«The New World»: Una película hablada
The New World (Sin-se-gae).. Dirección y guion: Park Hoon-jung.. Intérpretes: Lee Jung-jae, Choi Mik-sik, Hwang Yeong-ming. Corea del Sur, 2013, 134 min. Género: Thriller.
¿A qué se refiere el 'nuevo mundo' de esta consabida película coreana? ¿Al retrato de las mafias que se organizan según la estructura piramidal de las grandes corporaciones? ¿A las sucias maniobras de la policía para controlar las altas esferas del comercio ilegal, en la tradición del cine americano de los años setenta, tan crítico con las instituciones? ¿A la radiografía de un régimen neoliberal que ha empapado de corrupción todos los estamentos de la sociedad, eliminando las diferencias entre los que protegen al ciudadano y los que están al margen de la ley? Este 'nuevo mundo' es más viejo que la vida: desde los inicios del 'film noir' ("Scarface") hasta la operística saga de "El Padrino", pasando por el díptico "Election"de Johnnie To, el cine ha utilizado la mafia y sus relaciones con el poder establecido como metáfora de las estrategias hipócritas del capitalismo salvaje.
La novedad, pues, brilla por su ausencia, aunque la película arranque con una tarantiniana escena de tortura que promete un descenso a los infiernos tan brutal como el que escribió su director, Park Hoon-jung, en "I Saw the Devil". Falsa alarma: en sus largas, tediosas dos horas y cuarto, sólo hay dos secuencias más que despiertan al espectador, sumido en un estado letárgico provocado por una colección de conversaciones que ponen sobre la mesa, una y otra vez, las maniobras de un inspector jefe (Choi Mik-sik, al que acabamos de ver en "Rompenieves") para manipular la sucesión de la presidencia del trono del mayor clan criminal de Corea del Sur a través de un grupo de espías infiltrados que han olvidado lo que fue ser honesto. La constante verbalización de las intrigas palaciegas que sustentan "The New World"y los caprichosos giros de guion acaban por desinteresar al espectador, que, ante la sobredosis de redundancias y retorcimientos demiúrgicos, añorará los relatos simples y directos del cine clásico de Hollywood.
Lo mejor: Las secuencias violentas, en especial la que se desarrolla en un ascensor que parece el camarote de los hermanos Marx.
Lo peor: El juego de traiciones, chantajes y dobles identidades se pierde entre tanta verborrea.
Sergi Sánchez