¿Tan importantes son los subtítulos?
Cada vez son más los oyentes que eligen ver películas y series con transcripción simultánea
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Se ha convertido en una situación más del costumbrismo de sofá. Subir el volumen porque no nos estamos enterando de nada ya ha dejado de ser patrimonio de la tercera edad, pero es que cada vez son más las personas oyentes que recurren al subtitulado en su propio idioma para ver sus películas y series favoritas. Y no, no es una tendencia de nuevo acuño.
Ya en 2006, un estudio del Gobierno británico estimaba que alrededor de 7,5 millones de ciudadanos usaba subtítulos, frente al millón largo de personas registradas con algún tipo de impedimento auditivo. En 2014, la propia BBC se acercó desde otra perspectiva: si no todos los subtítulos son para personas sordas, ¿por qué todos los subtítulos se crean para personas sordas? Así es como el ente televisivo de las islas comenzó a desarrollar programas con subtítulos lejos del faldón habitual, centrándose especialmente en programas de prestigio (como «Sherlock», donde los pensamientos internos del protagonista bailaban en la pantalla) o en su parrilla infantil (lejos de sobreestimular, los subtítulos funcionaban como ancla de la atención de los niños).
Pero, más allá de estudios y ensayos, ¿de qué hablamos cuando hablamos de subtitular? Esa es la pregunta que se hacen, día a día, expertos en la materia como Pablo Romero, profesor del Departamento de Traducción y Lingüística de la Universidad de Vigo. Este mismo verano, en el marco del Campus de Verano de la Academia de Cine, Romero compartía su experiencia, derivada del trabajo directo con gigantes de la industria como Netflix y de su propio bagaje como director de cine.
«Cuando hicimos ‘‘Donde acaba la memoria’,’el documental con Ian Gibson, nos enfrentamos al dilema de presentar voces sin rostros, lo cual era un desafío a la hora de subtitular la película. Pero era un desafío grato, porque nos hacía implicarnos como equipo para que la película, ya subtitulada, no fuera una mera transcripción, si no que fuera una experiencia completa para las personas que no oyen. ¿Por qué les tengo que prestar menos atención como director? ¿Por qué no puedo jugar con ellos, del mismo modo que juego con las personas oyentes?», se preguntaba el realizador y teórico, que desde hace años aboga por una mayor implicación de los sectores más creativos del cine en este aspecto.
Romero, director del Galician Observatory for Media Accessibility (GALMA, por sus siglas en inglés para el mercado internacional), incidía en su intervención en lo poco explorado del terreno, incluso desde el ámbito legal. «Si sabemos, con datos, que cada vez son más personas las que eligen ver películas y series con subtítulos, ¿por qué nos ceñimos a lo legal? ¿Por qué solo se subtitulan películas para cumplir con la ley y acceder a ayudas o subvenciones?», se preguntaba.
En España, atendiendo al artículo 8 de la Ley General del Audiovisual –y salvo que una más que posible nueva Ley del Cine lo reforme–, el 90% de la programación pública está subtitulado, un porcentaje que baja quince puntos si nos centramos en las iniciativas privadas. Esta medida solo tuvo una aplicación efectiva en el global del cine que llega a las salas a partir de junio de 2020, cuando el Gobierno instó por Orden Ministerial a subtitular y audiodescribir a todas las obras que quisieran acceder a las ayudas públicas, siguiendo criterios estandarizados para las personas con discapacidades sensoriales (normalmente recogidas por ESIST, la asociación europea encargada de velas por la uniformidad en la transcripción).
Si el desafío del nuevo subtitulado, para oyentes y no oyentes, ya es complejo, a la «fiesta» se ha sumado la proliferación de las Inteligencias Artificiales. Tal y como en todos los trabajos propensos a ser automatizados, son muchos los grandes conglomerados del audiovisual que están sustituyendo a sus traductores y subtituladores por complejos algoritmos que, todavía, están en una fase embrionaria. Y usted mismo puede ser testigo de ello. Solo tiene que acudir a una producción extranjera cuyo idioma no se hable oficialmente en Europa: es imposible encontrar subtítulos decentes de la programación india o koreana de la que hacen gala las plataformas. En un futuro cada vez más global, donde cada vez es más grande la brecha entre los sistemas de sonido de las salas y los del hogar medio, la nueva batalla por el subtitulado y su uso correcto o creativo parece más importante que nunca. No solo desde un punto de vista de accesibilidad, que también, si no como una batalla cultural más.