Crítica de cine

Tom Cruise: El piloto que engañó hasta a la CIA

El actor de 55 años se mete en la piel de un personaje real que se convirtió en el mayor narcotraficante de Estados Unidos, engañando a la CIA y al Cartel de Medellín, y que protagonizó una inverosímil historia de aventuras siempre al margen de la ley

Tom Cruise ha pilotado varios aviones para «Barry Seal: el traficante»
Tom Cruise ha pilotado varios aviones para «Barry Seal: el traficante»larazon

El actor de 55 años se mete en la piel de un personaje real que se convirtió en el mayor narcotraficante de Estados Unidos, engañando a la CIA y al Cartel de Medellín, y que protagonizó una inverosímil historia de aventuras siempre al margen de la ley.

«Un aventurero rebelde, como los que en días anteriores hicieron grande a América». Antes de morir a los 47 años, víctima de los sicarios de Los Ochoa, los jefazos del Cartel de Medellín, Barry Seal eligió con cuidado su epitafio. No cabe duda de que esta corta frase augura una vida nada común. Y, en el caso de Seal, las expectativas no quedan defraudadas. América ama a los «mavericks» y Hollywood siente predilección por estos personajes que se salen del carril, enfermos de adrenalina, objetores de toda norma. Era cuestión de tiempo que la Meca del Cine encontrara a Barry Seal. Y la pieza dovela la dio otro tipo ambiguo, el protagonista de «Argo».

El guionista Gary Spinelli quedó fascinado por la historia del agente de Inteligencia interpretado por Ben Affleck y empezó a meter el hocico en los escándalos de la CIA de aquella época. Cuando se topó con la historia de Barry Seal no podía creerlo. Tampoco el equipo de producción ni el director Doug Liman. Menos aún el protagonista de la cinta, el siempre atractivo para la taquilla Tom Cruise. El actor vio en la vida de Seal ecos de un tiempo más ingenuo para lo bueno y lo malo, como aquellos «días anteriores» de los que habla su epitafio: «Mark Twain es uno de mis escritores favoritos –reconoce Cruise–. Creo que hay mucho de él en esta historia. Barry Seal vivió una época única que nunca volverá. Tuvo una vida llena de aventuras inverosímiles, cuesta creer que pudo pasarle todo esto. Fue un personaje que cruzó la Historia. Parece casi demasiado extravagante para ser verdad y hoy e día sería totalmente imposible».

«Barry Seal: el traficante» narra la vida de este aventurero desde finales de los 70 hasta 1986, año en que muere. En aquel periodo, amasó una ingente fortuna gracias a su doble juego con la CIA y con el narcotráfico colombiano. Seal era piloto comercial de la TWA, como aquel Frank Abagnale de «Atrápame si puedes» (2002), con el que tanto comparte. Había sido el más joven de su promoción a los mandos de una nave y prácticamente el primero en estrenar un Boing 737. Tras su despido, Seal –que también había colaborado con el rearme de las Contras centroamericanas que la CIA financiaba en secreto para derrocar al sandinismo– había aprovechado su experiencia para volar hasta Colombia generalmente y regresar con la bodega repleta de cocaína en un juego doble entre la gente de Pablo Escobar y la CIA que lo convertiría en el mayor narcotraficante de Estados Unidos en los años 80.

Una pareja de éxito

Universal tuvo bien claro desde el principio que la pareja formada por Doug Liman, director de la exitosa «El caso Bourne», y Tom Cruise, era la ideal para llevar a buen puerto esta historia, aplicándole altas dosis de humor y sarcasmo para que una tan poco común fluyera naturalmente en pantalla y reflejara la personalidad canalla y descarada de Seal, un tipo que, según Liman, «engañó al gobierno, al país, a todos, de una forma increíble. Al transportar armas ilegalmente bajo el manto de la CIA podría entrar y salir del país con suma discreción. No tenía sentido volver de vacío, y acabó trabajando para el gobierno de Estados Unidos y el Cartel de Medellín a la vez sin que ninguno de los dos lo supiera. Jugó con ambos y amasó una fortuna enorme en poco tiempo, pero el dinero no era lo importante para Barry. Lo hacía porque era un reto, se sentía vivo, y, sobre todo, porque volaba». También Cruise, dice que no hace cine «por hacerlo. Me interesa la pasión, la narración. Es más que un trabajo. Adoro mi profesión y siempre quiero ir más allá. Por eso me rodeo de personas que sienten lo mismo». Doug Liman es uno de ellos. Ambos incluso compartieron casa durante las semanas de rodaje en Georgia. El guionista se unió y entre los tres compartían las tareas del hogar y perfilaban el trabajo del día siguiente. «Fue una experiencia mezcla de entrenamiento, escuela de cine y trabajo en equipo como no había conocido antes», señala el realizador.

Otro punto en común de Liman y Cruise, que, además, fue extremadamente beneficioso para el filme, es la pasión por los aviones. El actor, que acostumbra a realizar las escenas de acción de sus películas hasta el punto de tener accidentes como el que recientemente salió a la luz por el rodaje de la sexta parte de «Misión: Imposible», ha pilotado todos los vuelos que aparecen en la película. El coordinador aéreo del filme, Frederic North, no sale de su asombro: «Reconozco que pocas veces he trabajado con un protagonista que tuviera los conocimientos de vuelo de Tom, así como la pasión que demuestra y el empeño en hacerlo todo él mismo. Tom era consciente de que Barry volaba muy bajo y estaba más que dispuesto a aceptar ese reto». Cruise pilotó dos modelos de la época como el Aerostar 600 y el Cessna 414 y asombró a los colombianos apareciendo en Medellín a los mandos para filmar las escenas de despegue. En Seal, el intérprete ha encontrado un personaje que, definitivamente, le seduce: «Es un antihéroe que solo quería ser un aventurero. No hay excusas para lo que hizo, pero reconozco que realizó sus sueños. Fue alguien que vivió más allá de las reglas cuando aún podía hacerse algo así en la aviación. Hoy en día todo está perfectamente controlado y delimitado. Pero las cosas que hicieron él y otros pilotos en aquella época eran tremendas». Y, en el caso de Seal, ilegales.