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Spielberg busca a Lincoln

El cineasta ha centrado, de manera original, la trayectoria histórica del presidente durante la enmienda que abolió la esclavitud en Estados Unidos
larazon

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No resulta tarea fácil llevar al cine a una figura como Lincoln. La dificultad estriba no tanto en el material histórico cuanto en el desafío de enhebrar una narración que no repita lo ya relatado con anterioridad. De manera magistral, Spielberg ha logrado superar el reto centrando su película en la aprobación de la decimotercera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, uno de los textos más importantes de la historia norteamericana. La Proclama de Emancipación firmada por Lincoln tras la victoria de Antietam otorgaba la libertad a los esclavos, pero sólo en aquellos estados que se encontraban en guerra contra la Unión.
Resultaba, por lo tanto, posible que, una vez concluido el conflicto, la negociación política permitiera la supervivencia de la ominosa institución. Desde luego, eso era exactamente lo que pretendían los nacionalistas sureños. En noviembre de 1864, Lincoln fue reelegido y el Gobierno nacionalista sureño llegó a la conclusión de que la salida más adecuada para el conflicto en el que no lograba imponerse militarmente sería una solución pactada.
Desde esa perspectiva, la guerra podía acabar en una mesa de negociaciones donde las dos naciones- los estados del sur y la unión- aceptaran vivir juntos a cambio de que, por ejemplo, la esclavitud continuara siendo legal y quedaran consagrados otros privilegios legales. Semejante posibilidad gozaba de apoyo también en el norte porque, tras casi cuatro años de conflicto, el sur seguía resistiendo con denuedo y los caídos en el campo de batalla se sumaban ya por centenares de miles.
De esa manera, el mes de enero de 1865 implicó la coincidencia de los intentos del sur para llegar a una paz negociada y de Lincoln para que se aprobara una enmienda constitucional que impidiera la restauración de la esclavitud. La película de Spielberg relata magníficamente cómo operó el sistema de separación de poderes en esos momentos, ya que el presidente no podía controlar, como sucede en la actualidad, ni siquiera a los congresistas de su propio partido y, por añadidura, tenía que congraciarse a los de la oposición.
Sin embargo, su mérito principal está en mostrar el genio de la visión política de Lincoln. Daniel Day-Lewis ha encarnado como nadie antes el talento negociador de Lincoln, su cercanía humana, su ingenio de contador de historias y, sobre todo, la grandeza de su visión política. Cuando los nacionalistas sureños pretendieron en una reunión con el presidente la existencia de dos naciones, la respuesta de Lincoln fue terminante.
Sólo existía una Nación, los Estados Unidos de América y los que pretendían la secesión eran rebeldes que tendrían que responder ante la ley. De manera generosa, Lincoln estaba más que abierto a la reintegración de los sureños en el régimen constitucional, pero tal paso implicaba que el nacionalismo sureño fuera previamente aplastado y que las injusticias en que se basaba, como la esclavitud, y los privilegios de que disfrutaba resultaran imposibles en el futuro.
Finalmente, la enmienda que colocaba fuera de la ley la esclavitud fue votada por el Congreso -y aprobada- el 31 de enero de 1865. Los frutos de aquella acción fueron felices y perdurables. No sólo la esclavitud quedó erradicada para siempre sino que, por añadidura, la Nación volvió a quedar soldada con una fortaleza inquebrantable que ha llegado hasta el día de hoy. No es poca lección para las nuevas generaciones.