casa apartada de la ciudad para aprender a vivir de nuevo, a sostener ese episodio en su camino hacia adelante en la vida, a agarrarse a la belleza que hay en la vida misma para tener motivación y poder seguir adelante. Aprender a vivir, en definitiva. Es una película muy particular porque hay mucho silencio y ves al personaje en su forma más esencial y natural. Lo ves en su forma más desnuda, abierto emocionalmente. Esperamos que la película se estrene en la primavera de 2026.

¿Cuál sería su papel soñado en el cine?

Me encantaría, y de hecho yo ya me la voy aprendiendo, por si algún día la vida me lo regala, Lady Macbeth. Me voy aprendiendo esas parrafadas invocando a las fuerzas del mal para que quiten su leche de sus pechos y traigan la hiel. También Viola u Olivia, de Noche de Reyes, o Martirio de Bernardo Alba, que para mí es el gran personaje de esa obra. Fea, coja, mala, como la madre (ríe). O Yerma... Me estoy yendo mucho a Lorca... Hay personajes de Valle Inclán que también me fascinan. Pepona, de La cabeza del bautista, tan pateada por la vida, pero con ese impulso de vivir; o quizás una vieja de Ligazón... Si sigo, no acabo (ríe).

Usted iba para enfermera y decidió que lo suyo era interpretar, algo que a su familia no le hizo mucha gracia. ¿En qué momento se dio cuenta de por dónde quería encaminar sus pasos?

Fue de manera inconsciente, completamente intuitivo. No había decidido nada. Me encontraba en un momento de transición en la vida, sin saber muy bien qué hacer. Había terminado ya la carrera de enfermería y, de hecho, estaba ejerciendo. Entonces entré en la Escuela Superior de Arte Dramático y de pronto todo aquello me resultó muy estimulante: leer teatro, interpretar... Era un mundo completamente desconocido y nuevo para mí que me resultó apasionante. Rápidamente empecé a trabajar en una serie que se llamaba Rayán, de la cadena autonómica andaluza, de Canal Sur. Al empezar a trabajar relativamente rápido vi que había posibilidades laborales. Lo de ponerte en el lugar del personaje que estás interpretando y jugar tiene algo de infantil. Me fascinó. Pero no fue algo que yo decidiera. De hecho, a mí el hospital me encantaba. Las profesiones sanitarias son muy duras pero muy agradecidas también. Un hospital es un lugar donde pasa de todo y en condiciones muy duras. Pero a la vez es muy gratificante. Se viven situaciones humanas muy fuertes de las que también se aprende mucho. Se vive en contacto permanente con la vida, con la muerte, con ese impasse entre una y otra. Pero cuando me picó el veneno del teatro... Sin darme cuenta, aquí nos vemos ahora. En mi casa no había nadie que se dedicara al mundo artístico. No lo entendieron y no lo encajaron muy bien. Tardaron varios años en masticarlo. Ahora les comprendo.

Abrirse paso en Madrid no debe ser fácil. ¿Es el mundo de la interpretación una jungla en una ciudad tan grande y caótica?

Cuando acabé la Escuela Superior de Dramático de Sevilla en 2011, vine a Madrid. Aún coleaba la crisis de 2008. Sevilla estaba bastante parada y vine a Madrid sin conocer mucho la ciudad, sin saber muy bien a qué puertas llamar. Tuve la suerte de que aterricé rápido en el Teatro de la Abadía. Ahí desarrollé muchísima más técnica y el contacto con el escenario, Pero lo cierto es que tardé años en trabajar en Madrid, porque, durante mucho tiempo, di clases de teatro en un colegio y me estuve manteniendo de eso. A partir de la Abadía fui conociendo otras compañías teatrales con las que luego trabajé. Me apunté a entrenamientos con Gabriel Olivares, fui a Nueva York a hacer formación, etc.

Cada vez hay más actores y actrices, pero muchos se quedan por el camino... La carrera de actriz o de actor es una carrera de fondo, de trabajo y aprendizaje constantes. Usted es de las que lo tiene clarísimo. La formación es fundamental.

Sí, ya lo creía cuando salí de la escuela, porque sentía que me faltaban herramientas, pero la realidad es que hoy, cuando tengo impases en los que no estoy trabajando, me gusta mucho reciclarme. De alguna manera es como volver al punto de partida con la experiencia que ya traes, para reaprender. A mí siempre me gustan esos reciclajes. Ahora, por ejemplo, he estado con Juan Carlos Coraza y también he estado haciendo un entrenamiento con una coach en Nueva York.

Creo que sí, que esto es una carrera de fondo. José Carlos Plaza decía que los actores no tenemos nunca techo, que lo único que podemos hacer es mejorar como los buenos vinos. Toda la vida personal que llevas detrás siempre termina enriqueciendo porque son vivencias, situaciones, que luego puedes contar encima de un escenario o delante de una cámara. Me parece muy importante mantener la ilusión del origen de por qué empecé a dedicarme a esto. Por suerte, yo sigo teniendo eso guardado como en una cajita, muy protegido, muy cuidado, y me aferro mucho a eso, más allá de las dificultades que a veces tenga la profesión, las cuales trato de relativizar, porque es cierto que la incertidumbre de esta profesión puede hacerse muy difícil y muy cuesta arriba. Procuro verle el lado positivo a esta profesión que es tan particular y que a veces es difícil de entender para nuestros seres queridos. Pero cuando trabajas, es tan gratificante, ya sea yendo a grabar o encima de un escenario, que a mí, hoy, me sigue compensando todo.

El cine te da visibilidad, fama. El teatro ¿el prestigio como actriz o como actor?

Depende de qué teatro y de qué textos. Es cierto que el presente del teatro nunca lo tiene la cámara. Eso es lo bello, el oficio más esencial de ser actor: estar con un público delante y transmitir desde un escenario. Pero a mí también me resulta muy interesante la intimidad que permite una cámara y el lenguaje audiovisual, donde la mirada cuenta muchísimo más que cualquier palabra que se diga. Sin embargo, es cierto que procuro tener siempre una patita en el teatro porque para mí, el teatro es como una vuelta a la esencia de esto.

Ha pisado muchas tablas ya en el teatro. ¿Cuál o cuáles han sido los últimos montajes en los que ha estado inmersa en teatro?

Lo más reciente ha sido Diálogos de Oro, un montaje con dramaturgia y dirección escénica de Raúl Losánez; es un espectáculo precioso que aúna teatro, poesía y lírica, en el que una soprano y una actriz dialogan a partir de la obra de grandes autoras y autores del Siglo de Oro que han tratado el tema del amor desde distintos ángulos. Todo ello acompañado al piano por Miguel Huertas. Y sigo de gira con La dama duende, de Mic Producciones, versión de Fernando Sansegundo.

Anteriormente trabajé en Lo fingido verdadero, una producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico dirigida por Lluís Omar.

¿Qué momento se lleva en la memoria del rodaje de “Los Tigres”? ¿Cuál destacaría de todo el proceso de rodaje que ha vivido?

Destacaría una noche entera grabando en el parking de la petroquímica de Huelva, un lugar bastante distópico e impresionante. Alberto Rodríguez es muy perfeccionista y es capaz de grabar muchísimas tomas para probar todas las posibilidades de una escena. Hay una secuencia que tengo con Antonio de la Torre en que le estoy negando que pueda visitar a sus hijas. Fue una escena en la que jugamos muchísimo, nos la llevamos al extremo todo lo que pudimos, sobre todo impulsada por él, por Antonio actor. Fue un proceso de rodaje muy interesante donde yo llegué a la conclusión de que grabar tantas tomas tiene que ver con boxear, con ir dando cada golpe en una toma para tratar de encontrar un rincón nuevo, una esquina nueva que antes no existía, un matiz nuevo. Eso es una posibilidad que te ofrece el cine; repetir, repetir y repetir, probando, jugando. Fue una noche muy cansada pero muy disfrutona.